Título: El Perfume: Historia de un asesino (Perfume: The Story of a murderer)
Director: Tom Tykwe
Año: 2006
Guión: Andrew Birkin, Bernd Eichinger y Tom Tykwer
Intérpretes: Ben Whishaw (Jean Baptiste Grenouille), Dustin Hoffman (Giuseppe Baldini), Alan Rickman (Antoine Richis), Rachel Hurd-Wood (Laura Richis), John Hurt (Narrador)
El rifi rafe entre autores y estudios cinematográficos cuando estos últimos pretenden adaptar una obra literaria al cine no es algo fuera de lo común, y desde luego Patrick Süskind, autor del pepinazo novelesco que fue El Perfume (si atendemos a las cifras, traducido a 49 idiomas y con más de 20 millones de copias vendidas hasta el momento), también tuvo que dar cuentas al respecto.
Más de una y de dos veces tuvo que insistir el productor alemán Bernd Eichinger al escritor para que este le cediera los derechos de la novela. Y es que este último, al parecer humilde como él sólo, consideraba que únicamente un director de la talla de Kubrick o de Milos Forman podrían estar a la altura de una adaptación tan exigente. Ya con los derechos en la mano, y a pesar de que un semi-desconocido Julian Schnabel se había presentado ya en un despacho con un guión escrito (director que, al parecer, le caía al productor como una patada en la boca y guión que, una vez rechazado por este, acabo transformándose en La Escafandra y la mariposa, la peli más reconocida de Schnabel), el productor se juntó con Andrew Birkin (guionista de Juana de Arco, El Nombre de la Rosa y La Profecía III: El final de Damien) y el que finalmente acabaría siendo el director de la peli, Tom Tykwer, para acotar bien el camino para una adaptación que pronto se descubriría como un proyecto que iba a ser particularmente exigente en lo económico.
Consciente de esto, el buen señor echó mano de todas las posibles subvenciones habidas y por haber en su país y de productoras que se asociaran a la alemana Constantin Films (de la que Eichinger había sido CEO años antes) en la producción. NEF Productions en Francia y nuestra difunta Filmax serían las compañeras de viaje del productor en una peripecia que no estuvo exenta de tragedia. Y es que al poco resultó que VIP Medienfonds, una de las productoras alemanas que había invertido en el proyecto, había utilizado este como medio para intentar tangar a Hacienda mediante un fraude fiscal de tres pares, por el cual afirmaba haber invertido casi 20 millones de Euros más de los que venían en los libros de cuentas. Esto acabaría con la producción puesta en riesgo por momentos (no en vano más de una de las subvenciones otorgadas por el gobierno alemán se basaban en la multimillonaria inversión) y una serie de juicios que acabarían salvando a la peli y metiendo entre rejas a Andreas Schmid, el CEO de VIP Medienfonds, por unos seis añitos.
Así, y tras un extenso rodaje en Barcelona, Girona y Figueres, reconvertidas gracias a la magia del cine en el París del siglo XVIII, y la consabida post-producción, El Perfume: Historia de un asesino se estrenó con las esperanzas de conquistar el mercado internacional.
La trama de la peli gira en torno a un auténtico psicópata, Jean Baptiste Greouille, nacido sin emociones pero con unas habilidades olfativas sobrehumanas y su cruzada personal por intentar destilar un perfume que contenga la esencia de la belleza femenina y su capacidad para incitar el amor en los hombres.
