Título: I Spit on your grave: Deja Vu Director: Meir Zachi Año: 2019 Guión: Meir Zachi Intérpretes: Camille Keaton (Jennifer Hills), Jamie Bernadette (Christina Hills), Maria Olsen (Becky), Jonathan Peacy (Kevin), Jim Tavare (Herman), Jeremy Ferdman (Scotty)
Cuando uno habla del infame subgénero del rape and revenge, es inevitable que salga a relucir la saga de I spit on your grave como uno de los ejemplos fundamentales, sino el más relevante, del mismo. La violencia del sexo (como se la conoció cuando se estrenó aquí en España) fue una peli que costó poco y funcionó regular en el circuito grindhouse americano, pero su caracter de largometraje extremo y las escandalosas reacciones la dotaron de inmediato de una pátina que con el tiempo acabaría derivando en una consideración como película de culto. Es esto último lo que llevó al director, productor y guionista de la película, el israelí Meir Zarchi, a involucrarse produciendo un remake de su ópera prima. Si bien el I spit on your grave original es un film que no he visto (y que me da una pereza extrema visionar), si que tengo el concepto de él como un producto que, más allá del efecto escándalo que pudo tener en su tiempo, es aburrido y torpe, hasta el punto de rozar la vergüenza ajena visto a día de hoy. Lo que sí he hecho en estos últimos años es comerme una tras otra toda la tanda de pelis que esputó el mencionado remake.
No se como será La violencia del sexo, pero su sucesora es un film con un par de cojones que consigue ser extremadamente crudo y desagradable en base a tener a unos intérpretes capaces delante de las cámaras y a alguien que no es un completo negado detrás. Fue una peli que, una vez más, no funcionó de cara a la crítica ni excesivamente bien en lo económico, pero que debió calar lo suficiente entre el fan del cine de terror, siempre en busca de lo último en lo referente a violencia extrema y casquería, para que los productores se dieran a continuar con lo que era una franquicia emergente. Así, la secuela del remake, I Spit on your grave 2, trasladaba la acción a Europa del este con mucho menos presupuesto de por medio y un elenco infinitamente menos capaz que los involucrados en su predecesora, lo que la convirtió en una cinta aburrida que destilaba cutrerío por todos sus poros a pesar de las cafrerías que mostraba en pantalla. Esa misma cutreza y zetosidad quedaba patente en la tercera parte, I spit on your grave III: Vengeance is mine, que salió un par de años después con un despliegue de medios y una factura idéntica a su predecesora, solo que esta conseguía solventar esos defectos y convertirse en algo decente a base de una mala leche inexistente en la segunda parte y subvirtiendo el personaje de la protagonista, la cual, a raíz de su traumática experiencia acababa llevando su venganza un paso más allá, convirtiéndose en una asesina misándrica que veía en cualquier hombre, desde un vagabundo de la calle hasta un compañero de la oficina, en un potencial violador al que matar. Eso sí, esta última supuso el fin de la asociación entre Meir Zachi y la compañía Anchor Bay, su distribuidora hasta el momento, que supongo que se hartó de perder dinero.
Claro que el israelí no podía dejar las cosas quietas, pues a lo tonto llevaba desde los años 70 viviendo de la asociación de su nombre a la marca I spit on your grave y el subgénero que representaba. Y así, en 2015 (el mismo del estreno de I spit on your grave III), el susodicho decide marcarse un "Juan Palomo" dirigiendo, guionizando, montando, produciendo y distribuyendo el solito una nueva entrega de su saga. Para ello se amolda a las circunstancias del género de terror apuntándose a dos tendencias muy habituales en la actualidad. Así, I Spit in your grave: Deja Vu es, por un lado una secuela directa tardía que ignora toda la tanda de remakes y secuelas de la pasada década, y por otro un intento de recuperar al personaje original, contando para ello con Camille Keaton, la señora que protagonizó La Violencia del sexo allá por 1978. Ni que decir tiene que los medios con los que contaba eran más ínfimos que nunca y que no existía la más mínima posibilidad de que eso se pudiera estrenar en cines, por lo que, tras tenerla tres años en post-producción cogiendo polvo, tuvo que lanzarla directamente en DVD/Blu-Ray y en aquellas plataformas de streaming que se dignaron a comprarla.
La trama de la peli nos muestra como cuarenta años depues de habers vengado de sus violadores, Jennifer Hills se ha convertido en una escritora de éxito a base de explotar en papel sus desventuras. A consecuencia de esto, los familiares de los violadores muertos deciden, tras todo ese tiempo, ir a buscar a la susodicha y cargarsela para vengar a sus difuntos, secuestrando de paso a la hija de la susodicha a la cual, para más inri, violan y abandonan en el bosque, lo que provocará el reinicio del ciclo de retribución y muerte cuando esta última, seguidamente, tome las armas.
Cual fue mi incredulidad cuando, a los pocos minutos de empezar el visionado, me doy cuenta de que lo tengo delante de mis ojos es una puta peli amateur en toda regla. Rodada torpemente en el video digital más cantoso de todos los que puede haber en el mercado, casi diría que directamente en el puto campo sin permisos de ningún tipo ni nada (hay una escena en la que los malos le pegan una paliza a una de las protas mientras pasan coches sin parar por la carretera que hay justo detrás suya que pone de manifiesto esto último). Con un elenco que es un auténtico festival de sobreactuaciones, empezando por la pobre Camille Keaton, más mala actriz que su puta madre, cuya carrera quedó condicionada tras La Violencia del sexo, viéndose obligada a aceptar papeles similares al que la hizo conocida y, ya en tiempos recientes, reducida a vulgares cameos en pelis de terror y a malvivir profesionalmente a costa del fandom, y terminando por Jamie Bernadette, una actriz de tres al cuarto feucha, bajita, cabezona y sin cuello que el guión de la peli nos quiere colar como una supermodelo de fama mundial, cosa que no resulta creíble en ningún momento. Y si las protas son malas intérpretes, los secundarios ya son para darles de comer aparte, destacando por encima de todos Jonathan Peacy, un barbudo que parece sacado de una peli de Rob Zombie y que parece sufrir de epilepsia de lo exagerado que está en su interpretación de redneck, y Jim Tavare, un grandote calvo que acomete una de las peores interpretaciones de retrasado mental que he tenido la desgracia de echarme a la cara. Incluso el propio Meir Zachi se reserva un papel minúsculo dentro de su propia película, ahorrándose de paso el contratar a un secundario más.
La posible violencia de la que pudiera haber hecho gala la peli queda reducida al mínimo, ya no se si por carencia de medios, de talento o de ideas. Lo más chungo que se llega a ver es una decapitación que ocurre casi íntegramente fuera de cámara. La escena de la violación, momento recurrente de la saga que tan mal cuerpo dejaba en el remake de la original, aquí es tan falsa y ridícula que más que desagrado provoca risa. Vamos, que toda la capacidad de escandalizar de la que podía presumir la peli original brilla aquí por su ausencia.
Es un suma y sigue constante de palpables carencias. Por no tener la peli no tiene ni banda sonora. Y si por lo menos hubiera sido entretenida pues podría haber tenido un pase, pero es que ni eso consigue.
Veamos, cualquiera de sus predecesoras en la saga tiene una duración de, a lo sumo, 90 minutos. I spit in your grave: Deja Vu, sin embargo, se alarga hasta unas insoportables dos horas y media en la que los breves momentos de violencia y acción están intercalados por minutos y minutos de chapa de los personajes, monólogos eternos de los villanos justificando sus acciones y contándonos a viva voz la peli original (momento que aprovecha el director para insertar con calzador planos y secuencias sacados directamente del metraje de esta) y larguísimas tomas de la prota corriendo en bolas por el bosque y de los malos conduciendo quads y furgonetas mientras la persiguen. Recursos que podemos ver una y mil veces en chungueces zetosas por el estilo y que hasta cierto punto son excusables cuando tienes que rellenar metraje como sea para que la peli llegue a la duración mínima, pero que resultan inexplicables en una cinta de 150 minutazos. Es que para mi que el director directamente cogió todo el metraje grabado, lo montó sin recortar escena alguna, le metió las cuatro o cinco secuencias extraídas de la original y se quedó con lo que salió como resultado final.
Un coñazo de los de sufrir que me tuve que ver en cuatro cachos para poder terminarla y que, esta vez, ni el fandom ha respaldado, destruyéndola sin piedad. Entre ventas en formato físico y en streaming, la peli dejo a la producción algo más de 74.000 dólares en recaudación. Viendo la precariedad y los ínfimos medios de los que dispone yo diría que hasta les salió rentable la jugada.
Mira que la saga ha tenido momentos bajos, pero nunca nada tan terrible como esto. Debería ser el punto y final de la explotación de la misma, pero viendo el caracter exploiter de su director, que a lo tonto lleva viviendo, al igual que su protagonista, cuarenta años de la fama, o infamia según se mire, de una única película, yo no las tendría todas conmigo. Lo que está claro es que si en algún momento decide continuarla será en los mismos términos baratos y amateuroides. Y yo ya no se si caeré, porque la verdad, hay formas muchos más sencillas de aburrirse como una ostra.
Título: Los Demonios de la Noche (The Ghost and the Darkness) Director: Stephen Hopkins Año: 1996 Guión: William Goldman Intérpretes: Val Kilmer (Coronel John Henry Patterson), Michael Douglas (Charles Remington), John Kani (Samuel), Bernard Hill (Dr. Hawthorne), Tom Wilkinson (Robert Beaumont), Emily Mortimer (Helena Patterson)
La naturaleza tiene la costumbre de vez en cuando de mandarnos un recordatorio de que aún existen lugares en el campo donde, si te pones a mear en pleno campo, te puede comer algún bicho vivo. Si dejamos de lado el tópico de "el mayor asesino del reino animal es el hombre" y demás consignas ecologistas que ahora mismo no vienen a cuento, en la historia moderna hemos tenido unas cuantas matanzas salvajes perpetradas por animales en sitios donde los humanos se pusieron a pasearse en masa aunque no debieran.
Por ejemplo, los Estados Unidos tuvieron su calvario en la famosa tragedia del buque USS Indianapolis, que se hundió durante la Segunda Guerra Mundial en pleno mar de las Filipinas proporcionando un festín así para los tiburones tigre que habitaban en la zona, los cuales, según las crónicas, llegaron a zamparse a 150 soldados en la debacle. Por aquellas mismas fechas, los japoneses también tuvieron ocasión de servir de comida para bichos cuando, en plena retirada de la Batalla de la isla Ramree, un batallón entero de soldados nipones tuvo la feliz idea de atravesar un pantano infestado de cocodrilos de agua salada, que se comieron a un número aún indeterminado de señores. Aún con todo, en ambas situaciones la fatalidad combinó lugares con gran población animal y un gran aporte de comida fácil de obtener, algo que no se puede aplicar al caso de los leones de Tsavo.
Para situarnos en contexto, a finales del siglo XIX, media europa intentaba sacar su propia tajada del continente africano. Inglaterra no era ajena a esto y tenía el ojo puesto en fortalecer su red ferroviaria en sus colonias africanas. Sin embargo, la construcción del ferrocarril fue paralizada cuando un par de leones de la zona empezaron a entrar en los campamentos de los trabajadores para cazar a los susodichos, escapando impunemente de los militares a cargo de la protección de la obra una y otra vez. Cuando la cosa llegó a niveles intolerables para la cúpula británica, el coronel John Henry Patterson, encargado de supervisar las construcciones, encabezó una prolongada cacería en la que ambos leones acabaron siendo abatidos. Si bien las crónicas parecen haber exagerado el número de víctimas de los leones de Tsavo, si que hay más de un experto que teoriza que tal número de presas superaba con creces lo necesario para satisfacer las necesidades alimenticias de un león normal y corriente. Dicho de otra forma, o bien pasaba algo muy raro con estos felinos en particular, o bien le habían cogido el gusto a la caza del hombre y lo hacían por placer.
En cualquier caso, una historia acojonante y perfecta para trasladarla a la gran pantalla. Al menos eso es lo que pensó William Goldman (autor de los guiones de Todos los hombres del presidente y Dos hombres y un destino, así como de las novelas Marathon Man y La Princesa Prometida, que inspiraron sendas adaptaciones), cuando elaboró y presentó el proyecto a la Paramount en los años 90. Al estudio le gustó la propuesta y empezó a trabajar en ella con ánimos. Al principio querían poner a Brian de Palma a cargo y a Kevin Costner de protagonista pero, tras unas cuantas tentativas a estos y otros profesionales del sector (como ocurre siempre), se tuvieron que conformar con Stephen Hopkins y Val Kilmer. Para más inri entró en el juego la figura de un Michael Douglas completamente alzado (era su mejor momento, justo en la época de Instinto Básico y Un día de furia y con pelis como Black Rain y Wall Street aún cercanas en la mente del espectador), que directamente puso pasta en la mesa y, jugando la baza del productor ejecutivo, exigió que se le diera el papel del cazador Remington, que Goldman compuso originalmente con Burt Lancaster en mente, y que se le aupara de mero secundario a co-protagonista. El guión se retocó y escenas adicionales se tuvieron que añadir a este hasta tal punto de que el propio director acabó hasta los huevos de Douglas y medio renegando de la peli, y eso que hablamos de un señor que venía de dirigir Pesadilla en Elm Street 5 y Depredador 2, que se encuentran bastante alejadas de lo que viene a ser obras memorables. Vamos, que bien quemado tuvo que terminar.
