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domingo, 13 de marzo de 2016

DAREDEVIL: DIABLO GUARDIÁN de Kevin Smith y Joe Quesada


Título: Daredevil: Diablo Guardián ( Marvel Knights: Daredevil vol.1 #1-8)
Editorial Española: Fórum/Panini Comics
Publicado originalmente cómo: Daredevil: Guardian Devil (Daredevil vol. 2 #1-8) [Marvel Comics]
Guion: Kevin Smith
Dibujo: Joe Quesada
Entintado: Jimmy Palmiotti
Color: Richard Isanove, Estudios Avalon
Portadista: Joe Quesada

Iniciamos el día de hoy un periplo, que es la forma elegante bajo la que me gusta describir la reseña continuada a lo largo de muchas entregas de una larga etapa dentro de un cómic en particular. Y que mejor elección para estrenarme en este campo que tratar con uno de los personajes más cuidados de la historia de Marvel, ahora en boca de muchos gracias a la maravillosa producción televisiva de Netflix. Me refiero por supuesto al diablo de la Cocina del Infierno, el abogado ciego Matt Murdock, más conocido como Daredevil.
La larga (larguísima etapa) cuyo periplo me dispongo a afrontar es quizá la etapa mejor consderada por crítica y público después del mítico trabajo que hizo Frank Miller en los años 80 (aunque según parece la etapa actual de Mark Waid, que no he tenido el placer de catar aún, amenaza con invalidar esta afirmación), y se extendió por casi diez años bajo el sello Marvel Knights, ya sabéis,aquella iniciativa encabezada por Joe Quesada que pretendía relanzar por todo lo alto a los superhéroes más urbanos y callejeros de Marvel (Spiderman, Punisher, Pantera Negra, etc)  contando para ello con autores y dibujantes de primera categoría. Todo un éxito desde el momento en el que se concibió en el cuál se procuró un lugar la colección del diablo guardián, una colección marcada por una gran variedad de autores y dibujantes, desde Joe Quesada a Paul Jenkins pasando por Alex Maleev, de entre los cuales se alzan por merito propio los dos guionistas que más se extendieron dentro de la etapa, Ed Brubaker (conocido por orquestar una de las etapas más memorables de la historia de la cabecera del Capitán América) y Brian Michael Bendis (posiblemente uno de los guionistas más odiados y amados a partes iguales por el fandom). Así pues, por su variedad, por su extensión y por el poco contacto que he tenido hasta ahora con esta estapa en particular, me dispongo a iniciar este periplo que me va a llevar mucho, mucho tiempo, por donde deben comenzarse estas cosas, por el principio. Porque antes de que llegaran Bendis o Brubaker le correspondió a un director de cine llamado Kevin Smith el acometer el relanzamiento de Daredevil dentro de Marvel Knights.
Kevin Smith, reconocido por el público por sus primeros trabajos más indies (Clerks, Mallrats, Persiguiendo a Amy…) y despreciado por sus últimos proyectos (¿Hacemos una Porno?, Tusk, Vaya par de polis…) es un director que puede caer mejor o peor dependiendo del tipo de espectador que uno sea (personalmente yo lo considero muy mediocre) pero que sin duda destaca entre los demás por dos rasgos muy particulares. En lo profesional, por su facilidad innata para crear ágiles líneas de diálogo (lo que en teoría debería convertirle en un guionista excepcional para el mundo del cómic), y en lo personal, por su apego al catolicismo más chapado a la antigua (vamos, que es de los de misa todos los domingos). Estos dos aspectos serán los pilares básicos sobre los cuales construye su corta aportación al universo “Daredeviliano”.
Los ocho números que conforman el arco argumental que Kevin Smith tituló como Diablo Guardián nos presentan a un Matt Murdock en plena crisis de fe después de ser abandonado por Karen Page que, por una serie de avatares, acaba al cargo de un bebé que según afirman algunos es la próxima reencarnación de Cristo, lo que lo pondrá en medio de un conflicto en el que sociedades secretas, asesinos y supuestos ángeles se disputan la vida del infante.
La trama, asentada en una premisa sencilla y que, como puede verse, se asienta fuertemente en el tema religiosa, es una excusa para poner al límite de la locura al héroe, sobre todo cuando a partir de cierto momento se comienza a insinuar que el bebé no es el próximo Salvador sino todo lo contrario, el Anticristo, y que todo aquel que entra en contacto con él acaba maldito y sufriendo todo tipo de desgracias. Dicho de otra manera, la situación vivida por Daredevil le lleva a plantearse sus convicciones y sus juicios morales, siendo el dilema claro: ¿Matarías a un bebé si creyeras que con ello ibas a salvar a la humanidad?