Es un thriller de psychokillers en toda regla, en la que la cámara sigue desde el primer minuto las andanzas del protagonista y los sórdidos ambientes en los que se mueve, desde que es parido encima de tripas pescado en una lonja hasta que, ya crecidito, se dispone a masacrar a unas cuantas doncellas. Este personaje se nos muestra también desde el principio como una figura casi sobrenatural, que se mueve casi fantasmalmente por las nocturnas calles parisinas y parece atraer la muerte y la desgracia a todo el que se acerca minimamente a su persona. Encarnando al susodicho tenemos a un por entonces desconocido Ben Whishaw presente en prácticamente todas las secuencias del film y haciendo un buen papel de retraído (sin llegar al caricato en que se convierte hoy día cada actor que intenta meterse en la piel de un autista o similar) que le valió el reconocimiento de la crítica y público y que supuso su trampolín a un Hollywood en el que se afincaría años después tras su debut en el cine puramente palomitero con Skyfall y El Atlas de las Nubes. Acompañándole tenemos a dos pesos pesados de la interpretación en papeles secundarios y que, sin embargo, no brillan especialmente, quizá porque firmaron el contrato ya con la intención de no esforzarse demasiado, dado que no eran roles protagónicos y nos encontramos, a fin de cuentas, ante una película de factura alemana. Por un lado, Dustin Hoffman, de quien no hace falta contar nada más, interpretando al perfumista que enseñará a Grenouille los misterios de la profesión, y por otro, el difunto Alan Rickman en su registro habitual encarnando a un noble de la ciudad francesa de Grasse que sufre un encontronazo con el asesino. Aunque son muchas las mujeres que aparecen en la peli, únicamente una, Rachel Hurd-Wood, tiene un papel lo suficientemente importante como para que su nombre aparezca en el póster que también protagoniza. Áctriz británica, debutó en el papel de Wendy Darling en Peter Pan: la gran aventura, la enésima adaptación de las aventuras del personaje de J.M. Barrie , y se prodigaría poco en el cine después del perfume, pasando por un papel secundario en una de las más recientes adaptaciones de El Retrato de Dorian Gray, interpretando a la doncella en apuros de Solomon Kane y, finalmente, recayendo en el cine regional catalán con un papel protagonista en Segon Origen (adaptación de El Mecanoscrit del Segon Origen, una reconocida novela de ciencia ficción catalana, con guión del difunto Bigas Luna) y, posteriormente, refugiarse en la televisión de su país natal, donde aún permanece. Completa el reparto, en su versión original y en la forma de voz en off que narra ciertos pasajes del film, el también difunto John Hurt, que nunca llega a aparecer físicamente en la historia.
Dirige la cinta sin grandes alardes pero aprovechando muy eficientemente el presupuesto el ya mentado Tom Tykwer, el cual contaba ya con un film de éxito entre la crítica, Lola, corre, Lola, y para el que El Perfume supuso su trampolín a Hollywood, terreno en del que, tras The International: Dinero en la sombra y El Atlas de las Nubes, su colaboración con las hermanas Wachowski (dos pelis que tuvieron un tibio recibimiento de la crítica y que no supusieron tampoco grandes éxitos económicos), se retiró para volver a su Alemania natal, donde, tras filmar un par de pelis de escasa repercusión se refugió en la televisión nacional e internacional donde, de nuevo, lo ha vuelto a petar como creador de una especie de Boardwalk Empire alemán, Babylon Berlin, y con Sense8, la aclamadísima serie de Netflix donde nuevamente colaboró con las Wachowski.
Y es que, entre subevenciones y asocicaciones con otras productoras, el presupuesto de la película llegó a elevarse hasta los 60 millones de dólares, lo que se tradujo en un diseño de producción cojonudo, digno de una superproducción americana de las grandes, con cientos de piezas de vestuario y extras, preciosos decorados y la contratación de grandes profesionales del gremio para sacarlo todo adelante, entre los cuales encontramos a La Fura Dels Baus, la reconocida compañía de teatro patria, a la cual se le encargó diseñar y coreografiar una escena clave del desenlace de la película.
La conjunción de elementos y el prestigio que ya arrastraba la novela de Süskind funcionó entre el público internacional. El Perfume recaudó en todo el mundo unos 135 millones de dólares y, aquí en España, sentó en las butacas a algo más de 1.419.000 espectadores, lo que para los canones de la década pasada es un triunfo absoluto. A esto último seguramente ayudaría la presión publicitaria ejercida por la cadena Antena 3 en su momento, cosa que nos recuerda el DVD que editó Filmax en su momento (aunque actualmente los derechos de distribución estén en manos de Divisa tras la caída de la productora de Julio Fernández) y del que llegó a haber hasta seis versiones distintas entre combos, packs con otras películas y ediciones de coleccionista. Este último hecho sea el que, lamentablemente haya conducido que, a día de hoy, cientos de ejemplares estén dando vueltas por almacenes de toda España, por lo que no es raro encontrarse la peli de segunda mano e incluso precintada saldada por 1 euro en una de las múltiples tiendas de DVDs "de ocasión" que se pueden encontrar en las grandes ciudades de nuestro país.