Aún así, gracias a Dios que hicieron esos cambios, porque desde el momento en el que el eje de la película se traslada de las penurias que la construcción del ferrocarril debe solventar con los leones de por medio al "bromance" que se establece entre los personajes de Val Kilmer y Michael Douglas la peli gana enteros sin esfuerzo apenas. Y es que dirán lo que quieran, pero el look de Douglas con melenaza y completamente impregnado de la cultura africana le sienta como un guante al registro, por otro lado limitadito, del actor. Todo lo contrario que Val Kilmer, que entre la media sonrisa bobalicona y las exageradas gesticulaciones de las que hace gala de vez en cuando, parece un autista antes que un reputado coronel británico. Una pésima interpretación, aunque incluso esto parece tener explicación pues el propio Hopkins afirmaba que Kilmer entró en la producción de Los demonios de la noche justo tras terminar el rodaje de esa legendaria puta mierda que es La isla del Dr. Moreau (la versión noventera) y en medio de un proceso de divorcio, por lo que estaba completamente agotado a todos los niveles posibles y, por momentos, parecía completamente ido y ajeno del rodaje. Mayor mérito para el protagonista y el director que, aún así, consiguieron sacar adelante la peli entera con todas sus complicaciones para ambos.
Y hablando de este último, decir que ejecuta aquí un trabajo clásico de artesano de Hollywood, con alguna de las decisiones estilísticas propias de aquellos años (algún ralentí que estorba, algún trucaje de cámara que se ha quedado viejo e incluso, me pareció detectar, algún plano con CGI primitivo que también canta bastante), pero más que funcional y profesional. Después de esto tuvo una buena racha de proyectos cinematográficos encadenados a finales de los 90 hasta que se metió a primeros de los 2000 en TV con la serie 24 y dejó el cine salvo por un par de ocasiones completamente irrelevantes.
Para rodar las escenas con los leones (lo siento, animalistas) se contó con la presencia de dos leones de zoológico amaestrados para tal efecto, Caesar y Bongo (que también aparecieron por la misma época en George de la Jungla), y de la inestimable labor del gran técnico de efectos especiales Stan Winston (que ya sólo con las sagas de Terminator, Jurassic Park y Depredador tiene currículum y logros para aburrir), que se cascó unos animatrónicos felinos que no cantan nada de nada en ninguno de los planos en los que se les utiliza (si alguno se atreve, que coja pelis de esa misma década donde se usan también leones de pega, como Jumanji, y haga la comparación de efectos para comprobar lo bien hechos que están aquí).
Tras su estreno, la crítica destrozó la película poniéndola como poco menos que una puta mierda y un insulto a la ya clásica fórmula cinematográfica de la "aventura africana". Aun así, la peli gozó de un éxito de público moderado, recaudando algo más de 75 millones de dólares partiendo de un presupuesto de 55. Aquí en España la vieron algo más de 729.000 espectadores. Poco me parece para una peli grande de estudio con dos actores de moda de la época en el cartel, pero también es verdad que el tema de la misma era quizá algo arriesgado para el público estándar. En formato doméstico se editó en su momento tanto en VHS como en Laserdisc y DVD. Eso sí, una vez y no más ,así que si alguno está interesado en ella le toca rebuscar en los mercados de segunda mano y coleccionismo.
Personalmente es una película que he visto varias veces en mi vida, quedando satisfecho en todas y cada una de ellas. Bien es verdad que hoy día puedo verle las costuras a la dirección o notar las deficiencias actorales de Val Kilmer, pero a grandes rasgos me parece un producto super entretenido de consumo y que gestiona muy bien la tensión de la trama, algo especialmente a tener en cuenta en las pelis con animal asesino de por medio, tan propensas a las exageraciones y excentricidades de las "monster movies". Una peli olvidada de la segunda mitad de los 90 (recordemos, una época considerada nefasta para la historia del cine) que yo creo que merece que le guardemos un lugar en la memoria de cierta relevancia.
Título: The Runaways Director: Flora Sigismondi Año: 2010 Guión: Flora Sigismondi Intérpretes: Dakota Fanning (Cherie Currie), Kristen Stewart (Joan Jett), Michael Shannon (Kim Fowley), Stella Maeve (Sandy West), Scout Taylor-Compton (Lita Ford), Riley Keough (Marie Currie)
¿Recordáis cuando el estreno de un biopic sobre un grupo de rock era un acontecimiento al que prestar atención y no algo a punto de convertirse en una rutina anual?
Han tenido que pasar años para que peña de la talla de Elton John o Queen a la que todo dios conoce tengan su propio biopic, pero desde que a algún iluminado se le ocurrió trasladar la vida de una afamada estrella del rock a la gran pantalla (que ignoro quien sería y no tengo ganas de buscarlo) hasta el día de hoy hemos tenido de todo pululando en cines con mayor o menor revuelo, desde el biopic de The Doors de Oliver Stone hasta la interpretación de la vida de Johnny Cash que protagonizó Joaquin Phoenix en En la cuerda floja, pasando por, por ejemplo, Sid y Nancy, centrada en la turbia vida del cantante de los Sex Pistols. Muchas de estos productos ni los he visto ni tengo prisa por hacerlo, pero en mi afán por indagar en cosillas que el público pasó por alto, si que saqué unos minutos para tragarme la película que le dedicaron en su momento a las Runaways.
Yo no he tenido contacto con este grupo más allá de los temazos que cualquiera puede llegar a escuchar en algún momento de su vida pero si que tenía el concepto de que, dentro del rock y el punk, fueron todo un pilar fundamental para todo grupo femenino que surgiera en los 80 así como de la categoría de diosas del género de la que gozan tanto Joan Jett como Cherie Currie, las que fueran cantante y guitarrista del grupo respectivamente.
El biopic toma como referencia las memorias de esta última para construir que nos narra la breve vida del grupo desde sus inicios hasta su disolución, centrándose fundamentalmente en el trasfondo y las relaciones interpersonales de sus figuras centrales, Jett y Currie.
Sobre el grupo se ha dicho de todo con el paso de los años, desde que eran una especie de mini comuna lésbica que estaban liadas todas con todas hasta que esta afirmación fue poco menos que un montaje para atraer controversia y atención sobre la banda. La peli abraza sin complejos la corriente de que entre Jett y Currie hubo más que palabras. Si tenemos en cuenta que la peli cuenta con la bendición y apoyo de ambas músicas y que ninguna confirma ni desmiente nada de esto, digo yo que habrá que creerselo, ¿no?
El proyecto fue, desde un principio, idea de la que acabaría siendo su directora Flora Sigismondi, la cual también se encargó del guión de la peli y de buscar financiación, logrando convencer tanto a Joan Jett como a su manager de por aquel entonces para que inyectaran algo de pasta al presupuesto. Sigismondi tenía una larga carrera como directora de videoclips musicales pero este fue su debut cinematográfico, lo que quizá explique las virtudes y defectos del mismo.
The Runaways logra su cometido a la hora de reconstruir la época en la que el grupo estuvo de gira petándolo a más no poder, logra componer unas escenas de directos verdaderamente estimulantes y, a grandes rasgos, transmitirte el buen rollo y la fuerza de la música que estas muchachas hacían. Por otro lado, fracasa estrepitosamente al adaptar la historia del grupo a un ritmo cinematográfico. Para cuando hemos alcanzado el nudo de la trama, esta empieza a avanzar a trompicones. Pasamos de ver al grupo prácticamente aprendiendo a desenvolverse encima de un escenario a comprobar como Currie y Jett compartían rayas de cocaína. No existe una curva bien definida en el guión y eso que básicamente conseguir el tópico y hacer un calco de cualquier otra peli sobre rockstars (parece mentira, pero es que todas siguen el mismo modelo de auge, caída en desgracia y remontada) lo tenía hecho. Vamos, que la peli destaca en todo lo musical y cojea en todo lo cinematográfico.
Y si esta se aguanta es porque sus dos protagonistas, para mi sorpresa, están las dos estupendas en sus respectivos roles. Kristen Stewart, esa actriz que en la mayoría de sus interpretaciones parece estar bajo los efectos del Diazepam, encuentra en Joan Jett un personaje que le sienta como anillo al dedo y en el que resulta verdaderamente creíble (algo increíble teniendo en cuenta que en esa misma época estaba demostrando en la saga Crepúsculo la cota máxima de inutilidad a la que era capaz de llegar). De la misma forma Dakota Fanning, jovencita con practicamente los mismos años de carrera que Stewart a sus espaldas y a la que no he seguido nunca la pista con atención, resulta igualmente convincente en la peli tanto como chica rural a cargo de un padre como subida al escenario vestida con un corsé en plan trabajadora de la noche cantando Cherry Bomb.
La acompañan en el casting un par de chavalitas que no han tenido tanta suerte como ellas con sus carreras cinematográficas, el siempre funcional Michael Shannon justo antes de que Boardwalk Empire practicamente le encasillara en papeles de tío chungo y, en roles más secundarios, la veterana Tatum O'Neal y la actual musa del cine indie Riley Keough, que debutaba en el mundo del cine con esta película.
The Runaways fue un proyecto pequeñito y humilde con el que sus productores tampoco se jugaban demasiado, y menos mal, porque fue un absoluto fracaso en taquilla, recaudando 4,6 millones de dolares en todo el mundo partiendo de un presupuesto de 10. En nuestro país la película sentó a poco más de 12.000 espectadores en las butacas, o lo que es lo mismo, prácticamente a nadie. Para más inri, la única edición de la peli que se editó en formato físico aquí murió junto a la distribuidora Aurum y se encuentra actualmente descatalogadísima y sin perspectiva alguna de que vaya a reeditarse.
Y así, al final, la película se revela como un proyecto fallido que, aunque contó con el beneplácito de la crítica en su momento, pasó sin pena ni gloria y ha quedado completamente en el olvido. Gracias a Dios las carreras de Stewart y Fanning estaban ya bien encaminadas en aquellos años y el fracaso que fue The Runaways no pudo enterrarlas, cosa que no se puede decir de Flora Sigismondi, que tuvo que volver al mundo del videoclip y la TV, donde ha pasado la última década hasta que, el año pasado, consiguió recibir el encargo de una nueva adaptación de la novela Otra vuelta de tuerca de Henry James que, si Dios quiere, veremos estrenada por estos lares este año.
Personalmente opino que la falta de épica y ritmo (algo que si han conseguido lograr los biopics musicales que estamos viendo en cines en los últimos tiempos) es lo que condena a la peli a formar parte de la pila de las cintas poco memorables y mediocres, la cual crece a cada día en tamaño inevitablemente. Bien, pero sin más.
Título: Cats
Director: Tom Hooper
Año: 2019
Guión: Lee Hall y Tom Hooper
Intérpretes: Francesca Hayward (Victoria, la gata blanca), Judi Dench (Old Deuteronomy), Idris Elba (Macavity), Jason Derulo (The Rum Tum Tugger), Jennifer Hudson (Grizabella), James Corden (Bustopher Jones), Rebel Wilson (Jennyanydots), Ian McKellen (Gus, el gato del teatro), Taylor Swift (Bombalurina), Laurie Davidson (Mr. Mistoffeles), Robbie Fairchild (Munkustrap)
Si partimos del hecho de que Cats es uno de esos musicales de Broadway que siempre me han dado puñetero asco, el camino que la adaptación en plan superproducción que se estrenó el año pasado debía seguir para que me entrara bien era complicado. Inevitablemente he caído en la tentación de tragármela porque era incapaz de creer que lo que se decía de la peli fuera cierto del todo. Se comentaba de todo y nada bueno, que si era una atrocidad, la peor película del pasado año, incluso una de las peores de la historia. Son comentarios que le llegan a uno y le hacen babear de la expectación.
Vista de un tirón y de madrugada, que siempre cuesta más, he de decir que ver Cats no hará daño a nadie pero que entiendo perfectamente el rechazo exacerbado que genera en el público.
Antes de nada, demos un pequeño repaso a la pedante premisa del musical que Andrew Lloyd Webber compuso por los años 70 tomando como base una colección de poemas que el célebre T.S. Eliot le dedicó a los simpáticos felinos. La trama de la obra gira en torno a una festividad anual, el baile Jelical (notese mi torpe intento de traducción), en la que los gatos Jélicos se reúnen para esperar a su patriarca, Old Deuteronomy, que escogerá a uno de ellos para que trascienda al más allá y se reencarne en una nueva vida gatuna. De la mano de Victoria, la gata blanca, una recien llegada al grupo conoceremos a todos los candidatos a la esperada elección y también a la terrible amenaza que es el maligno gato Macavity, que espera hacerse con el premio valiéndose de malas artes.
