martes, 20 de septiembre de 2016

LA CARRERA DE LA MUERTE DEL AÑO 2000 de Paul Bartel



Título: La Carrera de la muerte del año 2000 (Death Race 2000)
Director: Paul Bartel
Año: 1975
Guión: Charles B. Griffith
Intérpretes: David Carradine (Frankenstein), Sylvester Stallone (Joe "Metralleta" Viterbo), Simone Griffeth (Annie Smith), Mary Woronov (Calamity Jane), Roberta Collins (Matilda), Martin Kove (Nero el Héroe), Louisa Moritz (Mira), Harriet Medin (Thomasina Paine)

En un futuro no muy lejano (aunque técnicamente pasado al encontrarnos a septiembre de 2016) América está gobernada por una potencia fascista que aplica la político del "Pan y Circo" de una manera más bien curiosa: cada año, cinco pilotos de coches se enfrentan en una carrera a muerte dónde pueden ganar puntos que le permitan vencer en la competición mediante el atropello impune de hombres, mujeres, niños y ancianos. El ídolo de las masas en este sangriento deporte es un piloto enmascarado conocido cómo Frankenstein, quién mantiene una rivalidad encarnizada con otro corredor, Joe "Metralleta" Viterbo. La celebración de una nueva "Carrera de la Muerte" coincidiendo con las actuaciones de un grupo de saboteadores que intentan abolir el evento será el epicentro de un conflicto que podría cambiar de la nación.
Producción setentera de Roger Corman, y cómo tal, una película modesta en su concepto y sobre todo ,como era la costumbre de Corman, en su presupuesto,que sufre todas las virtudes y defectos de la serie B de esta época. Entre los pros podemos encontrar una serie de conceptos y formas de plasmar esta clase de historias, empezando por el propio concepto de que los concursantes tengan que atropellar gente para ganar puntos que hoy seguramente sería visto con más que malos ojos (sólo falta ver como un concepto similar, el de poder atropellar impunemente a personajes virtuales como diversión, fue una de las muchas cosas que contribuyeron a acrecentar la polémica de los videojuegos de la saga GTA años después), cómo con malos ojos sería visto el que el personaje de Stallone abofeteara  cada dos por tres a su partenair femenina sin que a esto se le diera mayor importancia. Si a esto le añadimos algo de gore en ciertos atropellos a viandantes (cabezas reventadas bajo ruedas de coches, empalamientos, sangre expulsada como si fueran salpicaduras de barro, etc) y una considerable cantidades de desnudos femeninos (en algunos casos muy agradecidos según el gusto del espectador) pues tenemos los suficientes ingredientes para considerarla una serie B divertida y muy sana en sus intenciones, un tipo de diversión cinéfila inconcebible hoy en día. 
Si nos ponemos algo serios, la cinta guarda ciertos paralelismos con otra película de "deportes futuristas" de aquella época como es Rollerball, ya que en ambas se muestra el deporte excepcionalmente violento como una forma de distraer a las masas borreguiles del futuro. La Carrera de la muerte del año 2000 juega con esto y lo aprovecha para satirizar el género de futuros distópicos y mostrar que aunque puede que nos volvamos más violentos y salvajes en el futuro seremos igual de idiotas y cerrados de mente, cosa que demuestra especialmente con el desenlace de la trama.
Encabezando el casting  tenemos a un David Carradine recien salido de la serie Kung-Fu que aceptó la oferta de Corman para protagonizar la película por el hecho de ser algo totalmente opuesto a su papel en la serie de televisión (y porque Corman el 10% de la recaudación que hiciera la película como sueldo adicional) y nos deleita con una infra-actuación totalmente desganada y carente de carisma alguno, demostrando una vez más que es un actor de mierda. En el lado opuesto tenemos a un Sylvester Stallone en uno de sus primeros papeles acreditados para la gran pantalla (ni Rocky había hecho aún) sobreactuando de puta madre con el gesto torcido toda la película, gritando en todo momento y haciendo todas las excentricidades que el guión le exige sin vergüenza alguna y comiéndose con patatas al pobre señor Carradine en cuanto a presencia sin por ello de ser igual de mierdoso que él a nivel interpretativo. Acompañan a los dos astros una serie de mindundis y de féminas (muchas de las cuales como he dicho anteriormente muestran sus senos y traseros en diversos momentos del metraje) y, como curiosidad, en un brevísimo cameo como mecánico, el director de cine John Landis.
Del guión se encarga Charles B. Griffith, guionista de un buen puñado de películas dirigidas y/o producidas por Corman, tanto de las más potables (La tienda de los horrores) cómo de lo peorcito de la carrera de este rey de la caspa cinematográfica (El monstruo del mar encantado). Dirige la película de manera completamente mecánica el señor Paul Bartel, que para el año 1975 venía de dirigir Neurosis Asesina bajo las órdenes del hermano de Roger, Gene Corman. Tras La Carrera de la muerte del año 2000 repitiría con Carradine al año siguiente a su estreno en Cannonball, tras lo cual dirigió unas cuantas cintas y capítulos de series de TV más antes de morir en el año 2000 de un cáncer de hígado.
Para acabar, uno no puede cerrar un comentario de una película de la factoría Corman sin incluir una ronda de curiosidades y anécdotas sobre su concepción. En este caso los auténticos protagonistas del rodaje fueron los coches utilizados en el mismo. Por lo visto el bueno de Roger siguiendo su máxima de austeridad a rajatabla compró y mando remontar y tunear para la ocasión una serie de coches de segunda mano logrando tener entre manos una serie de trastos móviles que apenas podían moverse siquiera, teniendo el equipo de rodaje que empujarlos muchas veces cuesta abajo para que cogieran algo de velocidad y pudieran filmar las escenas. Evidentemente el resultado eran secuencias donde los coches circulaban a una velocidad lamentable, evento que solucionarían rodando las escenas a cámara rápida para que pareciera que los bólidos iban a toda mecha. A todo esto le añadimos el hecho de que conducir vehículos que parecían sacados de Los Autos Locos se consideraba a todas luces ilegal en los cascos urbanos americanos por lo que muchos stunts preferían no meterse en líos y no conducir en esos escenarios, de manera que en más de una ocasión fueron los propios Stallone y Carradine (y se rumorea que también el propio Corman) los que tuvieron que hacer de stunt y salvar la papeleta. El punto y final a esta aberrante historia mecánica lo pone, una vez más, el mismísimo Corman quien afirma haber vendido los vehículos años después del estreno de la película a diversos museos ganando en la transacción mucho más de la miseria que le costó fabricar dichos engendros. Lo dicho, un maestro de las finanzas capaz de competir con canallas de la talla de Jordan Belfort o el propio Bárcenas.

En su época la película fue vapuleada hasta la saciedad por la crítica, lo cual no impidió que, partiendo de un presupuesto mísero de entre 300.000 y 500.000 dólares, resultara todo un éxito comercial, pues se estima que recaudó entre 5 y 8 millones de dólares en todo el mundo. Con el tiempo la cinta se convirtió en una peli de culto dando lugar a un remake en 2008 protagonizado por Jason Statham y dirigido por el videoclipero Paul W.S. Anderson  a la cual seguirían dos secuelas directas a DVD. Y la historia no termina aquí, pues el propio Roger Corman anunció a principios de este año 2016 su intención de producir un nuevo remake que supuestamente se titulará Death Race 2050, por lo que podemos decir que aún tenemos carreras mortales y violentas para rato. Muy simpática me ha parecido.


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