Y es que, si uno se para a pensarlo, El Perfume es una peli que entra muy bien por los ojos por su espectacular diseño de producción y fascina por la conjunción del mundo lujoso del perfumista y la sordidez del psychokiller. Pero, a la hora de la verdad, tampoco deja especialmente huella. Es una peli que puede gustar sin problemas y que incluso puede motivar a alguno a visionarla repetidamente o incluso a acercarse a pillarse el DVD saldado...pero no es lo suficientemente grandiosa como para llegar a más, lo cual no deja de ser irónico tratándose de una peli que narra el afán de un hombre por preservar la esencia de las cosas.
Por tanto, entra en esa categoría a la que pertenecen casi todas las pelis que he visto en mi puñetera vida, que tan poco se prodiga entre el fandom actual y a la que ya tradicionalmente defino como "Bien, sin más".
Título: Casanova (Casanova)
Director: Lasse Hallström
Año: 2005
Guión: Jeffrey Hatcher y Kimberly Simi
Intérpretes: Heath Ledger (Casanova), Sienna Miller (Francesca), Jeremy Irons (Pucci), Oliver Platt (Paprizzio), Charlie Cox (Giovanni Bruni), Natalie Dormer (Victoria Donato)
Compartiendo contexto pero trasladándonos a la Italia post- renacentista, tenemos una película opuesta en tono e intenciones a la que acabamos de comentar. Casanova parte de un guión comprado por Disney y pulido por Jeffrey Hatcher, principal guionista figurante en los créditos, que formaba toda una comedia alrededor de la figura de un Giacomo Casanova deseoso de retirarse de su libidinosa vida. Una premisa que llamó poderosamente la atención al director sueco Lasse Hallström, autor de Chocolat, Las Normas de la casa de la sidra y la práctica totalidad de los videoclips de ABBA, el cual se lanzó de cabeza al proyecto sin dudarlo. La peli fue vendida cojonudamente a las autoridades pertinentes y tuvo la fortuna de ser una de las pocas películas en ser rodada íntegramente en Venecia y la primera en la historia a la que se le permitió filmar una escena del legendario carnaval veneciano en plena plaza San Marcos, hechos que, para bien o para mal, encarecieron soberanamente la producción de la cinta, pues todos los materiales necesarios para el rodaje tenían que ser transportados por mar y el espacio ocupado por los sets suponía una molestia considerable para la localidad italiana (el cuanto llegó a suponer esto para los bolsillos nunca lo sabremos pues, por mucho que he indagado, no he sido capaz de encontrar una cifra aproximada del presupuesto que alcanzó la peli).
Porque igual nos reímos de como el término "Casanova" (o su equivalente castellano, "Don Juan") ha acabado con el paso de los siglos siendo un sinónimo de vividor y conquistador o, ya en los tiempos que corren, de fantasma y aguililla (así en tono irónico), pero para los expertos historiadores en la Italia de aquellos tiempos, la figura de Giacomo Casanova tiene una importancia manifiesta, pues no en vano su posición social le permitió codearse con figuras de la talla de Mozart, Rousseau, Voltaire, Goethe o Catalina la Grande, zarina de todas las Rusias, hasta el punto de que sus memorias son consideradas una de las fuentes más fidedignas y valoradas sobre las costumbres de las clases altas de la Europa del XVIII.
Lasse Hallström sin embargo lo tenía claro, la película no iba a tratar a la figura histórica, sino a la exaltada figura literaria que el personaje supuso en su momento.