Dejando de lado las opiniones que las composiciones de Lloyd Webber me generan y centrándome en la traslación de estas a la gran pantalla, lo primero que a uno le llama la atención es por que, pudiendo elegir entre maquillar a los actores y meterles en disfraces gatunos o generar a todas las criaturas por ordenador, eligieron la opción intermedia que, vista a posteriori, puede ser fácilmente la peor de todas las posibles.
Los gatos de la película ponen a prueba el concepto del uncanny valley como pocas cosas lo han hecho antes en el cine. El cuerpo de los animales es generado por ordenador mediante captura de movimiento sobre el que el rostro de los actores y actrices es superpuesto después también mediante CGI. El resultado es atroz, no sólo porque el efecto canta una barbaridad cuando los gatos empiezan a hacer movimientos ajenos a los humanos, como trepar por las paredes, sino porque en más de una ocasión el efecto parece no estar del todo conseguido, dando la sensación de que la boca y ojos de los actores está flotando por encima de su cara, algo idóneo para transmitir mal rollo en lugar de ternura. Hay actores en los que los efectos no resultan tan horrendos, como Ian McKellen o Judi Dench, que de tan viejos que están y tantas arrugas que tienen parecen ya muñecos de por si; y otros en lo que lo nefasto de estos está especialmente acentuados, como es el caso de Jennifer Hudson, que juro por Dios que no parece tener en ningún momento sus facciones donde deberían estar, o Idris Elba, al que por alguna razón han decidido generarle menos pelo infográfico que al resto de felinos, con la desagradable consecuencia que es que parezca que el actor está completamente desnudo en escena y a punto de mostrarnos un pene penduleando en el peor momento posible. Para más inri, cuando uno investiga un poco enseguida descubre que, tras los primeros pases de prueba, la peli entera tuvo que pasar por post-producción de nuevo para arreglar los efectos especiales que, según se dice, eran aún más horribles que los que se vieron en el resultado final. Esta tarea se tuvo que hacer a toda pastilla para lograr cumplir con las fechas del calendario previstas, hasta el punto de que, literalmente, se estuvo rehaciendo efectos en CGI hasta el día antes de mandar las copias a los cines. Como perla final al tema, se comenta por las redes sociales, con aparentes pruebas gráficas, que en la versión que se vio en cines había más de un "Glitch" en las infografías, apareciendo gatos con manos humanas con anillos y todo en la gran pantalla. De traca.
Lo peor es que tanto efecto chapucero oculta las interpretaciones del reparto bajo capas y capas de estorbos. Vale que está metida en esto gente como Rebel Wilson, que lleva haciendo el mismo personaje en la gran pantalla desde que la conozco, o una neófita, la bailarina Francesca Hayward, que hace sus coreografías de puta madre aunque lo suyo no sea actuar, pero es que peña como el mencionado Idris Elba o Ray Winstone que ya solo con aparecer en pantalla molan por si solos ven aquí sus capacidades tiradas por el cubo de la basura a causa del espantoso envoltorio que las rodean. Al final resulta que son Jason Derulo o Taylor Swift, dos estrellas de la música con mil y un bolos a sus espaldas, los únicos que no desentonan entre tanto exceso y parecen desenvolverse estupendamente entre música y bailarines.
La cosa es que la mítica productora Amblin iba totalmente en serio con hacer Cats a lo grande. No sólo eso, sino que llevaba años detrás de ello y barajando todo tipo de propuestas para ello. El contar con el nombre de Tom Hooper, director del que posiblemente sea uno de los más exitosos musicales cinematográficos modernos , Los Miserables (que, por cierto, abandona todas las atrevidas decisiones de las que hizo despliegue en dicha cinta para cascarse un trabajo super rutinario), y también con el del propio Lloyd Webber, que se saca una nueva canción de la manga para la ocasión (una pedazo de bosta maloliente dicho sea de paso), por no mencionar el reparto de campanillas al que hemos pegado un repaso en las anteriores líneas, habla por sí sólo de las ambiciones que tenía puestas la productora en el tema. Querían hacer otro gran musical moderno. Querían comerse el mundo y se comieron un mojón.
Entre producción y marketing se calcula que la peli habrá venido a costar unos 200-250 millones de dólares. En taquillas de todo el mundo ha llegado a duras penas a recaudar 76 y, concretamente, en nuestro país, ha sentado a poco más de 100.000 espectadores en las butacas, lo que para una superproducción como esta, estrenada además en fechas navideñas, es una mierda pinchada en un palo. La crítica ha destrozado la película tachándola de basura y de ser un film que expulsa al espectador con sus nefastas decisiones estéticas. El clavo final lo han puesto los últimos Razzies (que son una patraña pero no se puede negar que influyen en el público estándar) que la han premiado en seis de las siete categorías en las que estaba nominada. Cats va a pasar a la historia como uno de los grandes batacazos de los tiempos recientes y lo penoso es que ni siquiera tiene tantos méritos en contra como para que pueda llegar a ser considerada en un futuro como un clásico de la caspa. Quedará enterrada en el olvido esperando a que alguien la reivindique dentro de unos años. Al menos podemos alegrarnos de que la mayoría del reparto tiene las carreras más que asentadas, porque esta es la típica película que condena el futuro laboral de sus participantes al ostracismo (algo que digo yo que le pasará a la debutante Francesca Hayward, que espero que no pensara en seguir medrando en esto del cine).
Como contraposición final mencionar que, a fecha de hoy, Cats es el cuarto musical con más representaciones de la historia de Broadway, lo que demuestra una vez más que hay cosas que es mejor dejar quietas en su sitio y no tocarlas si no se tienen las cosas claritas.
Todo lo que se ha dicho de la peli esta más que fundamentado visto lo visto. Yo he dicho que a mi, personalmente, no me ha hecho ningún daño. Ahora, no puedo asegurar que no se lo haga a usted.
Intérpretes: Benicio del Toro (Lawrence Talbot), Anthony Hopkins (Sir John Talbot), Emily Blunt (Gwen Conliffe), Hugo Weaving (Inspector Francis Aberline), Geraldine Chaplin (Maleva)
En ocasiones anteriores he revisado un par de los intentos de la Universal por traer de vuelta a la palestra a sus monstruos clásicos en tiempos recientes. Y aunque todo el mundo tiene presente la trilogía de pelis de La Momia que protagonizó Brendan Fraser y los recientes intentos por montar un universo compartido con La Momia y Drácula: la leyenda jamás contada, ya los hay que se olvidan de los productos que vieron la luz entre medias de ambos. Mucha pereza me entró cuando intenté reseñar el Van Helsing que protagonizó Hugh Jackman cuando más en la cresta de la ola estaba, pero sin embargo si que puedo prescindir de unos minutos para dedicarle unas palabras al reboot de El Hombre Lobo que la Universal produjo en 2010.
Tomando como referencia la película original de los años 40 que protagonizó Lon Chaney, esta nueva versión nos narra como Lawrence Talbot vuelve a su hogar natal en los páramos ingleses para reencontrarse con su distanciado padre e investigar la muerte de su hermano, al que se encuentran hecho pedacitos en medio de la campiña. Durante el transcurso de esta se verá atraído irremediablemente hacia la viuda de su difunto hermano y tendrá que enfrentarse a las consecuencias que todos conocemos tras ser mordido por un hombre lobo una noche de luna llena.
Este es uno de esos proyectos que estuvo dando vueltas y vueltas hasta ver la luz. Si bien en los cuatro o cinco años que el guión estuvo danzando por ahí, el baile de directores puestos al frente fue considerable (se llegó a tantear como directores a Brett Ratner, Frank Darabont, James Mangold o Martin Campbell entre otros antes de que Joe Johnston se hiciera con los honores), se concibió en todo momento como un producto que iba a contar con Benicio del Toro al frente como protagonista, quien no sólo se considera fan de la cinta original, sino que además afirma ser un ávido coleccionista de material original y/o creado a partir de dicha película.
Del Toro podrá ser todo lo fan que quiera del Hombre Lobo de la Universal, pero eso no quita que el difícil físico que posee (esa carucha de borrachín trasnochado...) haga complicado el que te lo creas encarnando a un lord inglés, algo que el guión solventa de manera acertada presentándolo como la oveja negra de la familia, quién no sólo frecuenta los círculos dela farándula sino que tiene antecedentes de problemas mentales e ingresos en psiquiátricos. Teniendo en cuenta esto, se nota que el señor le pone muchas ganas, especialmente en las transformaciones, momentos de máximo sufrimiento físico, pero eso no quita que peque de sobreactuar por encima de lo exigido por el guión, algo a lo que, por fortuna o por desgracia, ya estamos acostumbrados cualquiera que henos tenido más de un contacto con sus performances, especialmente en el terreno más mainstream.
Le acompañan en el reparto un Anthony Hopkins con un registro completamente agotado y en su momento de mayor zozobra profesional, justo antes de que la Marvel lo reflotara un poco con Thor; una solvente Emily Blunt cuya carrera aún estaba despegando hace las veces de interés amoroso del protagonista, mientras que un Hugo Weaving en la línea que suele mostrar cada vez que se mete en algo mínimamente relacionado con el género fantástico encarna a un poli de Scotland Yard que investiga las misteriosas desapariciones que se dan por la zona donde transcurren los hechos, el cual, que para más inri, estuvo involucrado en el caso de Jack el Destripador años antes de los acontecimientos de la peli (¡¡¡Universo Compartido!!!). A lo largo del metraje encontramos también sendos cameos de Geraldine Chaplin encarnando a una vieja gitana y de Max Von Sydow, este último borrado de la versión cinematográfica, que encarna a un transeúnte que le regala un bastón con cabeza de lobo al personaje de Del Toro en una referencia directa al clásico original.
Dirige la cinta, como he mencionado antes, Joe Johnston, director de estudio con todas las de la ley que, en esta ocasión, tira de los mismos recursos que ya nos dio en Rocketeer o en Capitán América: El Primer Vengador, cultivando el uso de una estética tan artificial y recargada como consciente de si misma que, en esta ocasión, le viene que ni pintada a una peli que intenta por todos los medios lograr una especie de traslación de esa ambientación de terror gótico clásico a los tiempos modernos del cine digital, aderezándola además con buenas dosis de una exageradísima violencia "grand guignolesca".
Entre bambalinas destaca, como no podía ser de otra forma, el magistral trabajo de maquillaje de Rick Baker que se casca una reinterpretación de la estética clásica del Hombre Lobo acojonante de buena, a pesar de que queda ensuciada un poco por la introducción de un CGI ya inevitable en los tiempos en los que se hizo la peli. El reconocimiento absoluto al meritorio curro del susodicho fue un merecido Óscar a Mejor Maquillaje en la edición de ese año que se convirtió, además, en la segunda ocasión en que los licántropos le hacían merecedor de semejante galardón, años después de su labor en Un Hombre Lobo americano en Londres de John Landis.
La banda sonora de la peli, por otro lado, fue la gran damnificada de las idas y venidas del proyecto. Originalmente se encargó al afamado Danny Elfman la composición de una partitura original para la cinta, trabajo que, una vez presentado a la productora, no gustó en absoluto y fue descartado en un primer momento. Elfman, quién contractualmente no estaba obligado a currarse una reescritura y, de hecho, estaba atado de pies y manos por Disney a la Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton, se desligó del proyecto. La Universal tanteó entonces a Paul Haslinger, compositor de la banda sonora de Underworld, para que hiciera algo más cercano a la música electrónica y al "rollo" que los ejecutivos de la productora decían querer.
Cual fue la sorpresa de estos cuando, al poner el trabajo de Haslinger al lado de las primeras secuencias finiquitadas por Johnston, vieron que ambas no pegaban ni con cola. La solución, echar a toda pastilla a Haslinger y contratar a cuatro o cinco arreglistas para que montaran una banda sonora decente a partir de los fragmentos que Elfman había dejado atrás y que, oficialmente, pertenecían a la productora. El resultado fue que el susodicho compositor aparece acreditado como autor de la banda sonora original y tuvo también la oportunidad de lanzar una versión sin alterar de esta en CD el mismo año del estreno de la peli. Por esos mismos tiempos comenzó a circular por Internet una supuesta versión de la BSO electrónica que había compuesto Haslinger y que, con el tiempo, demostró ser un fake como una catedral de grande, lo que puso por fin el punto y final al culebrón musical que acompañó a El Hombre Lobo durante su producción.