El caricaturesco (y recargado por momentos) arte de Quesada al servicio de un mediocre Kevin Smith

Todo esto parece al principio la intentona de Kevin Smith de reinterpretar el Born Again (una de las más celebradas historias de la etapa de Frank Miller) casi quince años después de la publicación de este, lo que, dicho sea de paso, resulta fallido en tanto que toda la parafernalia religiosa que rodea a la trama convierte lo que podría ser el descenso a los infiernos de Matt Murdock en un viaje espiritual y, por momentos una crítica al fanatismo de ciertos sectores de la iglesia. Sin embargo todo esto es una mera fachada, ya que con los últimos números Kevin Smith nos revela que no es a Miller a quien quiere imitar, sino a J.M. DeMatteis, pues Diablo Guardian resulta ser en esencia ni más ni menos que el homónimo “Daredeviliano” de La Última Cacería de Kraven , aquella mítica historia de Spiderman que el mencionado DeMatteis parió allá por los años 80 (curiosamente casi en las mismas fechas en las que se publicó el Born Again…¿Casualidad?). Y aunque me gustaría justificar el por qué de esta afirmación mi ética en lo referente a introducir spoilers me lo impide, así que bastará con saber que esta similitud resulta más que patente (de hecho, Kevin Smith ni se molesta en ocultarlo y directamente cita a dicha obra en el desenlace de su etapa). De esta forma, cómo historia de Daredevil, y a pesar de que el elemento religioso siempre ha estado presente en la historia de la colección, Diablo Guardián me parece fallida precisamente por el comentado exceso de este, que más que allanar el camino para una lectura fácil lo estropea de manera que, por qué no decirlo, llega a parecer un panfleto cristiano en ciertos momentos (cuándo un superhéroe, por muy católico que sea, pasa más de dos veces por un confesionario en ocho números, malo, malo).
Aun así, si algo se puede decir que cumple con creces esta breve etapa es el poner la primera piedra para introducir a nuevos lectores a la lectura de Daredevil, ya que, con la excepción de Elektra, se pasean prácticamente todos los personajes fundamentales de su microcosmos, desde el sempiterno Foggy Nelson a villanos clásicos como Bullseye y Kingpin pasando por otros personajes habituales de la cabecera cómo la Viuda Negra.
Al margen de la trama y los derroteros por donde el autor la conduce, la auténtica prueba de fuego de Kevin Smith como guionista estaba en los diálogos, su mejor faceta como guionista de cine. Y si, los diálogos están currados, especialmente las conversaciones entre Matt Murdock y Foggy Nelson, pero no logran en ningún momento atrapar al lector, es más, en ciertos momentos se nota que las líneas de diálogo son una estrategia para estirar la lectura el máximo posible, supliendo así la incapacidad de Kevin Smith de crear escenas de acción convincentes.
Acompañando el trabajo de este tenemos los trazos del por aquel entonces editor de la línea Marvel Knights, que luego ascendería a editor jefe de toda la Marvel, Joe Quesada, un señor que nunca ha sido de mi agrado ni en sus trabajos cómo guionista ni cómo dibujante, y que una vez más demuestra aquí lo segundo, con un trabajo que, si bien muestra algunos conceptos interesantes (oscurecer la imagen de Daredevil al máximo para darle un aire “batmanizado”, resaltar las botas y las “DD” rojas del traje en las escenas nocturnas, etc) pero que se puede resumir en una dura sentencia: un trazo mediocre que oscila dependiendo del momento entre lo caricaturesco y el límite de la deformidad.

Juntando todo lo comentado se puede afirmar que la presentación de la línea Marvel Knights: Daredevil de manos de Kevin Smith es un cómic que si bien se deja leer dista mucho de lo que se podría esperar de un señor con semejante reputación cómo guionista. Entretenido, puede ser, pero para nada sería uno de esos cómics que ensalzaría cómo una obra maestra, ni siquiera dentro de la historia de las colecciones del Diablo. Tras los ocho números que componen esta breve colaboración con Matt Murdock, Smith desde luego dejaría el terreno cimentado y fértil para que otro continuará lo que él empezó, de mejorar lo que este había hecho con el personaje. Y el encargado de intentar probar suerte ahora sería un autor totalmente desconocido para los lectores habituales de Marvel: David Mack.

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