Páginas

martes, 27 de junio de 2017

Dobles Programas bizarros (IV): BLADE de Stephen Norrington + BLADE II de Guillermo del Toro


Título: Blade
Director: Stephen Norrington
Año: 1998
Guión: David S. Goyer
Intérpretes: Wesley Snipes (Blade), Stephen Dorff (Deacon Frost), Kris Kristofferson (Whistler), N' Bushe Wright (Karen), Donald Logue (Quinn), Udo Kier (Dragonetti)

Si nos retrotraemos a principios de los 2000 y repasamos el listado de películas de terror que lo petaron, enseguida nos encontraremos con algunas de esas cintas de acción mal clasificadas dentro de dicho género. Con Resident Evil y Underworld a la cabeza, todas estas películas compartían una estética común: cuero negro, estética videoclipera con las secuencias de acción montadas a 50 planos por segundo, música electrónica con alguna raperada de por medio y actores de mierda de protagonistas. Muchos dirán que esto es una prueba más del daño que hizo a la industria el fenómeno Matrix, pero hoy vengo a recordar que ya antes de esta había ejemplos previos de esta corriente tan curiosa como odiosa.
El cazavampiros Blade siempre ha sido un secundario de lujo en los tebeos Marvel. Desde su aparición en las páginas de La Tumba de Drácula hasta sus apariciones más recientes como inesperado héroe en el último volumen de Poderosos Vengadores,  “El que ha visto el sol” ha tenido sus momentos más o menos gloriosos, pero nunca ha sido una de las grandes bazas de la editorial. Por tanto, no es de extrañar que a la hora de adaptarlo al cine, la poderosa compañía diera luz verde a una película que tiraba más hacia la serie B y la calificación para mayores de 18 años. No había motivos para no hacerlo. Y he aquí que tenemos la primera entrega de la que acabaría siendo una trilogía.

Eric Brooks, más conocido como Blade, es un hombre mitad vampiro, mitad humano, capaz de caminar a plena luz del día pero dependiente del plasma sanguíneo para su subsistencia, que lleva años cazando chupasangres obsesionado con la idea de encontrar al vampiro que infectó y acabó con la vida de su madre. Junto a un reducido grupo de aliados, su camino le llevará a cruzarse con Deacon Frost, un líder vampiro que pretende invocar a un antiguo dios de la sangre llamado La Magra para lograr por todas la supremacía de su raza frente a los seres humanos.
En primer lugar, he de decir lo fascinante que me parece todo ese universo vampírico que nos presenta la película, en el que los chupópteros básicamente se dedican a ir a raves, matar peña y consumir su sangre con avidez. Y es que, salvo en un par de ocasiones en las que vemos reuniones de los vampiros más poderosos al más puro estilo club Bildeberg, todos los encuentros de Blade con los vampiros tienen lugar en fiestas nocturnas, ya sean en garitos subterráneos o en pisazos de lujo. El mantener a Blade como un personaje urbano y apegado a las calles es todo un acierto, así como todo ese origen y esos personajes secundarios que se sacan de la manga y que ayudan a empacar un argumento que, por otro lado es tan sencillo y predecible como podría ser un cómic de este personaje. Un trabajo decente de David S. Goyer, que en años posteriores a esta película se mostraría como un referente dentro del cine de superhéroes, siendo responsable de los guiones de la trilogía de Batman de Christopher Nolan o de El Hombre de Acero de Zach Snyder entre unas cuantas otras cintas del género.
El guión de la película estuvo circulando por las productoras durante unos cuantos años antes del inicio de la producción, y múltiples negros fueron barajados como posibles protagonistas. Denzel Washington y Laurence Fishburne fueron considerados para el papel, pero por aquel entonces Wesley Snipes se encontraba en conversaciones con Marvel para protagonizar una posible adaptación de los tebeos de Pantera Negra y fue el que se acabó quedando con el rol protagonista. No sé como lo habrían intepretado otros actores, pero lo que sí sé es que Wesley Snipes aparte de ser un actor de mierda (y, actualmente, ex-presidiario)  es un señor sin carisma alguno que tira por los suelos toda la posible gracia que pudiera tener el personaje y lo convierten en un protagonista soso de pelotas (tampoco estoy pidiendo actorazos, joder, las grandes figuras del cine de acción nunca han sido grandes intérpretes pero por lo menos tenían una chispa con la que ganarse al espectador).