Como buena película maldita, tardó casi dos años en estrenarse desde que se completó la producción, algo que parecía ya anticipar lo que luego aconteció. Y es que el intento de reintroducir de nuevo al licántropo clásico en el colectivo popular fue todo un fracaso para la Universal que, partiendo de un presupuesto de 150 millones de dólares apenas llegó a recaudar 139 en taquillas de todo el mundo. En nuestro país sentó a algo más de 687.000 espectadores, cifra que considero que no está mal para los tiempos en los que se estrenó la peli y para el tipo de producto que es y que probablemente se deba agradecer al atractivo casting que anunciaba el poster. En cualquier caso, esto echó por tierra los planes de la Universal de continuar la historia de El Hombre Lobo con sendas secuelas. Ya en estos últimos años, con todo el asunto del Dark Universe, se rumoreó un posible nuevo relanzamiento del personaje que, en esta ocasión, interpretaría Dwayne "The Rock" Johnson, pero, como todos sabemos, todo quedó en agua de borrajas.
En su momento yo me comí esta peli en cines y salí echando pestes de ella, diciendo que era un producto más bien vago que se apoyaba en la violencia por la violencia para suplir sus carencias. Hoy día podría decir que la peli ha quedado completamente redimida ante mis ojos. Tampoco voy a ponerme a cantar maravillas sobre ella, pero si que reconozco ahora la honestidad de la misma, el entusiasmo de algunos de los profesionales que había detrás de ella y, sobre todo, lo deliciosamente entretenida que es, especialmente si se compara con otros productos nacidos a raíz de los monstruos de la Univesal que vieron la luz aquellos años. Seguramente sea lo mejor que salió en la década pasada de todos aquellos intentos, por muy olvidada que hoy esté.
Título: La Momia (The Mummy) Director: Alex Kurtzman Guión: David Koepp, Christopher McQuarrie y Dylan Kussman Año: 2017 Intérpretes: Tom Cruise (Nick Morton), Sofia Boutella (Ahmanet/ La Momia), Annabelle Wallis (Jenny Halsey), Russell Crowe (Henry Jekylll), Jake Johnson (Sargento Vail)
En un intento de sobreexplotar la moda del Universo Cinematográfico compartido que tanto dinerito le estaba dando a Marvel y, como consecuencia a Disney, los estudios Universal pusieron la vista en su amplio catálogo de pelis de monstruos clásicos con la idea de, una vez más, exprimir hasta el tuétano el legado cinematográfico de esas historias que con tanta pasión escribieron Mary Shelley, Bram Stoker y H.G. Wells ya siglos atrás. Aunque unos años antes ya habían hecho una intentona de reboot con Drácula: la leyenda jamás contada (mirad un poquito más abajo), sería en 2017 donde, con el pintón nombre de Dark Universe, pondrían en marcha su particular versión de Universo Cinematográfico compartido en el que incluir a todas sus criaturas de pesadilla.
Bien es cierto que la idea de juntar varios de estos seres en una misma no era nueva ni siquiera para la propia Universal, quien puede presumir de haberle sacado partido a esa mentalidad exploit desde los años 40 con Frankenstein y el Hombre Lobo hasta la actualidad, pasando por cosas guardadas en el cajón de la infamia como el Van Helsing de 2004 que protagonizó el ídolo de masas Hugh Jackman, pero con el Dark Universe pusieron todas las cartas sobre la mesa. Iban a montar un proyecto descomunal que iba a cumplir a rajatabla todo lo que había hecho grande al Universo Cinematográfico Marvel: interconexión entre todas las películas producidas, grandes reparto, grandes diseños de producción y espectaculares efectos especiales. El punto de partida iba a ser La Momia, personaje que, para todos los que fuimos chavales en los 90, tiene un especial significado al retrotraernos a esas pelis de aventuras protagonizadas por Brendan Fraser que tan buenos ratos nos hizo pasar de peques y que, en esta nueva versión iba a tener de prota nada más y nada menos que a una de las más grandes superestrellas del Hollywood actual, Tom Cruise . Teniendo ya visualizado algo grande y ambicioso, los ejecutivos empezaron a tantear proyectos. Se anunció una nueva versión de El Hombre Invisible que protagonizaría Johnny Depp, que Javier Bardem encarnaría al mostruo de Frankenstein, que la Criatura de la laguna negra y el hombre lobo iban a estar de vueltas, e incluso plantaron en nuestras cabezas la idea de que todos esos personajes, de alguna manera, iban a acabar envueltos en una suerte de gran conflicto con el más terrible de todos los monstruos, Drácula. Estaban convencidos de que se avecinaban buenos años para la Universal.
La aventura no les duró ni un año.
Y ahora, hablemos de la peli que fue el pistoletazo de salida y, a la vez, el clavo del ataúd de un Universo Cinematográfico que ya nació muerto.
En La Momia, Tom Cruise despierta por accidente a una princesa egipcia maldita que irá sembrando el caos y la destrucción por Londres mientras busca una daga mágica que le permitirá traer a un antiguo dios de la muerte a nuestro mundo. La película comienza con un tono de aventura con breves toques de terror para, poco a poco y de manera completamente perceptible, convertirse en poco menos que una peli de superheroes en la que Cruise hace las veces de héroe torpe que prácticamente huye de aquí para allá como pollo sin cabeza recibiendo hostias de los diversos engendros momificados que aparecen cada dos por tres. La villana que da nombre al film se encuentra interpretada en esta ocasión por Sofía Boutella, actriz y modelo argelina que, tras debutar en Hollywood en Kingsman: Servicio Secreto tuvo en La Momia su primer rol importante. Sin ser una gran actriz, su construcción facial y su mirada la aportan un matiz expresivo interesante que el guión intenta explotar intentando darle un cierto aire de sensualidad al personaje que se queda a medio gas. Al menos este se beneficia de tener un diseño muy chulo, especialmente al inicio de la peli cuando apenas es un vulgar cadáver cubierto de harapos, cosa que no se puede decir del otro gran secundario que hace aparición en la cinta. Russell Crowe en su camino al sobrepeso más exagerado se enfunda en un estiloso traje para encarnar al Dr. Jekyll y a su nemesis Edward Hyde poniéndole ciertas ganas al asunto pero quedando lastrado por sus escasos momentos en pantalla y por un diseño perezoso que aun así, gracias a Dios, no repite nefastos errores que el cine tomó en el pasado con el personaje. Cierra el casting la partenaire femenina del protagonista, Annabelle Wallis, actriz conocida principalmente por su participación en las series de Tv Los Tudor y Peaky Blinders a la cual no tengo para nada vista y que recibió una oportunidad de audición para la peli porque el propio Cruise, como fan de dichos programas, lo exigió, por lo que no es de extraño que uno acabe pensando que si acabo en la peli al final fue por la poderosa influencia del actor, y es que no pocas fuentes afirman que Cruise, aparte de aceptar el papel a cambio de que se cumpliera un muy exigente contrato, ejercía prácticamente de déspota cambiando escenas para su lucimiento y corrigiendo decisiones de la productora a voluntad, algo que niegan tanto esta última como el director de la peli, Alex Kurtzman, aunque eso no ha impedido que los conspiranoicos del fandom lo utilicen para explicar el resultado final de la película. Y es que bien es verdad que La Momia, como peli de terror, fracasa estrepitosamente, pero como peli de acción fantástica que intenta copiar el modelo superheroica sale bastante bien parada. De hecho, gana enteros en ritmo y en entretenimiento en cuanto se convierte en una peli de Marvel. Si esto fue debido a la influencia de Cruise, pues bievenida sea.
El director de la cinta, Alex Kurtzman, hace uno de esos trabajos tan planos como solventes tan comunes en el Hollywood actual, aunque bien es verdad que las labores que se le exigían a Kurtzman pasaban más por la coordinación del futuro universo compartido (para lo cual contaba en su currículum con experiencia como showrunner tanto junto a J.J.Abrams en Fringe como a cargo de esa mina de oro que es Hawaii 5.0.) que como director. A cargo del guión encontramos por un lado a Christopher McQuarrie (guionista de Sospechosos habituales y escritor y director de las últimas entregas de la saga Misión Imposible) y por otro a David Koepp, prolífico escritor que ha trabajado mano a mano con grandes de la industria como Spielberg, De Palma o David Fincher. Que semejantes profesionales hayan ido a encontrarse en un proyecto así dice mucho tanto de la pasta invertida en el mismo como de lo que esta gente considera un trabajo de escritura mercenario y puramente alimenticio.
Y así, a lo tonto entre producción, post-producción y marketing, la Universal le había inyectado casi 400 millones de dólares al lanzamiento de su Dark Universe. Una vez La Momia terminó su andadura en taquilla con 410 millones recaudados, cifra ajustada en comparación que acabó traduciéndose en casi 100 millones de pérdidas para el estudio, ya que mucha de esa pasta recaudada, por unas y otras razones, no acabó directamente en los bolsillos de la compañía. Aquí en nuestra patria, la peli metió a casi 1.400.000 espectadores en las butacas, una cifra buena para los tiempos que corren pero que palidece ante los casi 4 millones de culos que sentó la versión de 1999 en los cines.
El público respondió mal ante la cinta. Al ya odio natural que suscita en muchos la persona de Tom Cruise se sumó el que la mezcla de tonos no dejó contentos ni a los fans del cine de terror ni a los del cine de acción y aventura. La crítica directamente la tachó de bodrio falto de originalidad y de estar más pendiente de plantear escenarios futuros que de darle algo de chicha a la película. Bien sabe Dios que esto último es verdad y que, entre guiños y tramas dejadas abiertas a propósito, se ve clara la preocupación del estudio por darse prisa en que quedara claro que esto iba a ser el principio de un plan cinematográfico a gran escala pero, joder, hay pelis de Marvel que son igual de vistosas y están peor construidas y la crítica y el público se deshacen en halagos con ellas.
Y ya digo que, si bien le cuesta arrancar, en cuanto se transforma en una peli de "supers" se convierte también en un entretenimiento puro y duro. No creo ni que sea una peli que merezca 7 nominaciones a los Razzies como tuvo (aunque todos sabemos la puta mierda que son esos premios en realidad) ni tampoco que sea una obra maestra del género pero está chula, hombre ya.
En cuanto al fracasado Dark Universe, parece que se resiste a morir del todo. La Universal no escarmienta y continúa intentando sacar rédito a sus monstruos clásicos. En breves tendremos por las pantallas una nueva versión de El Hombre Invisible que protagonizará Elizabeth Moss y que parece que va ser más una especie de lectura sobre la violencia de género que una peli de terror. ¿Se habrá olvidado ya el estudio del cine espectáculo e intentará ahora conquistar al fan intelectualoide del género? ¿Son los "ultras" de los Ari Aster y los Robert Eggers que pueblan el cine de terror actual el nuevo objetivo de la Universal?
Ya veremos que pasa.
Título: Drácula: La Leyenda jamás contada (Dracula Untold) Director: Gary Shore Año: 2014 Guión: Mark Sazama y Burk Sharpless Intérpretes: Luke Evans (Vlad "El Empalador"/ Drácula), Sarah Gadon (Mirena), Dominic Cooper (Sultán Mehmed ), Art Parkinson (Ingeras), Charles Dance (el Vampiro)
Mencionaba hace unas líneas que antes de La Momia y el fracasado Dark Universe, la Universal ya había tenido un intento previo muy reciente de intentar sacar nueva tajada de sus monstruos.
Es fascinante como con el transcurso de los años Drácula ha pasado de ser un malvado hijo de satanás al que matar a una figura trágica o, como en este caso, directamente un superheroe.
La leyenda jamás contada incorpora la estructura de una peli de orígenes superheroicos y la mezcla con un poco de distorsión histórica para darnos algo más en la línea de Gladiator que de una peli de terror. En ella, Vlad "El Empalador" gobierna Transilvania y mantiene una frágil paz con el imperio otomano. Pero cuando el sultán turco exige que le sea entregado el primogénito de Vlad como rehén, este no dudará no sólo en plantar cara al poderoso enemigo con un puñado de endebles soldados sino también en pactar con un vampiro que mora en unas cuevas cercanas a su castillo para obtener las habilidades sobrenaturales con las que derrotar a los turcos.
Siete años estuvo dando vueltas el proyecto hasta hacerse realidad en los que supongo que habría mil cambios desde la idea original, un "Drácula: Año Cero" dirigida por Alex Proyas, a lo que finalmente salió. El cóctel que nos presenta la Universal en esta ocasión ignora por completo al género del terror y abraza todos los tópicos posibles del cine superheroico más perezoso: personajes maniqueos, la ausencia de una curva de aprendizaje para el héroe e incluso un final abierto que prácticamente anuncia con letras de neón las secuelas por venir. Todo ello narrado por un guión deslavazado, firmado por los autores del libreto de esa magnífica mierda que es Dioses de Egipto, en el que el prólogo y el desenlace son torpes y apresurados mientras que el nudo parece extenderse hasta dar la sensación de que no va a acabar nunca.
