sábado, 12 de agosto de 2017

LOS HIJOS DEL TOPO 1: CAÍN de Alejandro Jodorowsky y José Ladrönn



Título: Los Hijos del Topo 1- Caín 
Editorial española: Reservoir Books
Publicado originalmente como: Les Fils D'el Topo: Caïn [Glénat]
Guión: Alejandro Jodorowsky
Dibujo: José Ladrönn
Entintado: José Ladrönn
Color: José Ladrönn
Portadista: José Ladrönn

Alejandro Jodorowsky es uno de esos personajes con los que vivo en una lucha interior constante a la hora de valorarle como artista y como persona. En su faceta de cineasta le encuentro extremadamente aburrido pero un maestro a la hora de crear estéticas rompedoras. En su faceta de gurú y "psicomago" me parece poco menos que un cantamañanas y un estafador digno del más sucio presidio que el mundo se pudiera permitir. Soy un gran fan de su discípulo, el danés Nicholas Winding Refn. Repudio completamente sus ataques contra el cine americano y la industria de Hollywood, dardos envenenados que no son sino pataletas propias de un niño pequeño contra un colectivo que se negó en redondo a lanzarse a un proyecto millonario destinado al fracaso  comercial como fue su fallida adaptación del Dune de Frank Herbert, una de esas películas nunca realizadas que resultan fascinantes en todos los sentidos, más aún si son , como iba a ser esta, los desvaríos de un loco (aunque todo esto está contado magistralmente en el genial documental Jodorowsky's Dune).

Y fue precisamente gracias a esta gran decepción como cineasta que se lanzó de cabeza a una carrera como guionista de cómics que resultó verdaderamente prolífica. En su primera obra importante, El Incal, volcó todo las ideas que había tenido para Dune, logrando un auténtico derroche de imaginación dibujado de cojones de bien por una auténtica leyenda del cómic como fue el ya fallecido Jean Giraud aka Moebius, pero que leído a día de hoy resulta un tebeo que muestra por todas partes un tono de "amateurismo" y de ser una obra firmada por un principiante que se acaba de iniciar en el mundo del cómic. Aun así una digna obra que quizá ha sido encumbrada más de lo que se merece por un fandom demasiado generoso o demasiado gilipollas. A partir de aquí, un no parar de secuelas (Antes del Incal y Final Incal con los dibujantes Zoran Janjetov y José Ladrönn respectivamente); spin-offs como La Casta de los Metabarones (una magnífica epopeya sci-fi digna de ser llamada obra maestra y dibujada por un dios del lapicero como es el argentino Juan Giménez) o Los Tecnopadres (un coñazo que tuve que abandonar a la mitad de lo insoportable que era) y obras independientes del universo de El Incal como son Los Borgia (una sátira pornográfica de la iglesia católica dibujada por el maestro del erotismo Milo Manara), Bouncer (un western con todas sus letras y, en mi opinión, el cómic más redondo del autor hasta la fecha) o el desvarío metafísico que publicó con el título de El Lama Blanco.
El Topo encarado a su primogénito en las páginas iniciales del tomo

Una carrera muy extensa que últimamente se ha reducido en gran medida (no nos olvidemos de que el chileno tiene ya casi 90 años). Y sin embargo ahí sigue al pie del cañón , cuidando el prestigio conseguido con sus shows de tarot y de psicomagia, sacando películas cuando puede (o más bien cuando consigue engañar a algún productor para que se las financie) y publicando tebeos, manteniendo actualmente dos series de novelas gráficas en activo: por un lado, la secuela de La Casta de los Metabarones (escrita a cuatro manos junto al americano Jerry Frisen) y, por fin, el tebeo por el cual he escrito toda este coñazo de introducción, Los Hijos del Topo.

El Topo es, sin duda alguna, la película más importante de la carrera de Jodorowsky. Un "western psicodélico" dirigido, protagonizado y guionizado por el susodicho que supuso en su momento toda una bofetada a la industria del cine latinoamericano cuando, tras ser rechazada para su exhibición en México, fue estrenada en Estados Unidos en pases de medianoche en el histórico cine Elgin (donde también se proyectaban otras obras marginales como Cabeza Borradora de David Lynch o la sucia Pink Flamingos de John Waters), cosechando todo un éxito y convirtiéndose,con el tiempo, en una película de culto. Y como toda obra de estas características que se precie, mucho se tenían que haber torcido las cosas para que su creador no intentara volver a intentar llamar la atención intentando aprovechar el tirón de su mayor éxito. Asi, a mediados de los 90,cuando ya había pasado por el desastre de Dune y estaba en pleno proceso de enfrentamiento con Hollywood, intentó sacar adelante el proyecto fílmico que sería Los Hijos del Topo. Una vez más, el fracaso llamó de nuevo a la puerta de Jodorowsky negándole de nuevo la financiación y manteniendo la película durante casi 20 años en dique seco. A día de hoy, parece que por fin las campanas han sonado y que el film verá por fin la luz próximamente. Entre tanto, y como una especie de regalo para los fans, el chileno ha publicado este tebeo, que viene a ser el primero de una saga que nos relatará en formato de BD la trama de esta tardía secuela.
Este volúmen arranca directamente en el final de El Topo, donde el susodicho, tras haberse convertido en un hombre santo y haber dado a luz a sus dos hijos se suicida prendiéndose fuego a lo bonzo, no sin antes marcar la frente de su primogénito, Caín, con una maldición: todo aquel que lo mire o dé cuenta al mundo de la existencia de este morirá. Años después, la tumba del Topo es un oasis al cual acuden en peregrinación fieles de todo el mundo, Caín es un paria, un marginado que se gana la vida como un bandido y Abel, el segundo hijo del Topo, vive con su madre dirigiendo un espectáculo ambulante de titiriteros. Será la muerte de esta última la que conducirá a la reunión de los dos vástagos del hombre santo, pues el segundo requerirá de las habilidades mortales del primero para transportar el cadáver de su madre a través de los peligros del desierto y enterrarla junto a su difunto esposo.