Originalmente se planeó que el antagonista de la película fuera el vampiro Morbius, pero una serie de problemas con la propiedad de los derechos cinematográficos de Spiderman (tebeo al que está vinculado dicho personaje) hicieron esto imposible, así que una vez los responsables de la peli se sacaron de la manga esta reinterpretación de un villano de segunda como Deacon Frost. Para interpretarlo recurrieron a Stephen Dorff, un cutre de tomo y lomo y un actor bastante penoso que se casca aquí la que posiblemente sea su interpretación  más conocida hasta la fecha. Pero no es la única cara medianamente reconocida del elenco. Acompañando a héroe y villano tenemos a Kris Kristofferson (reconocido fundamentalmente por su participación como co-protagonista en Pat Garrett y Billy el Niño de Sam Peckinpah) interpretando a Whistler, una especie de Van Helsing trasnochado que es posiblemente el mejor personaje de la película. También podemos encontrar en el reparto al eterno secundario de inquietante rostro Udo Kier, a un secundario eterno como es Donald Logue (actualmente alzándose como Harvey Bullock en la serie de Tv Gotham) y a la ex-actriz porno Traci Lords haciendo un cameo de pocos minutos.
También en un principio se planteó como posible director al señor David Fincher, pero cuando este huyó con el rabo entre las piernas acabó dirigiendo el cotarro Stephen Norrington, un señor prácticamente novato y que tras ser responsable del deleznable espectáculo de cámaras y montaje de esta película volvió a cubrirse de gloria unos cuantos años después adaptando el mítico tebeo de Alan Moore La Liga de los hombres extraordinarios, adaptación que, dicho sea de paso, fue la causante de que no haya vuelto a sentarse en la silla de director desde entonces.

Blade nos ofrece una adaptación de cómic que se inmiscuye en el subgénero vampírico sin autocensura ni cortapisas. Acción, chulería, algo de gamberrismo…una macarrada que podría tener todas las papeletas para, por lo menos ser un divertimento decente. Y aun así, es una película que me termina aburriendo, algo de lo que es culpable sobre todo su protagonista y el asqueroso trabajo de dirección que ya he comentado repetidas veces. La película partía de un presupuesto  de 45 millones de dólares y logró recaudar casi el triple de este, llegando a coronarse como número uno en su primer fin de semana en España. En cualquier caso, dio dinero más que de sobra para que acabara convirtiéndose en una trilogía, y tendríamos que esperar hasta la tercera parte para encontrarnos con un villano clásico de los tebeos del cazavampiros como es Drácula. Pero antes, pasaríamos por el visionado de…




Título: Blade II
Director: Guillermo del Toro
Año: 2002
Guión: David S. Goyer
Intérpretes: Wesley Snipes (Blade), Kris Kristofferson (Whistler), Leonor Varela (Nyssa), Ron Perlman (Reinhardt), Norman Reedus (Scud), Luke Goss (Nomak), THoms Kretschmann (Damaskinos)

