Título: Underworld
Director: Len Wiseman
Año: 2003
Guión: Danny McBride
Intérpretes: Kate Beckinsale (Selene); Scott Speedman (Michael Corvin), Bill Nighy (Viktor), Michael Sheen (Lucian), Shane Brolly (Kraven), Kevin Grievoux (Raze)
De todas las sagas de acción con monstruitos
y criaturas varias que nacieron a finales de los 90 y principios de los 2000,
posiblemente mi preferida sea la saga de Underworld. No sé si será por los
vampiros, por los hombres lobo, porque es la única que me llevó al cine en
algún momento o porque me pilló en mis efervescentes 12 añitos cuando estaba en
su plenitud. En cualquier caso llevaba como cinco o seis años sin verme ninguna
película de la saga (y eso que me quedé en la tercera la última vez) y ya tocaba
pegarle un repaso para ver que tal ha envejecido, si sigue siendo tan
entretenida y todas esas cosas. Así que empecemos por el principio de todo.
Underworld nos presenta un mundo en el que
los vampiros y los licántropos no sólo existen sino que llevan cientos de años
enfrentados entre sí en una guerra sin cuartel. En la Hungría actual, los
hombres lobo viven reducidos a refugios en las alcantarillas y viven como
alimañas mientras los vampiros se dedican a un estilo de vida hedonista
congregados en grandes mansiones. Todo cambiará cuando Selene, una de las
guerreras vampiras mas habilidosas, descubra que un humano, aparentemente
relacionado con una antigua leyenda vampírica, está siendo perseguido por los
licántropos, quienes creen que puede ser la clave para inclinar la balanza de
la guerra hacia uno u otro bando y acabar con esta de una vez por todas.
Hay quien dice que la saga entera está
plagiada prácticamente en su totalidad de los juegos de rol de Vampiro: La
Mascarada y demás, pero como yo no tengo ni puta idea de esas mierdas no
me cortaré en decir que me gusta la mitología planteada por la película y,
sobre todo, me gusta la estética tan de aquellos años, con su cuero negro, su
bullet-time y sus tiroteos imposibles, todo ello rodado en una fotografía de
tonos fríos, grises y azules principalmente, que resalta aun más toda la
frialdad y la artificialidad de ese mundo nocturno fantástico.
Si bien todo lo que es el empaque, el
universo presentado, está bien fundamentado, la trama desarrollada viene a ser
bastante predecible a pesar de los dos o tres giros de guión que tiene, e
incluso peca a veces de depender de detalles que plantean pero no terminan de
resolver, como si ya desde un primer momento estuvieran pensando en una saga de
varias películas y en una trama a desarrollar a largo plazo, algo que para una
película cuya secuela no está garantizada desde un primer es un ERROR, tenga o
no sentido todo ello tras unas cuantas entregas. Aun así, como en estos casos
lo que prima es que la estética mole y la acción no esté mal rodada (en este
caso, ni el montaje es tan videoclipero como en otras pelis similares, ni el
bullet-time tan molesto y casi todas las escenas de acción se pueden visualizar
sin volverte loco intentando ver lo que pasa, así que se le puede dar un
aprobado sin problemas), pues el que la trama desarrollada sea más o menos
simple como que da un poco igual.
Protagoniza la película la guapísima Kate
Beckinsale que, a pesar de haber trabajado también con Scorsese, Michael Bay y
unos cuantos directores de renombre más, tiene en la saga Underworld el que es,
sin duda alguna, el papel que ha marcado su carrera y por el cual va a ser
recordado en el futuro. Es sexy, se mueve con soltura en las peleas, tiene un
puntillo descarado incluso y las lentillas azules y los colmillos le sientan de
puta madre asi que, por mi parte, ningún problema con ella. El co-protagonista
es Scott Speedman, un señor sosísimo que también tiene en esta película el
papel de su vida, pero en esta ocasión, porque no ha rodado nada más que
merezca la pena reseñar. Como líder de los licántropos, uno de los personajes
más carismáticos y más empáticos de toda la saga, tenemos a Michael Sheen (que
no tiene nada que ver con Martin Sheen o el drogadicto de su hijo Charlie), ex pareja de la señorita Beckinsale y un actor que años después de
hacer Underworld ganó un prestigio que te cagas con su participación en La
Reina (el biopic de Isabel II con Helen Mirren) y en El Desafío: Frost contra
Nixon, con una nominación a los BAFTA incluida, pero que en el momento de hacer
esta peli era más bien desconocidillo. Por otro lado, Viktor, señor de los
vampiros está interpretado por un especialista en papeles grimosos, el
británico Bill Nighy, conocido por hacer de rockero viejo en Love Actually, por
su papel de Davy Jones en la saga Piratas del Caribe y por sus cameos en las
pelis de Edward Wright. El resto del plantel está compuesto por mediocres y
completos desconocidos, muchos de ellos procedentes de Europa del Este, entre
los que destaca como curiosidad el cameo
de Wentworth Miller, protagonista de Prison Break y el Capitán Frío en The
Flash, Arrow y demás series de superhéroes de la CW.