Así, la trama de la película nos narra como Casanova, perseguido fieramente por la Inquisición, es forzado por el Dux de Venecia a contraer matrimonio con una joven, sentar la cabeza y dejar de una vez la agitada vida que profesa. De entre todas las jóvenes de Venecia, el joven escoge a Victoria Donato, una doncella cuya virginidad ha sido preservada celosamente por su padre y que ha ocasionado que la susodicha se pase cachonda perdida las veinticuatro horas del día. Pero una vez cerrado el compromiso, Casanova cae, casi por accidente, locamente enamorado de Francesca Bruni, hija de unos nobles venidos a menos que ha sido prometida, a su vez, a un rico comerciante genovés y que escribo incendiarios panfletos feministas bajo un seudónimo masculino. Jugando a dos bandas, el amante de amantes intentará conquistar el corazón de su nuevo amorío al mismo tiempo que el Inquisidor más chungo del Vaticano es despachado a Venecia para lograr, de una vez por todas, apresar a Casanova y colgarlo de una soga,
Hallström y Hatcher compusieron una comedia alrededor del protagonista, pero yo antes que todo eso veo en Casanova una ópera sin cantos en toda regla. Desde esa trama cómica de enredos con muchos personajes que entran y salen de escena constantemente y con un número equivalente de subtramas y líos, perfectamente extrapolable a, por ejemplo, el argumento de Las bodas de Fígaro de Mozart; a las relaciones entre personajes en las que podemos encontrar paralelismos claros en el género operística (sin ir más lejos, la relación entre el criado de Casanova y su señor es prácticamente un calco de la que podemos ver entre Don Giovanni y Leporello en Don Giovanni o entre Fígaro y el conde de Almaviva, por seguir con la corriente "Mozartiana"), pasando por esos decorados súper artificiales y esos cromas digitales que hoy, en pleno 2018, cantan una barbaridad, pero que curiosamente ejercen un efecto positivo en el conjunto, en el sentido de que hay momentos en que casi parece que estás viendo un fondo de papel pintado y un escenario teatral. Todo ello redondeado por un elemento importantísimo a la hora de meter en situación y contexto al espectador y que refuerza la idea del símil operístico: una banda sonora compuesta de extractos de obras de compositores que desarrollaron su actividad en la Italia del XVIII (Haendel, Vivaldi, Durante, Albinoni, Rameau...) y de temas originales para los cuales el encargado de la misma, Alexander Desplat, realiza una genial labor al utilizar exclusivamente una orquesta conformado solamente por instrumentos utilizados en la orquesta de cámara barroca. El resultado es una banda sonora en la que los temas son unen unos a otros de principio a fin, de manera muy continuista, acompañando a las imágenes casi en todo momento (apenas hay minutos de metraje en silencio musical). Junten todos elementos que he comentado y díganme ustedes si no estamos ante una ópera cómica hecha cine.
Y encarnando los distintos papeles de este circo tenemos a un grupo muy simpático en el que caras muy jóvenes se codean con veteranos de mil batallas. Y aunque estos últimos sean los que más respeto merecen seguramente, las circunstancias que rodean a los menos curtidos son más interesantes.
En primer lugar encontramos a Heath Ledger como protagonista, una cara bien bonita y un tío bien buenorro para vender la peli a los jóvenes (Hallström desde luego, no era tonto), el cual se encontraba en aquel momento en la cúspide de su carrera, con Brokeback Mountain recien estrenada y Destino de Caballero, Monster's Ball y unos cuantos largometrajes de cierta consideración a sus espaldas. Eran años en los que el actor buscaba a toda costa un reconocimiento de su talento por parte de la crítica y la industria, y seguramente esta fue una de las "otras" producciones que el actor hizo, no sólo para sacar pasta sino para mantenerse en el estrellato, porque en cuanto al despliegue actoral tampoco es que esté especialmente brillante. Tres años más tarde el buscado elogio le llegaría tras su genial encarnación del Joker en El Caballero Oscuro pero, como todo el mundo sabe, ya póstumamente.
La comparsa femenina de Casanova esta interpretada por Sienna Miller, quien encaraba aquí uno de sus primeros papeles de importancia. A posteriori, su carrera ha combinado pelis indies, con cine mainstream de Hollywood, auténticos blockbuster veraniegos e inclusos pelis que han estado en primera línea en los Óscar, pero, al menos para mi parecer, nunca ha llegado a alcanzar un estatus de superestrella como otras actrices de su generación. Eso sí, su solvencia le ha permitido que, desde esta película, no le haya faltado trabajo en ningún momento, hasta el punto de llevar un ritmo de dos o tres pelis realizadas en un sólo año, lo que sin duda se puede llamar un triunfo profesional absoluto, ¿no les parece?.
Y para terminar con los yogurines, ya en papeles secundarios, tenemos a dos caritas muy jóvenes a las que hemos visto crecer y medrar en la última década. Con 23 añitos que tenían cada uno por aquel entonces tenemos, por un lado, al londinense Charlie Cox, el cual comenzaba por aquellos años a hacer sus pinitos como secundario en el cine y que tardaría unos cuantos más en obtener su primer papel protagonista en una adaptación a la gran pantalla de una obra de Neil Gaiman, Stardust. Años después continuaría apareciendo aquí y allá en cine y televisión hasta que ya en años recientes y gracias al boom de las series saltaría a primera plana en primer lugar por un papel principal en dos temporadas de Boardwalk Empire y en segundo, como no, por su interpretación del abogado ciego Matt Murdock y su alter ego superheroico Daredevil en las series de superhéroes Marvel producidas por Netflix. Por otro lado tenemos a la también británica Natalie Dormer debutando en el cine y encarnando a la vírgen veneciana Victoria Donato, un papel muy simpático y cachondo y una interpretación muy carismática que mostraba que la actriz apuntaba maneras. Al igual que a Cox, el ascenso a primera división le llegaría de mano de la proliferación seriéfila de los últimos años, gracias a su papel de Ana Bolena en Los Tudor y, sobre todo, por su participación en esa auténtica catapulta al estrellato que ha sido y es el Juego de Tronos de la HBO.