Tres veces me he enfrentado al visionado de El Topo y, por ello, me considerado lo suficientemente curado de espanto como para afirmar que esta es, sin dudarlo, un coñazo soberano, surrealista hasta lo incomprensible en muchos momentos. Los Hijos del Topo bebe en todos los sentidos de la mítica película, ya sea en la estética de los personajes, los detalles del universo presentado, el hermetismo de los diálogos o el profundo aturdimiento que provocan algunas situaciones planteadas, hasta el punto de que, en más de un momento, uno no sabe que coño esta pasando delante suya por más que lo lea y relea. Esto se puede considerar por un lado algo honesto por parte de Jodorowsky (en ningún momento traiciona el tono y estilo de su obra magna) pero, por otro, todo un error por parte del chileno.
Sintetizando, el tebeo tienes dos grandes problemas: la estructuración y el ritmo narrativo que presenta.
La tumba del Topo: La Meca particular de Jodorowsky para los habitantes de su mundo

Desde el primer momento se presentó este cómic como una traslación literal del guión que Jodo tenía pensado para la película. De esta manera, y para que la experiencia sea lo más cinematográfica posible, el autor parte la página en tres franjas de viñetas, estructura que repite sin excepción a lo largo de toda la extensión del tebeo. El resultado es que parece que uno está leyendo un storyboard al que le han colocado rótulos con diálogos encima, una experiencia que resulta muy aburrida, reiterativa, poco imaginativa (sobre todo para alguien tan dado a lo experimental como Jodorowsky) y que, sobre todo, lastra a un tebeo que podía haber sido una auténtica locura convirtiéndole en una pesadez. Y es que ya lo dijo el sabio, que "una cosa es una cosa y otra muy distinta es otra", pues algo que cualquier guionista de cómics que se precie sabe (Jodo incluído si uno atiende a sus obras pasadas), es que el cine y el tebeo son dos medios de expresión distintos y que, tratar de incorporar los ritmos y normas de un universo artístico al otro es todo un error, por muy experimentado que uno sea en la materia. A esto hay que añadir que un cuarto del tebeo relata los últimos compases de El Topo y que, para cuando la acción arranca, el volúmen termina, dejando al lector a medio gas y con la miel en los labios dispuesto a que la historia se ponga las pilas después de páginas y páginas de sopor, todo un defecto para alguien que nos dio toda una lección de ritmo narrativo en cada número de La Casta de los Metabarones y que, en un sólo volúmen de El Incal, fue capaz de contar un centenar de cosas y presentar una miríada de conceptos.

La idea general con la que uno se queda es que más que otra genialidad salida de las tripas del chileno, esto parece una forma de explotar un concepto muy esperado por sus fans en lo que ve si saca adelante o no el formato para el cual fue pensado: la famosa a la par que infame secuela cinematográfica.

A pesar de ello y como es costumbre (porque otra cosa no, pero el prestigio de Jodorowsky le ha permitido siempre trabajar con auténticos monstruos de la ilustración) , el trabajo gráfico del tebeo es sobresaliente. El responsable es el mexicano José Ladrönn, un artista que ha trabajado para las dos grandes editoriales de cómics americanos como portadista de tebeos como Batman, All-Star Western o Cable, cabecera para la cual desarrolló además los lápices de las páginas interiores durante más de una veintena de números allá por los 90. Adicionalmente cuenta con algún que otro trabajo de prestigio, como la miniserie de Los Inhumanos guionizada por el español Carlos Pacheco o, como se ha comentado previamente, el dibujo de Final Incal. Desde luego se puede decir que es un autor que tiene pillado el pulso a Jodorowsky y que puede hacerle de comparsa sin problemas, captando perfectamente las expresiones de los personajes y la estética de las películas de Jodorowsky, utilizando para ello una paleta de colores tan propia del género western que parece que uno se va a manchar de polvo del desierto en cualquier momento.

En resúmen, una obra muy esperada del cómic europeo se convierte en una lectura digna para intercalar con la contemplación del crecimiento de las plantas del campo y en toda una decepción para un servidor, tan adorador como detractor de la obra del chileno. Gracias a Dios que no se me ocurrió la genial idea de comprarlo y que en su lugar tiré del depósito de las bibliotecas públicas. Que el señor las bendiga..

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