Protagoniza la cinta Luke Evans, uno de esos actores que generan simpatía por encima de sus habilidades interpretativas y que habría dado el pego perfectamente como seductor si la peli no hubiese prescindido también de este aspecto del personaje. En su lugar se ve en la labor de encarnar a un líder inspirador, cosa para la que, se ve a la legua, no está tan bien capacitado. Su antagonista es Dominic Cooper, otro de esos actores que caen en gracia y que sufre de tres cuartas partes del mismo problema. Porque para hacer de canallita en Capitán América: El Primer Vengador o en la serie de TV Preacher viene de lujo, pero para hacer de monarca hijoputa y despiadado pues no da la talla aunque lo intente. Redondean el casting Sarah Gadon, mediocre actriz completamente desconocida para mi persona que encarna a la esposa del Empalador; Zach McGowan, uno de los carismáticos piratas de la serie de TV Black Sails al que vemos medio minuto en pantalla haciendo las veces de un Renfield medieval y el veterano Charles Dance, que después de la saga Underworld vuelve a un rol vampiresco metiéndose en la piel de la criatura que otorga los poderes de la noche a Drácula.
Dirige el producto Gary Shore, director venido del mundo de la publicidad y que no ha vuelto a dirigir nada para cines tras La Leyenda Jamás Contada, el cual consigue dar a la peli el lustroso y prístino aspecto del que cualquier producción mainstream a la que un estudio inyecta toneladas de pasta puede presumir, a pesar de que tengamos más de un momento de CGI que de bastante vergüencita ajena.
70 millones de dólares se gastó la Universal en este reboot, triplicando esas cifras en taquillas internacionales. Por nuestras salas, más de 1.120.000 espectadores pasaron para ver las nuevas andanzas del vampiro. Vamos, que fue un éxito en todo regla.
Y sin embargo, la Universal ninguneó a la peli, cerró las puertas a futuras secuelas y aparcó al personaje para centrarse en el naciente Dark Universe y obtener los maravillosos resultados con este que he comentado más arriba.
Drácula: La Leyenda Jamás Contada es aún demasiado reciente para que haya quedado olvidada por el espectador medio, pero no me cabe la menor duda que en futuros años va a seguir ese sendero. Y es que es una peli que, a pesar de tener todos los ingredientes para resultar mínimamente entretenida, fracasa en el intento convirtiéndose en un producto tan poco memorable como aburrido. Sólo hace falta ver la reseña que me ha quedado para darse cuenta de lo poco que da de sí la peli. Una penita.
Título: Nurse 3D Director: Doug Aarniokoski Año: 2013 Guión: David Loughery y Doug Aarniokoski Intérpretes: Paz de la Huerta (Abigail Russell), Katrina Bowden (Danni Rogers), Corbin Bleu (Steve), Judd Nelson (Dr. Robert Morris), Martin Donovan (Dr. Larry Cook)
A lo mejor a la gente se le ha olvidado ya, pero después de la moda absurda del 3D que impuso el pepinazo que fue el Avatar de James Cameron, hubo toda una avalancha de títulos que vieron su estreno asegurado con sólo ponerle la etiqueta de las tres dimensiones en el póster y añadir un puñado de escenas que justificara esto. Particularmente, en el cine de terror y fantástico de serie B, esto fue una práctica común que permitió que salieran a la luz pelis infames que quizá habría sido mejor que permanecieran en el oscurantismo. Esta es una de ellas.
Nurse 3D es un proyecto encargado por la productora Lionsgate que fue rodado en 2011 y rescatado a posteriori para aprovecharse de la moda del 3D de la manera antes mencionada. El film, que gira en torno a una enfermera que asesina a maridos infieles y que le hace la vida imposible a una compañera de trabajo que rechaza sus avances amorosos, se presenta, por un lado, como una especie de relevo de los thrillers eróticos que tan populares fueron en los 90 y, por otro, como una vil explotación del "falso Grindhouse" que Robert Rodríguez y acólitos popularizaron hace no tanto. Aunque conceptualmente pretende colgarse también esa medalla de feminismo mal entendido que esgrimen las pelis protagonizadas por "mujeres vengadoras" (siendo el subgénero rape and revenge la máxima expresión de esta tendencia), la peli acaba mostrándose como tremendamente machista, aprovechando cualquier mínima excusa para que su protagonista enseñe el culo, las tetas, el coño depilado o todo al completo y para que sus compañeras de reparto se paseen en braguitas, tanguita o minifalda delante de la cámara. Un guión pésimo, unas escenas en 3D extremadamente cutres (de las de arrojar cosas a la pantalla) añadidas en el último momento y una alargada secuencia plagada de gore en CGI y que, a todas luces, parece incluida en la trama únicamente para contentar al fan estúpido de la casquería de turno completan los desastrosos cimientos sobre los que se construye esta puta mierda.
La protagonista absoluta es Paz de la Huerta, actriz que se ha movido a lo largo de su carrera desde el cine de autor más cultureta a la serie Z más costrosa posible. Con un estilo de interpretación que en nada desmerece al cultivado en la mayoría de pelis porno que uno puede encontrar en la red, de la Huerta parece más empeñada, por lo que he podido comprobar en otros papeles suyos, en quitarse las bragas a petición del director de turno que en cultivarse como actriz. Todos los roles en los que la he visto (incluyendo su papel secundario en Boardwalk Empire, donde interpretaba a un personaje que le venía como anillo al dedo, el de putón verbenero de pocas luces), son ejecutados de la misma forma con total y absoluta desgana. Pésima actriz que, para más inri, exhibe un físico más desagradable que atractivo en el que queda patente su paso por quirófanos de clínicas de cirugía estética (la cantidad de goma que tiene en labios y pómulos da hasta grima). Durante el rodaje, la susodicha recibió un golpetazo por parte de una de las ambulancias de pega que tenían por el set, por lo que la productora la tuvo que soltar un buen fajo de billetes en concepto de daños y perjuicios. Posteriormente grabaría una serie de diálogos "en off" que narrarían algunas de las secuencias de la película. El resultado obtenido fue tan nefasto que el equipo de la misma decidió eliminar esas líneas de diálogo y sustituirlas por otras dobladas por otra actriz distinta que imitaba el tono y la dicción de De la Huerta, lo que ocasionó que la susodicha llevara a los productores a juicio por los daños infringidos a su persona, exigiendo una compensación de 55 millones de dólares que nunca llegó a recibir porque la demanda no salió adelante. Por si todo esto fuera poco, la actriz puso el remate final en unas declaraciones a la prensa en las que culpó a la película de arruinar su carrera, pues pasó de facturar 2 millones de dólares anuales a tener que refugiarse en la serie B más subterránea e ignota. Hoy día, la tipa vuelve a estar en el candelero a raíz del movimiento #MeToo y su afirmación de que Harvey Weinstein la violó en repetidas ocasiones en algún momento del pasado, pero sus colaboraciones cinematográficas desde el 2015 se pueden contar con los dedos de una mano.
La acompañan en el reparto la co-protagonista Katrina Bowden, actriz con algo más de soltura pero de escasa y televisiva filmografía que se pasea en bragas por los distintos escenarios de la peli (incluso en las risivas escenas en las que se ducha con la ropa interior puesta y procurando no enseñar ni medio pecho al espectador); Corbin Bleu, el olvidadísimo "negro de High School Musical", que también enseña el culete en un par de escenas; Judd Nelson, uno de los jóvenes protagonistas de El Club de los Cinco que, ya avejentado, interpreta a un doctor del hospital que acosa sexualmente a las enfermeras y, de hecho, consigue pasarse por la piedra a más de una (otras dos tacitas de machismo a la mezcla) y, en un cameo tan corto que si parpadeas te lo pierdes, una Kathleen Turner hechísima polvo que uno no sabe muy bien que hace participando en un ñordo como este.
Dirige como puede Douglas Aarniokoski, que antes de esto había trabajado en un buen puñado de ocasiones como asistente de director y director de segunda unidad para Robert Rodríguez (al que plagia toda la impostada estética de la peli, como ya he mencionado), se había currado parte del guión de Puppet Master 4 y 5 y, además, tenía dos o tres ñordos más en su filmografía incluyendo Los Inmortales: Juego Final y Animals, cinta de terror alemana con pinta de serie Z infame que, para más inri, firmó con el molón pseudónimo de Arnold Cassius. Después de Nurse 3D, el tipo se refugió en la Tv, donde van todos aquellos que no triunfan en el cine. Y así, entre Mentes Criminales, las series de superheroes de la CW y Star Trek, no le ha faltado trabajo desde entonces.
En USA la peli desbloqueó un logro histórico al convertirse en la primera peli producida por un gran estudio en ser estrenada en cines y en Video On Demand al mismo tiempo. Costó aproximadamente diez millones de dólares y se estima que, entre salas y ventas domésticas logró recaudar en su primer año de vida poco más de 300.000. Ni siquiera a los trajes de la cinta consiguieron sacarles rentabilidad, que fueron subastados en repetidas ocasiones en 2018 y 2019 con nulo resultado, pues nadie osó pujar por ellos.
Y así, a día de hoy, los únicos sitios en el que alguien guarda un recuerdo positivo de Nurse 3D son los grandes portales de pornografía de Internet, donde cualquiera de las nudistas intervenciones de su protagonista acumula miles y miles de visitas, números que, con el tiempo, continuaran creciendo. Un poético final para una peli de mierda que supongo que, al menos en un principio, tendría alguna expectativa más que acabar convertida en una mera inspiración para la liberación de esperma por parte de onanistas de todo el mundo.
Título: Tolkien Director: Dome Karukoski Año: 2019 Guión: David Gleeson y Stephen Beresford Intérpretes: Nicholas Hoult (J.R.R. Tolkien), Lily Collins (Edith Bratt), Colm Meaney (Padre Francis Morgan), Derek Jacobi (Profesor Joseph Wright), Anthony Boyle (Geoffrey Smith), Patrick Gibson (Robert Gilson), Tom Glynn-Carney (Christopher Wiseman)
¿Son todas las biografías de personajes históricos relevantes dignas de ser adaptadas al cine? Eso es algo que me he preguntado más de una vez más al enfrentarme a un biopic (género cinematográfico que raro es que no funcione) junto a esa otra gran cuestión que es ¿en que momento la fidelidad histórica comienza a ser un estorbo de cara a la película? No se me ocurra mejor caso que ejemplifique el momento en que ambas preguntas se contestan solas que Elizabeth, ese biopic sobre el auge de Isabel I de Inglaterra tan alabado por historiadores por su certeza histórica y tan denostado por mi persona por el tremendo coñazo que era aun teniendo todo, desde un envidiable reparto hasta un diseño de producción excelente, de su lado. Una adaptación extremadamente fiel sobre una figura vital para la historia mundial, y aun así la película que dio base a mi teoría de que la historia británica posterior al descubrimiento de América es aburrida y tiende a regalarnos sopores cinematográficos.
Por otro lado tenemos los biopics sobre figuras literarias, más comunes de lo que la mayoría piensa pero fácilmente olvidables (me viene a la mente de primeras Descubriendo Nunca Jamás, el biopic en torno a James Barrie, el creador de Peter Pan; Las Horas, que hacía lo suyo con Virginia Woolf y, por supuesto, Shakespeare in Love, aunque este último tenía más de ficción que de realidad de por medio). Y lo cierto es que la vida de un escritor puede ser fácilmente un coñazo de historia a no ser que se trate borrachos como Bukowski o de degenerados como Oscar Wilde o el Marqués de Sade.
Y así llegamos a J.R.R. Tolkien, un señor endiosado por todo amante de la literatura fantástica como uno de los grandes patraircas del género pero un hombre del que no he oído a nadie decir que tuviera una vida apasionante, y aun así, suficientemente relevante como para merecer una película. Y sintetizando, Tolkien es, al parecer, una adaptación con muchas libertades y, eso lo puedo asegurar, un aburrimiento considerable. Pero vayamos por partes.
La peli nos narra los acontecimientos más importantes de la vida del escritor desde su infancia hasta que se sentó a escribir El Hobbit, pasando por su época universitaria, su participación en la Primera Guerra Mundial y su romance, prácticamente de cuento, con la que luego sería su esposa.
Conversaciones sobre filología y literatura, una guerra en la que el protagonista no pega un solo tiro y una reflexión sobre la persecución de las aspiraciones artísticas por encima de todo es lo que nos ofrece una peli que, por otro lado, sería interesante visualmente si no fuera porque todos los diseños que ofrece están mangados de adaptaciones anteriores de los trabajos de Tolkien. Por cierto, una obra en la que los guiños al lector de El Señor de los Anillos son muy poco sutiles: el cura que mantiene a los niños Tolkien de pequeños llega en carreta y fumando en pipa como lo hace Gandalf a la Comarca; el grupito de colegas universitarios del escritor son cuatro como cuatro eran los hobbits de la novela e incluso tenemos un soldado acompañando a Tolkien por las trincheras como si fuera poco menos que su escudero que se hace llamar Sam.