Como contrapartida a tanto intérprete con la pubertad recién pasada tenemos a un puñado de veteranos. El doblaje que hizo para el personaje de Scar en El Rey León fue lo que llamó la atención de Lasse Hallström para escoger a Jeremy Irons como villano de la función, ya que necesitaba de las dotes de un actor con la suficiente presencia como para resultar creíble como malo maloso y con las dosis de vis cómica requeridas para que no desentonara en el cachondeo que la peli pretendía ser. Lena Olin, actriz habitual del difunto Ingmar Bergman y esposa del propio Hallström interpreta a la madre de Francesca, mientras que Oliver Platt , actor con un poco de todo en su filmografía (sin ir mal lejos, la última vez que le vi fue encarnando a uno de los ridículos protagonistas de Mandíbulas), es el que se calza las vestiduras como el auténtico prometido de la doncella, cuya identidad es usurpada por Casanova. Cierra el plantel de secundarios conocidos Helen McRory, que así a lo pronto igual no dice mucho a la gente de mi edad, pero que ha sido una presencia recurrente a lo largo de la saga Harry Potter encarnando a Narcissa Malfoy y, actualmente, se encuentra rondando los ambientes televisivos con papeles recurrentes en la ya finalizada Penny Dreadful y en Peaky Blinders.
A pesar de que fue acogida bastante bien en su premiere en, como no podría ser de otra forma, Venecia, la buena fama de Casanova duró más bien poco. La crítica, si bien no se cebó excesivamente con ella, la calificó como algo mediocre siendo lo más positivo posible.
El público tampoco respondió como debería a la fama incipiente de su protagonista. La peli reacudó algo más de 36 millones de dólares en todo el mundo, cifra que se me antoja escasa para una producción de estas características. En España logró sentar a algo más de 433.000 espectadores en las butacas.
Haciendo la comparativa con la previamente comentada El Perfume, esta última le sacó, tan sólo un año después, 100 millones de dólares de ventaja en taquilla y casi un millón en número de espectadores españoles. Contando con esto, creo que aun desconociendo las cifras presupuestarias que manejó Casanova, se puede considerar esta como un fracaso en toda regla.
Y, sin embargo, cuando me paro a pensar en ella, mis sensaciones se resumen en que, al igual que El Perfume, es una película que metería sin problemas en la categoría del "Bien, sin más" (no es una mala película ni de coña) , pero a diferencia de esta, si revisioné Casanova pensando en lo que me sorprendió y gustó para bien en su primer visionado, y no por mera curiosidad para comprobar como le habían pasado factura los años. Teniendo en cuenta esto y sumándolo al entretenimiento y diversión proporcionados...pues sinceramente, creo que en el choque entre ambos films, gana la peli de Hallström de calle. Super divertida y recomendable.
Porque igual nos reímos de como el término "Casanova" (o su equivalente castellano, "Don Juan") ha acabado con el paso de los siglos siendo un sinónimo de vividor y conquistador o, ya en los tiempos que corren, de fantasma y aguililla (así en tono irónico), pero para los expertos historiadores en la Italia de aquellos tiempos, la figura de Giacomo Casanova tiene una importancia manifiesta, pues no en vano su posición social le permitió codearse con figuras de la talla de Mozart, Rousseau, Voltaire, Goethe o Catalina la Grande, zarina de todas las Rusias, hasta el punto de que sus memorias son consideradas una de las fuentes más fidedignas y valoradas sobre las costumbres de las clases altas de la Europa del XVIII.
Lasse Hallström sin embargo lo tenía claro, la película no iba a tratar a la figura histórica, sino a la exaltada figura literaria que el personaje supuso en su momento.