Dirige toda la fiesta Len Wiseman, el señor
por el cual Kate Beckinsale dejó a Martin Sheen hasta el año 2015 en el cual le
pidió el divorcio. Un hombre cuya filmografía se compone básicamente de las dos
primeras entregas de la saga Underworld y de dos putas mierdas como son La
Jungla 4.0 y el remake de 2012 de Desafío Total. Un auténtico currela, impersonal hasta decir basta, lo cual lo excusa bastante en lo que respecta al resultado final de sus
películas, y actualmente productor tanto de las nuevas entregas de Underworld
como de diversas series de TV. Sin duda alguna, el otro pilar fundamental de la
saga aparte de la señorita Beckinsale.
En líneas generales Underworld es una
película que en su momento me gustó mucho (aunque claro está, tenía 12 añitos
cuando la vi por primera vez) y que hoy día me entretiene pero no me dice gran
cosa más. Ni de lejos es tan impresionante y adrenalínica como la recordaba. La
película fue, en su momento, un éxito sorpresa ya que, partiendo de un
presupuesto de 22 millones de dólares consiguió recaudar casi 96, lo que le
aseguró a la misma su continuidad en toda una serie de secuelas, la primera de
las cuales fue…
Título: Underworld: Evolution
Director: Len Wiseman
Año: 2006
Guión: Danny McBride
Intérpretes: Kate Beckinsale (Selene), Scott Speedman (Michael Corvin), Tony Curran (Marcus Corvinus), Derek Jacobi (Alexander Corvinus), Steven Mackintosh (Andreas Tanis)
Underworld: Evolution. Primera secuela en la
que repiten Wiseman, Beckinsale y Speedman y en la que prácticamente nada
cambia en lo referente a la estética, la dirección y las interpretaciones de
los actores. Y sin embargo mi favorita de la saga por el momento ¿Por qué?
Simple, porque se centran más en la mitología planteada para el universo de la
saga, es un no parar de escenas de acción bastante mejor planificadas que las
de la primera entrega y tiene como villanos a un puto licántropo albino inmenso
y a un señor de los vampiros, con sus alas de murciélago y todo, curradísimos
con un maquillaje de puta madre.
La película es una continuación directa de la
primera parte y nos presenta a los protagonistas, Selene y Michael, huyendo de
los restantes vampiros y licántropos por igual. Sin embargo, sus acciones en la
anterior peli provocaron indirectamente el despertar de Marcus Corvinus, el
primer vampiro quién también se lanzará en persecución de la feliz pareja, pues
aunque estos no lo sepan, tienen la clave para despertar de su encarcelamiento
eterno a William Corvinus, el primer licántropo y hermano de Marcus, pieza
fundamental de un plan del susodicho chupasangre para lograr el dominio sobre
ambas razas de seres nocturnos.
La verdad es que es una peli de la que no se
puede decir gran cosa, menos aún después de haber comentado la que le precedió.
No ofrece prácticamente nada nuevo salvo la continuación de la trama iniciada y
la presentación de nuevos personajes, y mantiene todos los elementos de
fotografía y estética de la primera entrega, mejorando eso sí cosillas tales
como el CGI utilizado y la realización de las escenas de acción. Claro que
también contó con un presupuesto bastante mayor que el de su predecesora, casi
45 millones de dólares que rentabilizaron de sobra con una recaudación de algo
más de 113 millones.
Entre las nuevas incorporaciones al plantel
de actores tenemos como Marcus Corvinus a Tony Curran, actor irlandés que , al
margen de un papel secundario en Blade II y su interpretación como el hombre
invisible en La Liga de los hombres extraordinarios, no ha hecho nada que
merezca la pena destacar. El británico Steven Mackintosh encarna al historiador
y cronista de los clanes vampíricos Andreas Tanis y, junto a todos estos
mediocres, encontramos la participación estelar de un grande, el shakespeariano
Sir Derek Jacobi, al que habréis podido en decenas de producciones de diversa
índole, desde series B hasta pelis de prestigio, y al que recuerdo especialmente
por sus papeles de Graco en Gladiator y del emperador Claudio en la adaptación
televisiva del Yo, Claudio de Robert Graves por el que obtuvo un merecidísimo
premio BAFTA a Mejor Actor.
Y ya está, no hay más que decir. La verdad es
que en este tipo de sagas en las que se adhieren a una fórmula estética que
funciona no suele haber gran cosa que destacar salvo cuando se convierten en
una puta mierda. Eso y que, por otro lado, la preferencia de unas entregas
sobre otras suele ser puramente subjetiva y complicado de argumentar salvo con
la clásica pregunta “¿Qué tiene esta que no tengan las demás?”. Al menos así lo
veo yo. La próxima vez que afronte esta saga revisionaré la tercera entrega y
precuela de todas las demás películas, Underworld: La Rebelión de los
licántropos, y afrontaré por primera vez el visionado de la cuarta parte.
Cuídense hasta entonces…
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