La traslación de la vida de Tolkien al cine intenta constantemente vender como apasionantes hechos completamente mundanos, no ofreciendo nada realmente original que motive al espectador y que, por lo que parece, se debe pasar por el forro la realidad de la vida del escritor, hasta el punto que la familia Tolkien ha renegado completamente del film desde un principio. Y eso que el diseño de producción y el trabajo tras las cámaras no es malo, es sólo que el proyecto en sí es una idea fallida desde su misma concepción que, seguramente, los productores confiaban que se vendería sólo con el nombre de su protagonista. Una pena, porque está claro que esta es también una película con la que su director, Dome Karukoski (reputadísimo cineasta en su país natal, Finlandia), pensaba abrirse las puertas de Hollywood después de que su obra anterior, Tom of Finland (otro biopic, esta vez sobre la vida de un pintor homosexual finés de mediados del siglo XX), lograra cierta repercusión entre el publico americano.
Repasemos ahora el casting. Tenemos de protagonista absoluto a Nicholas Hoult, la Bestia de las últimas películas de la saga X-Men que parece contagiado del aburrimiento que era la vida de Tolkien ofreciéndonos una interpretación sosa y sin motivación alguna; Lily Collins, la hija de Phil Collins hace gala de unas pobladas cejas a lo Cara Delevigne y una igualmente abundante falta de carisma a pesar de que prácticamente interpreta a ese prototipo ficticio de mujer infatuada que persigue al amado para darle el beso final bajo la lluvia en los dramas románticos; Colm Meaney, secundario irlandés de lujo pone acento y voz a un personaje muy en la línea de lo que suele hacer desde hace unos años en sus apariciones en cine y televisión; y entre todos ellos encontramos a un Derek Jacobi en modo abuelo total encarnando al profesor de Oxford que inspiró a Tolkien para convertirse en lingüista, un papel que le viene como anillo al dedo a un actor de dicción tan teatral como la suya.
Y poco más hay que decir sobre la película. Haría mención a la banda sonora de Thomas Newman si esta tuviera alguna relevancia dentro del conjunto. En cualquier caso, la película costó 20 millones de dólares y recaudó 9 en todo el mundo, consagrándose como un fracaso en toda regla. En nuestras salas sentó a la lamentable cifra de 30.708 espectadores en las salas. Pero es que estaban cantados estos resultados. No hay tantos fans de Tolkien en el mundo que se motiven lo suficiente como para pagar para ver una peli sobre su ídolo en cines. Ya se esperaran al Netflix...si llega en algún momento.
Tolkien es, en esencia, una oportunidad perdida para su director, un biopic fallido sobre su protagonista y un aburrimiento garantizado para casi cualquiera. Una pena, pero tampoco esperaba mucho.
Otro año que ha llegado y se ha ido a tomar por culo. 2019 ha sido, entre otras cosas, el segundo año que pasa nuestra Españita sin conformar un gobierno estable mientras nos toman a todos por tontos, el año en que por meses se han tirado dándoles vueltas y más vueltas a ver si conseguían llevar a Donald Trump a uno de esos simpáticos juicios por Impeachment que tanto gustan a los americanos y también el año en que una niña ha hecho descubrir a la gente que existe una cosilla llamada cambio climático a pesar de que unos señores llamados científicos llevan dando la matraca y siendo pesadísimos con el tema desde hace más de 50 años. Ah, y tambien sigue abierto el tema de Cataluña. Y sigue estando ahí el brexit. Y sube el precio de la vivienda y el paro también. Nada nuevo por el frente.
Pero bueno, como siempre digo, ahí queda la opción siempre de desconectar de todo, y que forma de hacerlo que meterte en una sala de cine por un par de horas (incluso más) y salir más preocupado de comentar la peli con otros que de que el mundo se vaya al guano.
Este año han sido 27 ocasiones en las que he pisado una sala, a las cuales hay que sumar otros 9 estrenos adicionales de este año que me he comido en casa bien en Blu-Ray o bien gracias a medios poco convencionales "emulianos" o "torrentianos" (ya sabeis que quiero decir). Y de entre todos estos me toca, una vez más, escoger mis 5 films favoritos del año, el que más me ha sorprendido (para bien o para mal) y la puta mierda más gorda que me he comido este año. Sin hacer mucho spoiler, decir que este 2019 ha continuado la preocupante línea de mediocridad en la que se ha instalado el cine mainstream en los últimos tiempos y en la que es tan difícil encontrar una obra maestra como una hez inmensa. Esto es algo que podréis comprobar al final del post, cuando repase todo lo que se ha quedado en el tintero dedicándole unas pocas líneas a cada peli.
Y como siempre digo, te pueden gustas más o menos, estar más o menos en desacuerdo con mis opiniones, pero si es así en lugar de quejarte, cierra la pestañita y vete a hacer otra cosa majo. Porque si de algo he acabado hasta los huevos en 2019 es de polémicas y linchamientos de Twitter y de fans talibanes de mierda. Claro que, como si alguien fuera a leer esto. ¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!
Y vamos ya con las menciones honorables.
MENCIÓN HONORABLE: VENGADORES: ENDGAME de Joe y Anthony Russo
El espectáculo revienta taquillas de este año y la peli que más pasta ha hecho en la historia del cine, al menos hasta que James Cameron se digne a ponerse tras las cámaras de nuevo por pura envidia.
El cierre a los 12 años de Universo Cinematográfico Marvel que hemos vivido los fans comiqueros es una películas repleta de nostalgia (el mal llamado fan service) y que condensa en su hora final todo lo que los lectores de tebeos hemos querido ver en una pantalla gigante desde que descubrimos que las adaptaciones cinematográficos existían. No obstante, si bien como broche a una época podría calificarse como poco menos que magistral, como peli independiente tiene unos cuantos problemas que la lastran y la acaban colocando, por comparación, por debajo de otras muchas pelis del MCU a las cuales nada tiene que envidiar en cuanto a factura.
En primer lugar, son tres horas de película, algo que, por lo general, a no ser que tengas un pulso narrativo de maestro, suele resultar pesado. En segundo, se mete de cabeza en tramas con viajes espacio-temporales, algo que, a no ser que tengas la idea muy bien planteada en la cabeza, puede llevar fácilmente a confusiones, agujeros de guión y similares. Por lo demás, es una peli que consagra definitivamente a sus actores protagonistas como poco menos que iconos de la cultura pop y en la que muchas de las pegas que uno le puede poner son apreciaciones personales (la inclusión forzadísima de la Capitana Marvel, por ejemplo).
Comparativamente sale perdiendo con ejercicios anteriores del MCU (sin ir más lejos, ahí tenemos Infinity War, mi peli favorita de 2018), y si hubiera sido el único producto superheroico de este año pues seguramente habría entrado en la lista. Lamentablemente, hay otras que han colmado más mis expectativas que la superproducción de los Russo. Ahora, no cabe duda que ha puesto una bandera en la historia del cine, como cierre de una época y como taquillazo, que va a permanecer inamovible por bastantes años. Así que, que menos que dedicarle unas palabras por tamaña hazaña.
MENCIÓN HONORABLE: PARÁSITOS de Bong Joon-ho
Hace mucho que el cine coreano le tomó a la delantera a otros exponentes asiáticos como son el cine nipón o el chino. Corea viene pisando fuerte, y entre el K-Pop y sus exportaciones cinematográficas conseguirán adueñarse de buena parte de la cultura en años venideros, atentos a mis palabras.
Por mi parte, he de decir que no soy un aficionado a rabiar del cine coreano, ni mucho menos, pero si reconozco que casi todo lo que me he comido procedente de este país me ha gustado entre bastante y muchísimo. Vamos, que algo tienen los autores de ese país que resulta infalible para atraer al público y satisfacerlo.
Boong Joon-ho es un director reconocidisimo a nivel mundial, al cual sólo tenía presente por una peli que, en su momento, me causó vergüenza ajena (y que me gustaría revisar a día de hoy), como es The Host, aquella del monstruo marino deforme que atacaba Seúl. Si Endgame ha sido el éxito entre el público de 2019, la última obra del coreano, Parásitos, ha sido la que lo ha petado a nivel mundial entre la crítica. Casi todos los medios respetables la tienen en algún lugar en sus listas de lo mejor del año, se llevó una señora Palma de Oro a Mejor Película en el Festival de Cannes de este año y es practicamente impepinable que, de una forma u otra, va a estar considerada para los Oscar que están por venir.
Razones no faltan para alabarla, pues es un film de un gusto estético exquisito que baila constantemente entre géneros, saltando del drama al thriller y de este al terror puro y duro, pero sobre todo cultivando la comedia negra con ese punto hijoputesco que aún conservan en tierras orientales y que tanta falta hace en occidente en estos tiempos. Si al preciosismo visual y a la variedad de tonos y ritmos le sumamos un casting más que solvente, raro es que la peli no entre de fábula al espectador. Igual catalogarla de obra maestra como hacen muchos es columpiarse un poco. Casi parece que hacer esto es un deber social al ser su tema central la lucha de clases y las diferencias entre ricos y pobres, algo de lo que parece que todo el mundo ansía opinar. Pero vamos, que si uno lo analiza fríamente desde lo cual que la peli tiene valores, es muy entretenida y, ante todo, tiene calidad cinematográfica de sobra, que al final es lo único que importe.
La cosa es que, para mi gusto hay pelis este año que me han gustado más que Parásitos, así que vamos a empezar despertando la controversia con...
5- SPIDERMAN: LEJOS DE CASA de Jon Watts
Me comí dos veces Endgame en el cine y dos veces me comí la última del Hombre Araña también. Y poniéndolas en la balanza gana esta última de calle.
Jon Watts y Tom Holland hicieron una envidiable carta de presentación del personaje con Spiderman: Homecoming , pero ha sido con esta Lejos de Casa donde lo han consagrado definitivamente como el Hombre Araña de las nuevas generaciones y, sobre todo, han demostrado que no necesita de una conexión tan íntima con el resto del MCU para hacer una peli cojonuda.
Entretenida a rabiar, con un puñado de personajes que desprenden carisma, desde esa Zendaya a la que ninguno nos tomamos en serio cuando se anunció como MJ en un principio hasta ese Jake Gyllenhaal con pintas de guarro encarnando a ese personaje de composición brillante que es Mysterio. Una peli en la que Spiderman tiene que conciliar su dura carrera de superheroe con las mil y un putadas que le pasan en su vida personal (y esto es la esencia del personaje en los tebeos) y en la que se muestra que la desinformación y los bulos de internet son tan poderosos que pueden ganarle la partida a un señor que se columpia entre los edificios mediante telarañas y puede levantar un coche en el aire con sus manos desnudas.
Ya sólo este párrafo es suficiente para mostrar las virtudes que Lejos de Casa tiene en comparación a otros productos del MCU de este año, pero si a eso le sumamos la factura técnica impecable de estas pelis y el simpático tono de comedia que desprende a lo largo de sus dos horas, tenemos el que, seguramente, haya sido el mejor producto para todos los públicos que ha visto la luz en 2019.
4- PUÑALES POR LA ESPALDA de Rian Johnson
Si algo mejor que una comedia es un buen misterio. Y si hay algo mejor que un buen misterio es aprovechar este para hacer una lectura política. Y, por supuesto, hay algo que mejora
esto y es juntarlo todo en el mismo recipiente y lograr hacer pura magia.
Puñales por la Espalda recupera el escenario y la estructura de los Whodunit (las clásicas novelas de Agatha Christie y similares) para ofrecernos un divertimento cojonudo en el que seguimos los esfuerzos del detective Benoit Blanc y la enfermera Marta Cabrera por resolver el misterio tras la muerte del escritor millonario Harlan Thrombey mientras la familia del difunto intentan sacar tajada de su fortuna estando aún caliente el cadáver.
Un guión inteligentísimo sobre la hipocresía de la clase media y como escupimos al que está un poco por debajo de nosotros hasta que depende de este el que seamos un poco más ricos de lo que somos en este momento, para lo cual se vale de todos los arquetipos que podríamos encontrar en un día normal paseándonos por cualquier red social actual (el emprendedor, el troll de derechas, la feminista de pacotilla, la moderna progre new-age, el neoliberal, etc).
Todo ello al servicio de un casting coronado por un Daniel Craig pasadísimo de rosca y una Ana de Armas excepcional en su ya imparable carrera hacia el Olimpo hollywoodiense (y que parece predestinada a llevarse más de un premio a no mucho tardar) y redondeado por una serie de compañeros igualmente fantásticos entre los que encontramos a Jamie Lee Curtis, Don Johnson , Toni Collette, Christopher Plummer, Michael Shannon y a Chris Evans, que ya libre del escudo del Capitán América se recicla en un personaje hijoputesco y desagradable al que, para más inri, borda sin problema algunos.
Una peli en la que el entretenimiento durante la misma radica en la expectación que el propio misterio central de la trama genera pero que, al final, te deja en la cabeza todo el poso de todo lo que te ha estado contando durante la misma y en lo cual no habías reparado hasta ese momento.