Así, la trama de la película nos narra como Casanova, perseguido fieramente por la Inquisición, es forzado por el Dux de Venecia a contraer matrimonio con una joven, sentar la cabeza y dejar de una vez la agitada vida que profesa. De entre todas las jóvenes de Venecia, el joven escoge a Victoria Donato, una doncella cuya virginidad ha sido preservada celosamente por su padre y que ha ocasionado que la susodicha se pase cachonda perdida las veinticuatro horas del día. Pero una vez cerrado el compromiso, Casanova cae, casi por accidente, locamente enamorado de Francesca Bruni, hija de unos nobles venidos a menos que ha sido prometida, a su vez, a un rico comerciante genovés y que escribo incendiarios panfletos feministas bajo un seudónimo masculino. Jugando a dos bandas, el amante de amantes intentará conquistar el corazón de su nuevo amorío al mismo tiempo que el Inquisidor más chungo del Vaticano es despachado a Venecia para lograr, de una vez por todas, apresar a Casanova y colgarlo de una soga,
Hallström y Hatcher compusieron una comedia alrededor del protagonista, pero yo antes que todo eso veo en Casanova una ópera sin cantos en toda regla. Desde esa trama cómica de enredos con muchos personajes que entran y salen de escena constantemente y con un número equivalente de subtramas y líos, perfectamente extrapolable a, por ejemplo, el argumento de Las bodas de Fígaro de Mozart; a las relaciones entre personajes en las que podemos encontrar paralelismos claros en el género operística (sin ir más lejos, la relación entre el criado de Casanova y su señor es prácticamente un calco de la que podemos ver entre Don Giovanni y Leporello en Don Giovanni o entre Fígaro y el conde de Almaviva, por seguir con la corriente "Mozartiana"), pasando por esos decorados súper artificiales y esos cromas digitales que hoy, en pleno 2018, cantan una barbaridad, pero que curiosamente ejercen un efecto positivo en el conjunto, en el sentido de que hay momentos en que casi parece que estás viendo un fondo de papel pintado y un escenario teatral. Todo ello redondeado por un elemento importantísimo a la hora de meter en situación y contexto al espectador y que refuerza la idea del símil operístico: una banda sonora compuesta de extractos de obras de compositores que desarrollaron su actividad en la Italia del XVIII (Haendel, Vivaldi, Durante, Albinoni, Rameau...) y de temas originales para los cuales el encargado de la misma, Alexander Desplat, realiza una genial labor al utilizar exclusivamente una orquesta conformado solamente por instrumentos utilizados en la orquesta de cámara barroca. El resultado es una banda sonora en la que los temas son unen unos a otros de principio a fin, de manera muy continuista, acompañando a las imágenes casi en todo momento (apenas hay minutos de metraje en silencio musical). Junten todos elementos que he comentado y díganme ustedes si no estamos ante una ópera cómica hecha cine.
Y encarnando los distintos papeles de este circo tenemos a un grupo muy simpático en el que caras muy jóvenes se codean con veteranos de mil batallas. Y aunque estos últimos sean los que más respeto merecen seguramente, las circunstancias que rodean a los menos curtidos son más interesantes.
En primer lugar encontramos a Heath Ledger como protagonista, una cara bien bonita y un tío bien buenorro para vender la peli a los jóvenes (Hallström desde luego, no era tonto), el cual se encontraba en aquel momento en la cúspide de su carrera, con Brokeback Mountain recien estrenada y Destino de Caballero, Monster's Ball y unos cuantos largometrajes de cierta consideración a sus espaldas. Eran años en los que el actor buscaba a toda costa un reconocimiento de su talento por parte de la crítica y la industria, y seguramente esta fue una de las "otras" producciones que el actor hizo, no sólo para sacar pasta sino para mantenerse en el estrellato, porque en cuanto al despliegue actoral tampoco es que esté especialmente brillante. Tres años más tarde el buscado elogio le llegaría tras su genial encarnación del Joker en El Caballero Oscuro pero, como todo el mundo sabe, ya póstumamente.
La comparsa femenina de Casanova esta interpretada por Sienna Miller, quien encaraba aquí uno de sus primeros papeles de importancia. A posteriori, su carrera ha combinado pelis indies, con cine mainstream de Hollywood, auténticos blockbuster veraniegos e inclusos pelis que han estado en primera línea en los Óscar, pero, al menos para mi parecer, nunca ha llegado a alcanzar un estatus de superestrella como otras actrices de su generación. Eso sí, su solvencia le ha permitido que, desde esta película, no le haya faltado trabajo en ningún momento, hasta el punto de llevar un ritmo de dos o tres pelis realizadas en un sólo año, lo que sin duda se puede llamar un triunfo profesional absoluto, ¿no les parece?.
