Título: Daredevil: Diablo Guardián ( Marvel Knights: Daredevil vol.1 #1-8)
Editorial Española: Fórum/Panini Comics
Publicado originalmente cómo: Daredevil: Guardian Devil (Daredevil vol. 2 #1-8) [Marvel Comics]
Guion: Kevin Smith
Dibujo: Joe Quesada
Entintado: Jimmy Palmiotti
Color: Richard Isanove, Estudios Avalon
Portadista: Joe Quesada
Iniciamos el día de hoy un periplo, que es la
forma elegante bajo la que me gusta describir la reseña continuada a lo largo
de muchas entregas de una larga etapa dentro de un cómic en particular. Y que
mejor elección para estrenarme en este campo que tratar con uno de los
personajes más cuidados de la historia de Marvel, ahora en boca de muchos
gracias a la maravillosa producción televisiva de Netflix. Me refiero por
supuesto al diablo de la Cocina del Infierno, el abogado ciego Matt Murdock,
más conocido como Daredevil.
La larga (larguísima etapa) cuyo periplo me
dispongo a afrontar es quizá la etapa mejor consderada por crítica y público
después del mítico trabajo que hizo Frank Miller en los años 80 (aunque según
parece la etapa actual de Mark Waid, que no he tenido el placer de catar aún,
amenaza con invalidar esta afirmación), y se extendió por casi diez años bajo el
sello Marvel Knights, ya sabéis,aquella iniciativa encabezada por Joe Quesada
que pretendía relanzar por todo lo alto a los superhéroes más urbanos y
callejeros de Marvel (Spiderman, Punisher, Pantera Negra, etc) contando para ello con autores y dibujantes
de primera categoría. Todo un éxito desde el momento en el que se concibió en
el cuál se procuró un lugar la colección del diablo guardián, una colección
marcada por una gran variedad de autores y dibujantes, desde Joe Quesada a Paul
Jenkins pasando por Alex Maleev, de entre los cuales se alzan por merito propio
los dos guionistas que más se extendieron dentro de la etapa, Ed Brubaker
(conocido por orquestar una de las etapas más memorables de la historia de la
cabecera del Capitán América) y Brian Michael Bendis (posiblemente uno de los
guionistas más odiados y amados a partes iguales por el fandom). Así pues, por
su variedad, por su extensión y por el poco contacto que he tenido hasta ahora
con esta estapa en particular, me dispongo a iniciar este periplo que me va a
llevar mucho, mucho tiempo, por donde deben comenzarse estas cosas, por el
principio. Porque antes de que llegaran Bendis o Brubaker le correspondió a un
director de cine llamado Kevin Smith el acometer el relanzamiento de Daredevil
dentro de Marvel Knights.
Kevin Smith, reconocido por el público por
sus primeros trabajos más indies (Clerks, Mallrats, Persiguiendo a Amy…) y
despreciado por sus últimos proyectos (¿Hacemos una Porno?, Tusk, Vaya par de
polis…) es un director que puede caer mejor o peor dependiendo del tipo de
espectador que uno sea (personalmente yo lo considero muy mediocre) pero que
sin duda destaca entre los demás por dos rasgos muy particulares. En lo
profesional, por su facilidad innata para crear ágiles líneas de diálogo (lo
que en teoría debería convertirle en un guionista excepcional para el mundo del
cómic), y en lo personal, por su apego al catolicismo más chapado a la antigua
(vamos, que es de los de misa todos los domingos). Estos dos aspectos serán los
pilares básicos sobre los cuales construye su corta aportación al universo
“Daredeviliano”.
Los ocho números que conforman el arco
argumental que Kevin Smith tituló como Diablo
Guardián nos presentan a un Matt Murdock en plena crisis de fe después de
ser abandonado por Karen Page que, por una serie de avatares, acaba al cargo de
un bebé que según afirman algunos es la próxima reencarnación de Cristo, lo que
lo pondrá en medio de un conflicto en el que sociedades secretas, asesinos y
supuestos ángeles se disputan la vida del infante.
La trama, asentada en una premisa sencilla y
que, como puede verse, se asienta fuertemente en el tema religiosa, es una
excusa para poner al límite de la locura al héroe, sobre todo cuando a partir
de cierto momento se comienza a insinuar que el bebé no es el próximo Salvador
sino todo lo contrario, el Anticristo, y que todo aquel que entra en contacto
con él acaba maldito y sufriendo todo tipo de desgracias. Dicho de otra manera,
la situación vivida por Daredevil le lleva a plantearse sus convicciones y sus
juicios morales, siendo el dilema claro: ¿Matarías a un bebé si creyeras que
con ello ibas a salvar a la humanidad?