Hay que quitarse el sombrero ante Rian Johnson, que si bien ya demostró en Looper, y lo vuelve a hacer aquí por partida doble, que tenía madera de buen director, debe ser ahora mismo uno de los seres más odiados por el fandom debido a su arriesgado enfoque del Universo Star Wars en Los Últimos Jedi. Probablemente Puñales por la espalda será recordada en el futuro como la peli que salvó a un pedazo de director de lo que parecía la crónica de una muerte anunciada a manos de los fans talibanes. Cosas como estas, mantienen viva la esperanza.
3- JOHN WICK: CAPÍTULO 3- PARABELLUM de Chad Stahelski
Si uno echa la vista atrás y repasa la evolución de la saga John Wick en cines (ya si lo haces en cines españoles, te cagas) uno no puede dejar de sorprenderse de como una peli que pasó casi de tapadillo ha logrado convertirse, entrega tras entrega, en el referente actual del cine de acción.
Chad Stahelski cuenta en esta tercera entrega con cinco veces más presupuesto que en la John Wick original y vaya si los aprovecha poniendo toda la carne en el asador. Acción y violencia cruda y chunga desde el minuto uno de metraje; coreografías aún más complejas; un director que puede permitirse por fin el lujo (bendito dinero) de ser excesivo en el diseño de producción, logrando así que una peli repleta de puñaladas, tiros y cuellos partidos sea, además, una de las más bonitas a nivel visual de este año, y un guión que se toma la molestia de construir un universo ficticio que va más allá de la acción desmedida sin razón alguna.
Parabellum demuestra que aún queda John Wick para rato y que este es un personaje que verdaderamente da juego para continuar protagonizando historias. Keanu Reeves, aún habiendo demostrado mil veces lo mierder que puede llegar a ser como actor, parece haber nacido para encarnar al personaje (encomiable el esfuerzo a nivel físico que se ha currado para preparar las coreografías de ostias y tiros sin doble alguno). Le acompañan los ya habituales de la saga Ian McShane, Lance Reddick y Lawrence Fishbourne, y se unen a la fiesta dos intérpretes rescatados del cementerio de los acabados, Halle Berry y Mark Dacascos.
Peliculón ideal para todos aquellos que disfrutamos como enanos aplaudiendo cuando vemos a un señor partiendo el cuello a un ruso gigante utilizando una enciclopedia de lomo gordo como arma. La mejor de la saga hasta el momento y, probablemente, una de las mejores pelis de acción macarra de la década, si no la mejor.
2- JOKER de Todd Phillips
La gente se puso tan pesada y se flipó tanto con esta puñetera peli que por momentos me resistía a meterla en la lista. Al final hay que ser frío y objetivo, y al Cesar lo que es del Cesar: Joker es una peli cojonuda.
Partiendo del hecho de que cualquier parecido con un tebeo de DC es pura coincidencia (si acaso el Joker de Azzarello y Bermejo sería lo más semejante, pero eso es otra historia y será contada en otro momento) y que el título de Joker es, con toda probabilidad, la excusa que encontró Todd Phillips para que le dieran luz verde a una peli que, de otra forma, probablemente jamás hubiera podido sacar adelante, nos encontramos con una peli que no es de superheroes ni tampoco trata el orígen de un supervillano.
Joker habla sobre las peripecias de un enfermo mental al que la gente, a raíz de un momento en el que al prota se le va la pinza, encumbra como su nueva inspiración política en la que reflejarse. La gente se puso en su momento a proclamar como locos que este Joker era el primer superheroe de izquierdas en combatir a los ricos cuando en realidad el film nos está contando que somos tan estúpidos y necesitados de una figura en la que vernos representados que somos capaces de encumbrar a un puto asesino como una figura mesiánica, lo cual demuestra que no sólo el mensaje de la peli es correcto, sino que es más necesario que nunca en estos tiempos.
La peli tiene un protagonista sórdido y malsano y se recrea en ese ambiente sucio y repugnante que tanto le debe a las pelis clásicas de Scorsese, principalmente a Taxi Driver y a El Rey de la Comedia (de la cual directamente fusila momentos concretos). El pilar sobre el que se sostiene toda la peli es la interpretación de Joaquin Phoenix, un trabajo estratosférico (con toda probabilidad, ya hay un Oscar a mejor actor que tiene su nombre grabado) que, una vez más, nos demuestra que estamos ante uno de los mejores intérpretes de los tiempos actuales. Aunque casi no sale de plano el jodido, por ahí aparecen como acompañantes Robert de Niro, Frances Conroy y Zazie Beetz, la negra de Deadpool 2.
Todd Phillips procedía de la escena underground neoyorquina y alcanzó la fama con la saga Resacón en las Vegas. Su retorno a terrenos más serenos con Juego de Armas y, sobre todo, con este Joker lo consagran como un director cojonudo (hay más de un encuadre en la puta peli que son pura maravilla) al que habrá que tener en cuenta en próximos años.
Por último es necesario recalcar dos cosas. La primera, que ole los cojones de Warner por dar luz verde a un proyecto así (aunque la rentabilidad de semejante IP estaba asegurada) en un momento en el que el cine basado en tebeos es todo diversión y colores. La segunda es que en otros años más fuertes (el 2018 sin ir más lejos), es probable que Joker las hubiera pasado más duras para entrar en mi lista de favoritas. Es sólo por la tremenda mediocridad de las producciones actuales que ha acabado tan alto, y probablemente sea debido a esta que la gente se ha flipado tanto con la peli. Cuando te comes cien productos sosos, es normal que el espectador se venga arriba cuando uno de ellos está un poco por encima de la media, pero seamos sensatos, Joker no es una obra maestra, como tampoco es una puta mierda. Ahora, que es una peli verdaderamente estimable, eso es algo sobre lo que no hay duda alguna.
1- LA CASA DE JACK de Lars Von Trier
Y llegamos a lo más alto del año. Desde que Lars Von Trier abandonó el postureo del dogma y retrocedió hacia terrenos más estándares y alejados del arte y ensayo más indescifrable ha ido pariendo, poco a poco, productos cada vez más disfrutables para el público medio.
Su peli anterior, Nymphomaniac, fue una de mis favoritas en su año, y La Casa de Jack vuelve a trepar a lo más alto para ofrecernos una incursión en el cine de psychokillers con una cinta que nos narra la rutina diaria de un asesino de mujeres con un trastorno obsesivo compulsivo y una obsesión con el orden y la limpieza. Se escuda en el prestigio de su director para mostrarnos toda la crueldad, la ausencia de empatía y la misoginia que un personaje así tendría en la vida real, metiéndole ademas unas gotas de comedia negra y sin temer las repercusiones de cara a la crítica y el público actuales. Para alguien que encuentra a los psychokillers y su entorno como una materia digna de estudio, esto es maná caído del cielo.
Un Matt Dillon sin correa deslumbra a la par que estremece con su interpretación del susodicho asesino, protagonista absoluto de un film en el que el único actor al que se le permite destacar mínimamente por encima de este es al difunto Bruno Ganz, en uno de sus últimos papeles antes de fallecer. Las actrices, entre ellas Uma Thurman y Riley Keough, son poco más que carnada para que el asesino les suelte su discurso antes de apuñalarlas, lo cual está bien, porque si esta es la norma de los slashers de toda la vida, ¿Por qué una cinta de psychokillers más "artie" no iba a hacer lo mismo?
A pesar de que Lars Von Trier ha reculado a ambientes más mundanos, se ha traído consigo todo el estilismo y el gusto estético que desarrolló en su etapa de cineasta cultureta puro y duro. La mezcla de ambos mundos da como resultado una peli que, al menos en su composición, es preciosista a más no poder. Es de hecho ese preciosismo el que provoca que, en su tramo final, Von Trier esté mas pendiente de componer una especie de cuadro barroco en cada secuencia que de darle ritmo al asunto, lo cual repercute en la peli, que se torna algo pesada en su desenlace cuando debería ser todo lo contrario.
Una contrariedad que emborrona un poco una peli que, por otro lado, podría haber sido redonda de otra forma. Y es que en verdad cuando una peli de este tipo sale bien de verdad la disfruto de la misma forma que el mejor espectáculo que el cine fantástico más mainstream. El cine que me gusta de verdad, ni más ni menos.
LA SORPRESA DEL AÑO: MIDSOMMAR de Ari Aster
El año pasado, una de las cintas que más dividió a público y crítica fue Hereditary, una peli de terror que para algunas generaba veneración y para otros poco menos que vergüenza ajena. Como buen cobarde que soy, la esquivé en su momento en el cine y ya sólo entrado el 2019 me la comí recien sacada del "torrente". Mi impresión, pues ni tanto ni tan calvo, pero era sin duda una peli lenta, pausada, pero disfrutable.
Con Midsommar todas las atenciones del fandom estaban puestas en Ari Aster, el director de esta y de Hereditary. Y esta si que me la tragué en el cine.
Vayamos por partes. De un tiempo para acá hay toda una hornada de directores jóvenes que maman del arte y ensayo más crudo pero que tienen su corazón puesto en el género fantástico y de terror. Cuando la mezcla de ambos mundos funciona salen cosas cojonudas como La Bruja de Robert Eggers (una de mis pelis favoritas de su año de estreno) o el Bone Tomahawk de S. Craig Zahler (el auténtico maestro en esta fusión de estilos, el que lleva un hat trick de peliculones en su filmografía). Por otro lado, hay otros que parecen avergonzarse de ser una peli de género e intentan inclinarse más hacia el terreno "artie" aunque salvando los bártulos del experimento. Aquí entraría por ejemplo el Suspiria de Luca Guadagnino, aunque aquí veníamos advertidos desde el principio. Y luego están los casos que directamente utilizan la idea que ellos tienen de género para darnos un producto que no se acerca ni de lejos al fantástico o al terror. El resultado es que el espectador se siente estafado y el producto resultante suele ser una puta mierda principalmente por lo desubicado que resulta al final. Aquí entraría, por ejemplo, la horrorosa Crudo de Julia Ducournau.
¿Dónde se sitúa Midsommar entre todos estos casos? Desde luego no en el de aquellas cintas que se avergüenzan de ser de género (aunque yo definiría a la peli antes como un thriller de línea dura que como una cinta de terror). Se presenta como una heredera moderna del clásico británico El Hombre de Mimbre, aunque aquí el terror radique menos en la atmósfera opresiva de la secta pagana en la que transcurre la acción y más en lo hijoputesco y malévolo que puede ser el rencor de una mujer despechada (por cierto, Hereditary y Midsommar, dos pelis en las que son las mujeres las causantes o portadoras del mal, ¿Algún trauma que confesar, Ari Aster?).
El diseño de producción es estupendo, la actriz protagonista, Florence Pugh, es todo un talento a exprimir y la habilidad tras las cámaras es innegable (pedazo de encuadres que se casca el director cada dos por tres). Para más inri, el conseguir generar una atmósfera de inquietud a plena luz del día es algo complicado que pocas veces se ha logrado en la historia del cine de género. Bien es verdad que igual peca de un exceso de metraje y de caer en la pedantería con tal de estirar el chicle un ratito más, pero verdaderamente es una peli que me entró divinamente en el cine, aunque me costó un pelín más una vez la revisioné en casa en Blu-Ray conociendo ya los giros del guión.
¿Y en que radica la sorpresa pues? Pues no sólo en que me he encontrado con un director a tener en cuenta cuando todo a mi alrededor me advertía de que podía ocurrir justo lo contrario, sino que me he dado cuenta definitivamente de que me gusta esta nueva tendencia de cine género lento y pausado cuando se hace bien. Me gusta, pero mucho.
LA PUTA MIERDA DEL AÑO: EL REY LEÓN de Jon Favreau
Hay algo peor que hacer un remake malo de una película y es hacer una copia exacta a la que se le quita toda la simpatía y la gracia de la original.
En su afán por rehacer en imagen real sus grandes clásicos, Disney estuvo rozando esta línea con esa versión plano por plano de La Bella en la Bestia en la que un carismático reparto salvaba de la quema a una peli que, ya sólo por la sosez encarnada que era Emma Watson debería haber ido directa a la hoguera. Con El Rey León sin embargo han colmado el vaso, lo han desbordado y han dejado un charco en el suelo que va a costar secarlo la vida entera.
Sustituir a los dibujos animados por actores no suele salir bien. Sustituirlos por animaciones informáticas fotorrealistas es la peor alternativa posible. Si, bien es cierto que los efectos especiales han llegado a un punto que esto puede hacerse y que de el pego perfectamente, pero lo que se consigue al final es que los personajes se parezcan tantos a animales de verdad que pierden todo rastro de humanidad . Al final, la expresiva animación clásica ha quedado reemplazada por muñecos insulsos, muertos en vida.
Rehecha plano por plano, casi diálogo por diálogo, con el piloto automático puesto (una pena, porque Jon Favreau demostró en El Libro de la Selva que puede hacer algo de calidad con proyectos así), El Rey León parece más un video de prueba de las capacidades de una tarjeta gráfica o de un monitor de HD doblado por encima que una película en la que se haya puesto motivación alguna detrás.
Quizá para los niños que jamás han visto El Rey León original pueda ser una experiencia satisfactoria, pero un espectador ya talludito sólo puede permanecer incrédulo viendo como minuto a minuto estropean todo lo que el clásico de su infancia tenía de bueno. Empezando por un casting en el que parece que sólo Seth Rogen y el anciano James Earl Jones se toman en serio el asunto y terminando por unos arreglos musicales en los que parece que Hans Zimmer se ha empeñado en escupir en su propia partitura (una BSO que, para más inri, permanece atenuada toda la peli, como si le diera miedo destacar y resultar emocionante).
Es desolador ver como la propia compañía que creo pura magia durante tanto tiempo se ha acomodado en explotar sus propios logros una y otra vez, pervirtiendolos en pos de sacarles rentabilidad (no en vano ha sido la segunda peli más taquillera del año y la cinta de animación que más ha recaudado en la historia).
La crítica se volcó en recalcar todo lo que he mencionado y restregarla por el fango. El público por el contrario se deshizo en virtudes, claro que también hay todo un sector de este al que no le importa ver lo mismo una y otra y otra vez. Eso lo se yo y lo sabe Disney también, que tontos no son.
Cinematográficamente es un desastre, una copia nefasta, un ejercicio de autoplagio desganado y carente de toda intención por generar una respuesta emocional, una película muerta. Y aunque inofensiva, no deja por ello de ser lo peor que me he echado a la cara este año.
LO QUE SE QUEDÓ EN EL TINTERO...
-María, Reina de Escocia: Biopic sobre María Estuardo y sus rifi rafes con Isabel I por el derecho al trono de Inglaterra. A un año vista no la recuerdo apenas, con la salvedad de sus dos protagonistas, que recuerdo que estaban bastante bien. Siempre he dicho que la historia inglesa es propensa a aburrir, y parece que esta no es la excepción.
-Alita: Ángel de Combate: Posiblemente la película visualmente más apabullante de 2019. Carga con el sambenito de ser una adaptación a imagen real de un manga japonés, con el rechazo que eso conlleva para entrar bien al público occidental. Igualmente el guión podía haber merecido un repaso más y el final abierto para una secuela no ayuda a mejorar el regusto final que deja. Bien, sin más.
-Feliz Día de tu Muerte 2: Lo mismo de la primera parte pero rizando aún más el rizo. La mezcla de Atrapado en el tiempo y slasher noventero funcionó bien una vez, pero la reiteración del mismo esquema no invita a pensar que la cosa vaya a mejorar en el futuro. Se deja ver.
-Capitana Marvel: Una de las pelis más flojas del MCU. Su problema no es el mensaje feminista si no que lo muestren como si la audiencia fuera retrasada e incapaz de comprenderlo por sí sola. Aburrida y con una preocupante falta de inspiración en las escenas de acción. Salva los bártulos la prota, Brie Larson, que es una cachonda.
-Escape Room: Un Saw edulcoradísimo para las nuevas generaciones que aprovecha una moda de los tiempos actuales para montar su trama. Peli inofensiva de domingo por la tarde para pre-adolescentes que empiezan en el cine de terror.
-El Gordo y el Flaco: Estupendo biopic sobre los años crepusculares del dúo cómico. Tanto John C. Reilly como Steve Coogan están para que les den un puñado de premios a cada uno. Una pena que lo que nos cuentan no sea tan interesante como para que el espectador quede más motivado por ello.
-Nosotros: Jordan Peele sorprendió a todos con Déjame salir. El éxito como autor se le ha subido a la cabeza y ha provocado el parto de este mezcla de home-invasion y pseudo peli de zombies que pretende ser trascendente sin conseguirlo en ningún momento. El desenlace es de los de darles mil vueltas por el escaso sentido que tiene. Floja.
-Shazam: Una peli con un claro objetivo puesto en el público infantil en la que Warner y DC toman más como referente a Amblin que a Marvel. Visualmente espectacular. Mark Strong es el mejor Sivana que podían haber encontrado. Simpática.
-Cementerio de Animales: Adaptación de Stephen King pasada por el filtro que todas las pelis basadas en libros de este tipo tienen desde que se estrenó It. Es bastante fiel, lo cual sería algo bueno si no fuera porque la novela original tampoco es que diera mucho de sí. Bien, sin más.
-Pokémon: Detective Pikachu: Otra peli para chavales que señores de 30 años fueron a ver esperando encontrar algo más adulto. Es simple y es muy edulcorada, pero coño, que parece que se nos ha olvidado lo que eran los juegos de Pokémon. Bastante con han conseguido sacar un guión decente partiendo de semejante material. Eso sí, el diseño modernizado de los monstruitos es de diez.
- Hellboy: Una de las pelis más defenestradas del año. Su principal problema es querer condensar la mitad de los tebeos del personaje en dos horas y apoyarse sólo en unos efectos especiales espectaculares para venderse. Es floja pero me he tragado mil mierdas peores y con peores intenciones.
-El Hijo: Una especie de Elseworld sobre un pseudo-Superman que se vuelve un psicópata siendo niño. Se ha contado mil veces antes en los tebeos y mucho mejor que aquí pero se deja ver sin problemas, aunque los límites presupuestarios canten un poco en los momentos de mayor despliegue técnico.
-X-Men: Fénix Oscura: Otra peli de superhéroes que contó con el rechazo del fandom desde el primer momento. Su problema es que se ve claro que Fox sudaba pollas de como estaba quedando el resultado visto que iban a ser comprados por Disney en breves. La saga se despide mostrándonos que Fassbender ha sido un Magneto cojonudo y que Sophie Turner iba camino de ser una Jean Grey más que digna. Me gustan todas las pelis de los mutantes incluida esta, pero hasta yo reconozco que es la más floja de todas. Claro que, como iba a salir bien la cosa con semejante falta de interés de la producción.
-Godzilla: Rey de los Monstruos: Universal continúa proyectando su Universo compartido Kaiju con esta superproducción que tiene todo lo que echamos de menos en la primera parte. El diseño de las criaturas es acojonante y la trama también acojona por su falta de originalidad, algo esperable por otro lado. Me mola que los malos sean ecologistas que quieren liberar monstruos gigantes para que estos extingan a la humanidad, arreglando con ello los ecosistemas terrestres. Está guay, pero en realidad lo que todos queremos que el lagarto radiactivo se pegue de ostias con el mono gigante en la ya anunciada continuación.
-Venganza bajo cero: Una peli que nada tiene que ver con la saga Venganza. Es una comedia negra en la que Liam Neeson intenta vengar la muerte de su hijo pero acaba causando un chocho descomunal en un pueblo perdido del norte de los USA. Como peli está simpática pero como estrategia de marketing para llevar a la gente engañada al cine es impagable, algo que echaba de menos.
-Historias de miedo para contar en la oscuridad: Guillermo del Toro pone la pasta y las ideas para los muñecos. La pena es que la peli se quede en unos diseños molones y no de para mucho más aunque pretenda ser un Creepshow para los pre-adolescentes de hoy día.
-Erase una vez...en Hollywood: Tarantino pierde el pedal y se casca tres horas de peli donde nos presenta un collage de todas las cosas que le molan del cine de los 70 e intenta ser contemplativo sin que le salga bien. Cuando el espectador nota que podía haberse metido tijera en montaje y no habría afectado en absoluto al resultado final es que algo malo hay. No obstante, los momentos buenos de verdad son brillantes. Di Caprio y Brad Pitt están de lujo los dos y detrás de todos sus defectos hay escondida una peli estupenda. La cosa es que desde Malditos Bastardos se le exige una excelencia a Tarantino que esta vez no ha cumplido. Pero vamos, que nadie es perfecto y mucho menos Quentin.
-It: Capítulo 2: La segunda parte de It flojea respecto a la primera en los mismos puntos que lo hacía la segunda mitad del libro, lo cual demuestra que es una adaptación cojonuda de este. Es absurdo separar esta peli de su predecesora cuando no deja de ser el final de la historia que esta empezó. En conjunto será probablemente una de las mejores adaptaciones de King al cine de la historia.
-Sordo: Este pseudo-western español ambientado en la postguerra tiene la escena más transgresora para los tiempos actuales que he visto en un cine en este 2019. Factura cojonuda, pasa por americana sin ningún problema. El protagonista destaca por encima de unos secundarios que en algunos casos acompañan bien al resto de elementos de la peli y en otros estorban. El guión merecía a lo mejor un repasito también, pero son pequeñas pegas para una peli que, por lo demás, está muy bien.
-Terminator: Destino Oscuro: Es una peli muy floja, pero su anterior entrega, Genysis, ya lo era. Clara prueba que no basta con traer de vuelta a una vieja gloria para remontar una saga que claramente dio muestras de agotamiento hace mucho. Que la dejen morir ya.
-El Irlandés: La marcapaquetada mancomunada de Netflix y Scorsese. Tres cabezas de cartel espléndidas de entre las cuales se corona Al Pacino, que da un recital de interpretación acojonante. Scorsese se maneja como nadie en estos terrenos de cine de mafiosos y criminales y lo demuestra una vez más. Es el Casino o el Uno de los Nuestros de esta década, ni más ni menos. Eso sí, son tres horas a las cuales hay que echarles ganas para comersela del tirón o verla a cachitos, en realidad da igual. Peliculón.
-Frozen 2: Flojísima secuela falta de toda inspiración. No potencia las virtudes de su predecesora y si da más cancha a sus defectos. Para ver y olvidar.
-Aladdin: Otra adaptación a imagen real de un clásico Disney. Guy Ritchie mete alguno de sus elementos característicos cuando puede en una peli donde pasa desapercibido casi durante toda el metraje. La idea que Disney tiene de como es un número musical de Bollywood es completamente ajena a la realidad. Valoraría el esfuerzo si pensara que los que trabajan en esto ignoran como se hacen las cosas en la India. Lo mejor, contra todo pronóstico, es el puto Will Smith haciendo del genio y tomando el relevo al difunto Robin Williams de manera más que solvente. Bien, sin más, sobre todo si la comparamos con la peli de animación original.
-Estafadoras de Wall Street: Una peli que habla sobre la crisis económica y sobre como unas strippers aprovecharon la coyuntura para drogar y sacarles la pasta a los clientes de Wall Street que pisaban su local. Da un mensaje sobre la libertad y la independencia de la mujer pero partiendo del hecho real de que pueden ser tan hijas de puta como los hombres. El papel de la puta vida de Jennifer López lo tenemos en esta peli, una señora que por cierto gasta un cuerpazo y una agilidad en con 50 tacos que ya quisieramos todos. Podría haberla dirigido Scorsese y habría hecho una dupla perfecta con El Lobo de Wall Street. Sorprendentemente buena.
-The Profesor and the Madman: Biopic sobre la confección del primer Diccionario Oxford y como esta cimentó la amistad entre el editor encargado del proyecto y un cirujano esquizofrénico ingresado en un psiquiátrico. Tiene problemas graves de tono y de ritmo pero no deja de ser por ello un entretenimiento intrascendente en el que destacan las cojonudas interpretaciones de Mel Gibson y Sean Penn.
-Pavarotti: Un documental tras el cual es imposible que te caiga mal su protagonista. No sólo trata la carrera del popular tenor sino que hace hincapié en lo geniales que eran su círculo de confianza y como estos fueron tanto o más responsables del éxito a nivel mundial del cantante y de que el pueblo llano lo adorara tanto. Instructivo y simpático pero únicamente si te interesa el tema. Si no, no tienes nada que hacer aquí.
-Rocketman: Biopic musical sobre el ascenso a la fama de Elton John en el que el susodicho se droga y bebe mucho y tiene mucho sexo homosexual indiscriminado, algo que parece que han hecho toda estrella del rock que se precie. La misma estructura de siempre y la misma moraleja de todas las putas pelis que tratan estos temas. Ignoro cuando se empezó a producir, pero parece una vil consecuencia de Bohemian Rhapsody, a lo que no ayuda el hecho de que la dirija el tipo que sustituyó a Bryan Singer a cargo de esta última. El protagonista, Taron Egerton me convence, pero la música de Elton John me la pela muy fuerte, lo cual es un gran handicap para aguantar una peli donde esta está sonando todo el rato. Quitando esto, es una peli más del montón que no trae nada que no se haya hecho antes igual o mejor.
-Star Wars Episodio IX: El Ascenso de Skywalker: Un peli entretenida con un problema muy gordo: que parece existir únicamente como un sucio parche con el que tapar todo lo que Los Últimos Jedi propuso, consiguiendo de esta manera que en esta última trilogía de pelis cada una quede desconectada de la otra completamente. Kylo Ren es el único personaje con un arco de desarrollo currado y satisfactorio y está interpretado por el mejor actor de toda la trilogía . Por lo demás, una pena que la visión que nos llevemos de esta tanda de pelis sea la de una oportunidad perdida. El final de este Episodio IX invita a enterrar a la saga y dejarla dormir por muchos años, pero todos sabemos que eso no va a ocurrir...