Blade II. Segunda entrega de la trilogía con Wesley Snipes de nuevo a la cabeza y David S. Goyer a los guiones quien en esta ocasión se curra una historia algo más original: una raza nueva de vampiros, los Segadores, que predan sobre los propios chupasangres está causando estragos dentro del submundo vampírico. La situación llega a tal punto que un gran señor de los chupópteros recluta a Blade para que se ponga al mando de una cuadrilla de guerreros vampiros de élite para atajar el problema de una vez por todas, iniciando una cacería en la que no todo es lo que parece.
Una secuela que mejora en todos los sentidos a la primera parte. Un Wesley Snipes al que, a pesar de seguir siendo un actor de mierda, por fin le sacan algo de jugo en situaciones en las que muestra una simpática química con los personajes de Whistler (interpretado una vez más por el señor Kris Kristofferson)y Reinhardt (encarnado por uno de los feos ilustres de Hollywood, Ron Perlman). Un reparto repleto de caras conocidas: el mencionado Ron Perlman, Norman Reedus (Daryl en The Walking Dead y co-protagonista de uno de mis placeres culpables favorito, Los Elegidos), Karel Roden (Rasputín en Hellboy),Luke Goss (que interpretaría al villano de Hellboy II y al piloto de carreras Frankenstein en dos de las tres entregas de la saga-reboot Death Race de Paul W.S. Anderson), el ahora archiconocido Donnie Yen en uno de sus primeros papeles en Hollywood (quien también ejerce las labores de coreógrafo en alguna de las mejores escenas de acción del film), el alemán Thomas Kretschmann (conocido por su papel de oficial nazi en El Pianista y también por su breve paseo por el Universo cinematográfico Marvel encarnando al Barón Strucker) y un cameo del caricato persona, Santiago Segura. Junto a tanto rabo, un papel femenino secundario que pasó por las manos de pibones como Asia Argento, Kristanna Loken o Elena Anaya y que acabó recayendo en la chilena Leonor Varela, que ni está tan buena ni queda tan resultona como lo habría hecho cualquiera de las otras candidatas.

Al mando del barco, un señor que ganó el prestigio para, en los últimos años, ser ninguneado: Guillermo del Toro. Por aquel entonces Guille (su madre le llama Guille y yo le llamo Guille) ya había dirigido un encargo para Hollywood, Mimic, y una cinta de prestigio, El espinazo del diablo. Con Blade II detecto que Del Toro está ensayando para la que fue su gran catapulta al estrellato dos años después: Hellboy. Aunque copia en parte el estilo videoclipero de Stephen Norrington si que se asegura de que el montaje de las escenas de acción no sea tan atroz y alocado como en la primera entrega e incluso llega a dejar quieta la cámara en ciertos momentos y a introducir puntualmente el bullet-time, consecuencia inevitable de la cátedra sentada por Matrix, en un estilo que es muy similar al que utilizaría luego más depurado en la ya mencionada Hellboy. Pero no acaban las similitudes con su carrera posterior aquí. Y es que ya empieza a asomar la cabeza el verdadero talento de Guillermo del Toro que no es estar tras la cámara, sino coordinar la creación de monstruitos y ambientes fantásticos. Así tenemos por ejemplo a unos vampiros embozados en un “traje de infiltración” que recuerdan poderosamente al Kroenen de la ya mentada Hellboy (cosa que no es de extrañar, pues el propio Mike Mignola, creador de los tebeos del demonio de la mano de piedra, aparece acreditado como artista conceptual) y unos vampiros Segadores que son prácticamente un calco de los que aparecerían más de diez años después en la serie de TV The Strain (la de los vampiros con la lengua-aguijón retráctil y que transmitían la infección a través de unos asquerosos gusanos), adaptación de una trilogía de novelas escritas a pachas entre el propio Del Toro y el escritor norteamericano Chuck Dixon.


Y tampoco tiene mucho más que contar. Una secuela más divertida, menos pesada, con un casting más acertado y simpático, un protagonista ligeramente mejor respecto a la primera entrega, un guión más trabajado y una dirección y una estética que, aunque tira repetidas veces de un CGI ya cantoso aunque no doloroso, está mucho más cuidada que en su predecesora. El resultado, la entrega de la trilogía mejor valorada por crítica y pública y una película que, costando poco más que la primera, lo petó en todo el mundo recaudando más de 150 millones de dólares, dinero más que suficiente para, como he mencionado anteriormente, asegurar una tercera entrega que acabaría siendo la tapa del sarcófago para el cazavampiros al menos hasta que a Marvel se le ocurra rescatarlo de nuevo del ostracismo. Y es que no son pocos los rumores que apuntan a que a no mucho tardar volveremos a oír hablar de “El que ha visto el sol” en el terreno audiovisual. Si tendrán en consideración esta trilogía de pelis o recurrirán de nuevo al señor Wesley Snipes es algo que sólo el tiempo podrá revelar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario