Director: Flora Sigismondi
Año: 2010
Guión: Flora Sigismondi
Intérpretes: Dakota Fanning (Cherie Currie), Kristen Stewart (Joan Jett), Michael Shannon (Kim Fowley), Stella Maeve (Sandy West), Scout Taylor-Compton (Lita Ford), Riley Keough (Marie Currie)
¿Recordáis cuando el estreno de un biopic sobre un grupo de rock era un acontecimiento al que prestar atención y no algo a punto de convertirse en una rutina anual?
Han tenido que pasar años para que peña de la talla de Elton John o Queen a la que todo dios conoce tengan su propio biopic, pero desde que a algún iluminado se le ocurrió trasladar la vida de una afamada estrella del rock a la gran pantalla (que ignoro quien sería y no tengo ganas de buscarlo) hasta el día de hoy hemos tenido de todo pululando en cines con mayor o menor revuelo, desde el biopic de The Doors de Oliver Stone hasta la interpretación de la vida de Johnny Cash que protagonizó Joaquin Phoenix en En la cuerda floja, pasando por, por ejemplo, Sid y Nancy, centrada en la turbia vida del cantante de los Sex Pistols. Muchas de estos productos ni los he visto ni tengo prisa por hacerlo, pero en mi afán por indagar en cosillas que el público pasó por alto, si que saqué unos minutos para tragarme la película que le dedicaron en su momento a las Runaways.
Yo no he tenido contacto con este grupo más allá de los temazos que cualquiera puede llegar a escuchar en algún momento de su vida pero si que tenía el concepto de que, dentro del rock y el punk, fueron todo un pilar fundamental para todo grupo femenino que surgiera en los 80 así como de la categoría de diosas del género de la que gozan tanto Joan Jett como Cherie Currie, las que fueran cantante y guitarrista del grupo respectivamente.
El biopic toma como referencia las memorias de esta última para construir que nos narra la breve vida del grupo desde sus inicios hasta su disolución, centrándose fundamentalmente en el trasfondo y las relaciones interpersonales de sus figuras centrales, Jett y Currie.
Sobre el grupo se ha dicho de todo con el paso de los años, desde que eran una especie de mini comuna lésbica que estaban liadas todas con todas hasta que esta afirmación fue poco menos que un montaje para atraer controversia y atención sobre la banda. La peli abraza sin complejos la corriente de que entre Jett y Currie hubo más que palabras. Si tenemos en cuenta que la peli cuenta con la bendición y apoyo de ambas músicas y que ninguna confirma ni desmiente nada de esto, digo yo que habrá que creerselo, ¿no?
El proyecto fue, desde un principio, idea de la que acabaría siendo su directora Flora Sigismondi, la cual también se encargó del guión de la peli y de buscar financiación, logrando convencer tanto a Joan Jett como a su manager de por aquel entonces para que inyectaran algo de pasta al presupuesto. Sigismondi tenía una larga carrera como directora de videoclips musicales pero este fue su debut cinematográfico, lo que quizá explique las virtudes y defectos del mismo.
The Runaways logra su cometido a la hora de reconstruir la época en la que el grupo estuvo de gira petándolo a más no poder, logra componer unas escenas de directos verdaderamente estimulantes y, a grandes rasgos, transmitirte el buen rollo y la fuerza de la música que estas muchachas hacían. Por otro lado, fracasa estrepitosamente al adaptar la historia del grupo a un ritmo cinematográfico. Para cuando hemos alcanzado el nudo de la trama, esta empieza a avanzar a trompicones. Pasamos de ver al grupo prácticamente aprendiendo a desenvolverse encima de un escenario a comprobar como Currie y Jett compartían rayas de cocaína. No existe una curva bien definida en el guión y eso que básicamente conseguir el tópico y hacer un calco de cualquier otra peli sobre rockstars (parece mentira, pero es que todas siguen el mismo modelo de auge, caída en desgracia y remontada) lo tenía hecho. Vamos, que la peli destaca en todo lo musical y cojea en todo lo cinematográfico.
Y si esta se aguanta es porque sus dos protagonistas, para mi sorpresa, están las dos estupendas en sus respectivos roles. Kristen Stewart, esa actriz que en la mayoría de sus interpretaciones parece estar bajo los efectos del Diazepam, encuentra en Joan Jett un personaje que le sienta como anillo al dedo y en el que resulta verdaderamente creíble (algo increíble teniendo en cuenta que en esa misma época estaba demostrando en la saga Crepúsculo la cota máxima de inutilidad a la que era capaz de llegar). De la misma forma Dakota Fanning, jovencita con practicamente los mismos años de carrera que Stewart a sus espaldas y a la que no he seguido nunca la pista con atención, resulta igualmente convincente en la peli tanto como chica rural a cargo de un padre como subida al escenario vestida con un corsé en plan trabajadora de la noche cantando Cherry Bomb.
La acompañan en el casting un par de chavalitas que no han tenido tanta suerte como ellas con sus carreras cinematográficas, el siempre funcional Michael Shannon justo antes de que Boardwalk Empire practicamente le encasillara en papeles de tío chungo y, en roles más secundarios, la veterana Tatum O'Neal y la actual musa del cine indie Riley Keough, que debutaba en el mundo del cine con esta película.
The Runaways fue un proyecto pequeñito y humilde con el que sus productores tampoco se jugaban demasiado, y menos mal, porque fue un absoluto fracaso en taquilla, recaudando 4,6 millones de dolares en todo el mundo partiendo de un presupuesto de 10. En nuestro país la película sentó a poco más de 12.000 espectadores en las butacas, o lo que es lo mismo, prácticamente a nadie. Para más inri, la única edición de la peli que se editó en formato físico aquí murió junto a la distribuidora Aurum y se encuentra actualmente descatalogadísima y sin perspectiva alguna de que vaya a reeditarse.
Y así, al final, la película se revela como un proyecto fallido que, aunque contó con el beneplácito de la crítica en su momento, pasó sin pena ni gloria y ha quedado completamente en el olvido. Gracias a Dios las carreras de Stewart y Fanning estaban ya bien encaminadas en aquellos años y el fracaso que fue The Runaways no pudo enterrarlas, cosa que no se puede decir de Flora Sigismondi, que tuvo que volver al mundo del videoclip y la TV, donde ha pasado la última década hasta que, el año pasado, consiguió recibir el encargo de una nueva adaptación de la novela Otra vuelta de tuerca de Henry James que, si Dios quiere, veremos estrenada por estos lares este año.
Personalmente opino que la falta de épica y ritmo (algo que si han conseguido lograr los biopics musicales que estamos viendo en cines en los últimos tiempos) es lo que condena a la peli a formar parte de la pila de las cintas poco memorables y mediocres, la cual crece a cada día en tamaño inevitablemente. Bien, pero sin más.
Título: Cats
Director: Tom Hooper
Año: 2019
Guión: Lee Hall y Tom Hooper
Intérpretes: Francesca Hayward (Victoria, la gata blanca), Judi Dench (Old Deuteronomy), Idris Elba (Macavity), Jason Derulo (The Rum Tum Tugger), Jennifer Hudson (Grizabella), James Corden (Bustopher Jones), Rebel Wilson (Jennyanydots), Ian McKellen (Gus, el gato del teatro), Taylor Swift (Bombalurina), Laurie Davidson (Mr. Mistoffeles), Robbie Fairchild (Munkustrap)
Si partimos del hecho de que Cats es uno de esos musicales de Broadway que siempre me han dado puñetero asco, el camino que la adaptación en plan superproducción que se estrenó el año pasado debía seguir para que me entrara bien era complicado. Inevitablemente he caído en la tentación de tragármela porque era incapaz de creer que lo que se decía de la peli fuera cierto del todo. Se comentaba de todo y nada bueno, que si era una atrocidad, la peor película del pasado año, incluso una de las peores de la historia. Son comentarios que le llegan a uno y le hacen babear de la expectación.
Vista de un tirón y de madrugada, que siempre cuesta más, he de decir que ver Cats no hará daño a nadie pero que entiendo perfectamente el rechazo exacerbado que genera en el público.
Antes de nada, demos un pequeño repaso a la pedante premisa del musical que Andrew Lloyd Webber compuso por los años 70 tomando como base una colección de poemas que el célebre T.S. Eliot le dedicó a los simpáticos felinos. La trama de la obra gira en torno a una festividad anual, el baile Jelical (notese mi torpe intento de traducción), en la que los gatos Jélicos se reúnen para esperar a su patriarca, Old Deuteronomy, que escogerá a uno de ellos para que trascienda al más allá y se reencarne en una nueva vida gatuna. De la mano de Victoria, la gata blanca, una recien llegada al grupo conoceremos a todos los candidatos a la esperada elección y también a la terrible amenaza que es el maligno gato Macavity, que espera hacerse con el premio valiéndose de malas artes.
Dejando de lado las opiniones que las composiciones de Lloyd Webber me generan y centrándome en la traslación de estas a la gran pantalla, lo primero que a uno le llama la atención es por que, pudiendo elegir entre maquillar a los actores y meterles en disfraces gatunos o generar a todas las criaturas por ordenador, eligieron la opción intermedia que, vista a posteriori, puede ser fácilmente la peor de todas las posibles.
Los gatos de la película ponen a prueba el concepto del uncanny valley como pocas cosas lo han hecho antes en el cine. El cuerpo de los animales es generado por ordenador mediante captura de movimiento sobre el que el rostro de los actores y actrices es superpuesto después también mediante CGI. El resultado es atroz, no sólo porque el efecto canta una barbaridad cuando los gatos empiezan a hacer movimientos ajenos a los humanos, como trepar por las paredes, sino porque en más de una ocasión el efecto parece no estar del todo conseguido, dando la sensación de que la boca y ojos de los actores está flotando por encima de su cara, algo idóneo para transmitir mal rollo en lugar de ternura. Hay actores en los que los efectos no resultan tan horrendos, como Ian McKellen o Judi Dench, que de tan viejos que están y tantas arrugas que tienen parecen ya muñecos de por si; y otros en lo que lo nefasto de estos está especialmente acentuados, como es el caso de Jennifer Hudson, que juro por Dios que no parece tener en ningún momento sus facciones donde deberían estar, o Idris Elba, al que por alguna razón han decidido generarle menos pelo infográfico que al resto de felinos, con la desagradable consecuencia que es que parezca que el actor está completamente desnudo en escena y a punto de mostrarnos un pene penduleando en el peor momento posible. Para más inri, cuando uno investiga un poco enseguida descubre que, tras los primeros pases de prueba, la peli entera tuvo que pasar por post-producción de nuevo para arreglar los efectos especiales que, según se dice, eran aún más horribles que los que se vieron en el resultado final. Esta tarea se tuvo que hacer a toda pastilla para lograr cumplir con las fechas del calendario previstas, hasta el punto de que, literalmente, se estuvo rehaciendo efectos en CGI hasta el día antes de mandar las copias a los cines. Como perla final al tema, se comenta por las redes sociales, con aparentes pruebas gráficas, que en la versión que se vio en cines había más de un "Glitch" en las infografías, apareciendo gatos con manos humanas con anillos y todo en la gran pantalla. De traca.
Lo peor es que tanto efecto chapucero oculta las interpretaciones del reparto bajo capas y capas de estorbos. Vale que está metida en esto gente como Rebel Wilson, que lleva haciendo el mismo personaje en la gran pantalla desde que la conozco, o una neófita, la bailarina Francesca Hayward, que hace sus coreografías de puta madre aunque lo suyo no sea actuar, pero es que peña como el mencionado Idris Elba o Ray Winstone que ya solo con aparecer en pantalla molan por si solos ven aquí sus capacidades tiradas por el cubo de la basura a causa del espantoso envoltorio que las rodean. Al final resulta que son Jason Derulo o Taylor Swift, dos estrellas de la música con mil y un bolos a sus espaldas, los únicos que no desentonan entre tanto exceso y parecen desenvolverse estupendamente entre música y bailarines.
La cosa es que la mítica productora Amblin iba totalmente en serio con hacer Cats a lo grande. No sólo eso, sino que llevaba años detrás de ello y barajando todo tipo de propuestas para ello. El contar con el nombre de Tom Hooper, director del que posiblemente sea uno de los más exitosos musicales cinematográficos modernos , Los Miserables (que, por cierto, abandona todas las atrevidas decisiones de las que hizo despliegue en dicha cinta para cascarse un trabajo super rutinario), y también con el del propio Lloyd Webber, que se saca una nueva canción de la manga para la ocasión (una pedazo de bosta maloliente dicho sea de paso), por no mencionar el reparto de campanillas al que hemos pegado un repaso en las anteriores líneas, habla por sí sólo de las ambiciones que tenía puestas la productora en el tema. Querían hacer otro gran musical moderno. Querían comerse el mundo y se comieron un mojón.
Entre producción y marketing se calcula que la peli habrá venido a costar unos 200-250 millones de dólares. En taquillas de todo el mundo ha llegado a duras penas a recaudar 76 y, concretamente, en nuestro país, ha sentado a poco más de 100.000 espectadores en las butacas, lo que para una superproducción como esta, estrenada además en fechas navideñas, es una mierda pinchada en un palo. La crítica ha destrozado la película tachándola de basura y de ser un film que expulsa al espectador con sus nefastas decisiones estéticas. El clavo final lo han puesto los últimos Razzies (que son una patraña pero no se puede negar que influyen en el público estándar) que la han premiado en seis de las siete categorías en las que estaba nominada.
Cats va a pasar a la historia como uno de los grandes batacazos de los tiempos recientes y lo penoso es que ni siquiera tiene tantos méritos en contra como para que pueda llegar a ser considerada en un futuro como un clásico de la caspa. Quedará enterrada en el olvido esperando a que alguien la reivindique dentro de unos años. Al menos podemos alegrarnos de que la mayoría del reparto tiene las carreras más que asentadas, porque esta es la típica película que condena el futuro laboral de sus participantes al ostracismo (algo que digo yo que le pasará a la debutante Francesca Hayward, que espero que no pensara en seguir medrando en esto del cine).
Como contraposición final mencionar que, a fecha de hoy, Cats es el cuarto musical con más representaciones de la historia de Broadway, lo que demuestra una vez más que hay cosas que es mejor dejar quietas en su sitio y no tocarlas si no se tienen las cosas claritas.
Todo lo que se ha dicho de la peli esta más que fundamentado visto lo visto. Yo he dicho que a mi, personalmente, no me ha hecho ningún daño. Ahora, no puedo asegurar que no se lo haga a usted.
Lo peor es que tanto efecto chapucero oculta las interpretaciones del reparto bajo capas y capas de estorbos. Vale que está metida en esto gente como Rebel Wilson, que lleva haciendo el mismo personaje en la gran pantalla desde que la conozco, o una neófita, la bailarina Francesca Hayward, que hace sus coreografías de puta madre aunque lo suyo no sea actuar, pero es que peña como el mencionado Idris Elba o Ray Winstone que ya solo con aparecer en pantalla molan por si solos ven aquí sus capacidades tiradas por el cubo de la basura a causa del espantoso envoltorio que las rodean. Al final resulta que son Jason Derulo o Taylor Swift, dos estrellas de la música con mil y un bolos a sus espaldas, los únicos que no desentonan entre tanto exceso y parecen desenvolverse estupendamente entre música y bailarines.
La cosa es que la mítica productora Amblin iba totalmente en serio con hacer Cats a lo grande. No sólo eso, sino que llevaba años detrás de ello y barajando todo tipo de propuestas para ello. El contar con el nombre de Tom Hooper, director del que posiblemente sea uno de los más exitosos musicales cinematográficos modernos , Los Miserables (que, por cierto, abandona todas las atrevidas decisiones de las que hizo despliegue en dicha cinta para cascarse un trabajo super rutinario), y también con el del propio Lloyd Webber, que se saca una nueva canción de la manga para la ocasión (una pedazo de bosta maloliente dicho sea de paso), por no mencionar el reparto de campanillas al que hemos pegado un repaso en las anteriores líneas, habla por sí sólo de las ambiciones que tenía puestas la productora en el tema. Querían hacer otro gran musical moderno. Querían comerse el mundo y se comieron un mojón.
Entre producción y marketing se calcula que la peli habrá venido a costar unos 200-250 millones de dólares. En taquillas de todo el mundo ha llegado a duras penas a recaudar 76 y, concretamente, en nuestro país, ha sentado a poco más de 100.000 espectadores en las butacas, lo que para una superproducción como esta, estrenada además en fechas navideñas, es una mierda pinchada en un palo. La crítica ha destrozado la película tachándola de basura y de ser un film que expulsa al espectador con sus nefastas decisiones estéticas. El clavo final lo han puesto los últimos Razzies (que son una patraña pero no se puede negar que influyen en el público estándar) que la han premiado en seis de las siete categorías en las que estaba nominada.
Cats va a pasar a la historia como uno de los grandes batacazos de los tiempos recientes y lo penoso es que ni siquiera tiene tantos méritos en contra como para que pueda llegar a ser considerada en un futuro como un clásico de la caspa. Quedará enterrada en el olvido esperando a que alguien la reivindique dentro de unos años. Al menos podemos alegrarnos de que la mayoría del reparto tiene las carreras más que asentadas, porque esta es la típica película que condena el futuro laboral de sus participantes al ostracismo (algo que digo yo que le pasará a la debutante Francesca Hayward, que espero que no pensara en seguir medrando en esto del cine).
Como contraposición final mencionar que, a fecha de hoy, Cats es el cuarto musical con más representaciones de la historia de Broadway, lo que demuestra una vez más que hay cosas que es mejor dejar quietas en su sitio y no tocarlas si no se tienen las cosas claritas.
Todo lo que se ha dicho de la peli esta más que fundamentado visto lo visto. Yo he dicho que a mi, personalmente, no me ha hecho ningún daño. Ahora, no puedo asegurar que no se lo haga a usted.