El caricaturesco (y recargado por momentos) arte de Quesada al servicio de un mediocre Kevin Smith
Todo esto parece al principio la intentona de
Kevin Smith de reinterpretar el Born Again (una de las más celebradas historias
de la etapa de Frank Miller) casi quince años después de la publicación de
este, lo que, dicho sea de paso, resulta fallido en tanto que toda la
parafernalia religiosa que rodea a la trama convierte lo que podría ser el
descenso a los infiernos de Matt Murdock en un viaje espiritual y, por momentos
una crítica al fanatismo de ciertos sectores de la iglesia. Sin embargo todo
esto es una mera fachada, ya que con los últimos números Kevin Smith nos revela
que no es a Miller a quien quiere imitar, sino a J.M. DeMatteis, pues Diablo
Guardian resulta ser en esencia ni más ni menos que el homónimo “Daredeviliano”
de La Última Cacería de Kraven , aquella mítica historia de Spiderman que el
mencionado DeMatteis parió allá por los años 80 (curiosamente casi en las mismas
fechas en las que se publicó el Born Again…¿Casualidad?). Y aunque me gustaría
justificar el por qué de esta afirmación mi ética en lo referente a introducir
spoilers me lo impide, así que bastará con saber que esta similitud resulta más
que patente (de hecho, Kevin Smith ni se molesta en ocultarlo y directamente
cita a dicha obra en el desenlace de su etapa). De esta forma, cómo historia de
Daredevil, y a pesar de que el elemento religioso siempre ha estado presente en
la historia de la colección, Diablo Guardián me parece fallida precisamente por
el comentado exceso de este, que más que allanar el camino para una lectura
fácil lo estropea de manera que, por qué no decirlo, llega a parecer un
panfleto cristiano en ciertos momentos (cuándo un superhéroe, por muy católico
que sea, pasa más de dos veces por un confesionario en ocho números, malo,
malo).
Aun así, si algo se puede decir que cumple con creces esta breve
etapa es el poner la primera piedra para introducir a nuevos lectores a la
lectura de Daredevil, ya que, con la excepción de Elektra, se pasean
prácticamente todos los personajes fundamentales de su microcosmos, desde el
sempiterno Foggy Nelson a villanos clásicos como Bullseye y Kingpin pasando por
otros personajes habituales de la cabecera cómo la Viuda Negra.
Al margen de la trama y los derroteros por
donde el autor la conduce, la auténtica prueba de fuego de Kevin Smith como
guionista estaba en los diálogos, su mejor faceta como guionista de cine. Y si,
los diálogos están currados, especialmente las conversaciones entre Matt
Murdock y Foggy Nelson, pero no logran en ningún momento atrapar al lector, es
más, en ciertos momentos se nota que las líneas de diálogo son una estrategia
para estirar la lectura el máximo posible, supliendo así la incapacidad de
Kevin Smith de crear escenas de acción convincentes.
Acompañando el trabajo de este tenemos los
trazos del por aquel entonces editor de la línea Marvel Knights, que luego
ascendería a editor jefe de toda la Marvel, Joe Quesada, un señor que nunca ha
sido de mi agrado ni en sus trabajos cómo guionista ni cómo dibujante, y que
una vez más demuestra aquí lo segundo, con un trabajo que, si bien muestra
algunos conceptos interesantes (oscurecer la imagen de Daredevil al máximo para
darle un aire “batmanizado”, resaltar las botas y las “DD” rojas del traje en
las escenas nocturnas, etc) pero que se puede resumir en una dura sentencia: un
trazo mediocre que oscila dependiendo del momento entre lo caricaturesco y el
límite de la deformidad.
Juntando todo lo comentado se puede afirmar
que la presentación de la línea Marvel Knights: Daredevil de manos de Kevin
Smith es un cómic que si bien se deja leer dista mucho de lo que se podría
esperar de un señor con semejante reputación cómo guionista. Entretenido, puede
ser, pero para nada sería uno de esos cómics que ensalzaría cómo una obra
maestra, ni siquiera dentro de la historia de las colecciones del Diablo. Tras
los ocho números que componen esta breve colaboración con Matt Murdock, Smith
desde luego dejaría el terreno cimentado y fértil para que otro continuará lo
que él empezó, de mejorar lo que este había hecho con el personaje. Y el encargado
de intentar probar suerte ahora sería un autor totalmente desconocido para los
lectores habituales de Marvel: David Mack.
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