Y para terminar con los yogurines, ya en papeles secundarios, tenemos a dos caritas muy jóvenes a las que hemos visto crecer y medrar en la última década. Con 23 añitos que tenían cada uno por aquel entonces tenemos, por un lado, al londinense Charlie Cox, el cual comenzaba por aquellos años a hacer sus pinitos como secundario en el cine y que tardaría unos cuantos más en obtener su primer papel protagonista en una adaptación a la gran pantalla de una obra de Neil Gaiman, Stardust. Años después continuaría apareciendo aquí y allá en cine y televisión hasta que ya en años recientes y gracias al boom de las series saltaría a primera plana en primer lugar por un papel principal en dos temporadas de Boardwalk Empire y en segundo, como no, por su interpretación del abogado ciego Matt Murdock y su alter ego superheroico Daredevil en las series de superhéroes Marvel producidas por Netflix. Por otro lado tenemos a la también británica Natalie Dormer debutando en el cine y encarnando a la vírgen veneciana Victoria Donato, un papel muy simpático y cachondo y una interpretación muy carismática que mostraba que la actriz apuntaba maneras. Al igual que a Cox, el ascenso a primera división le llegaría de mano de la proliferación seriéfila de los últimos años, gracias a su papel de Ana Bolena en Los Tudor y, sobre todo, por su participación en esa auténtica catapulta al estrellato que ha sido y es el Juego de Tronos de la HBO.
Como contrapartida a tanto intérprete con la pubertad recién pasada tenemos a un puñado de veteranos. El doblaje que hizo para el personaje de Scar en El Rey León fue lo que llamó la atención de Lasse Hallström para escoger a Jeremy Irons como villano de la función, ya que necesitaba de las dotes de un actor con la suficiente presencia como para resultar creíble como malo maloso y con las dosis de vis cómica requeridas para que no desentonara en el cachondeo que la peli pretendía ser. Lena Olin, actriz habitual del difunto Ingmar Bergman y esposa del propio Hallström interpreta a la madre de Francesca, mientras que Oliver Platt , actor con un poco de todo en su filmografía (sin ir mal lejos, la última vez que le vi fue encarnando a uno de los ridículos protagonistas de Mandíbulas), es el que se calza las vestiduras como el auténtico prometido de la doncella, cuya identidad es usurpada por Casanova. Cierra el plantel de secundarios conocidos Helen McRory, que así a lo pronto igual no dice mucho a la gente de mi edad, pero que ha sido una presencia recurrente a lo largo de la saga Harry Potter encarnando a Narcissa Malfoy y, actualmente, se encuentra rondando los ambientes televisivos con papeles recurrentes en la ya finalizada Penny Dreadful y en Peaky Blinders.
A pesar de que fue acogida bastante bien en su premiere en, como no podría ser de otra forma, Venecia, la buena fama de Casanova duró más bien poco. La crítica, si bien no se cebó excesivamente con ella, la calificó como algo mediocre siendo lo más positivo posible.
El público tampoco respondió como debería a la fama incipiente de su protagonista. La peli reacudó algo más de 36 millones de dólares en todo el mundo, cifra que se me antoja escasa para una producción de estas características. En España logró sentar a algo más de 433.000 espectadores en las butacas.
Haciendo la comparativa con la previamente comentada El Perfume, esta última le sacó, tan sólo un año después, 100 millones de dólares de ventaja en taquilla y casi un millón en número de espectadores españoles. Contando con esto, creo que aun desconociendo las cifras presupuestarias que manejó Casanova, se puede considerar esta como un fracaso en toda regla.
Y, sin embargo, cuando me paro a pensar en ella, mis sensaciones se resumen en que, al igual que El Perfume, es una película que metería sin problemas en la categoría del "Bien, sin más" (no es una mala película ni de coña) , pero a diferencia de esta, si revisioné Casanova pensando en lo que me sorprendió y gustó para bien en su primer visionado, y no por mera curiosidad para comprobar como le habían pasado factura los años. Teniendo en cuenta esto y sumándolo al entretenimiento y diversión proporcionados...pues sinceramente, creo que en el choque entre ambos films, gana la peli de Hallström de calle. Super divertida y recomendable.