jueves, 31 de marzo de 2016

BATMAN V. SUPERMAN: EL AMANECER DE LA JUSTICIA de Zack Snyder



Título: Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia (Batman v. Superman: Dawn Of Justice)
Director: Zack Snyder
Año: 2016
Guión: David. S. Goyer y Chris Terrio
Intérpretes: Henry Cavill (Clark Kent/Superman), Ben Affleck (Bruce Wayne/Batman), Jesse Eisenberg (Lex Luthor), Gal Gadot (Diana Prince/Wonder Woman), Amy Adams (Lois Lane), Jeremy Irons (Alfred Pennyworth)

Posiblemente estemos ante el que es el evento del año en lo que a cine de superhéroes se refiere (con permiso de la Guerra Civil que está a un mesecito de estallar dentro del Universo Cinematográfico Marvel), no tanto por ser la película con la que DC y Warner pretenden iniciarse en el concepto de un Universo Cinematográfico compartido que ya ha popularizado con gran éxito la competencia, sino por ser la colisión tanto tiempo deseada entre los dos iconos más grandes en lo que a mitología superheroica se refiere, el hijo de Krypton y el Caballero Oscuro. `
Ambos han sido figuras que han pasado por la gran pantalla en diversas ocasiones con mayor o menor éxito. Batman ha conocido el éxito con las películas de Tim Burton, el oprobio con las secuelas de Joel Schumacher y un renacer por todo lo alto con la ya afamada trilogía de Christopher Nolan, que encandiló a todo tipo de público. Superman, por otro lado, se ha visto reflejado en el cine como un clásico (el Superman de Richard Donner), cómo un aburrimiento considerable (el Superman Returns de Bryan Singer), cómo un coñazo con más pasta de por medio (El Hombre de Acero de Zack Snyder) o directamente cómo una zetosidad (la archiconocida Superman IV de la Cannon). A lo largo de todo su recorrido en el celuloide siempre se ha especulado con el choque entre ambas figuras pero hemos tenido que esperar hasta este 2016 para ver consolidada esta intención. En lo personal, mis sensaciones con respecto a la película no eran muy buenas, el material que mostraban me estaba enseñando algo que poco o nada se parecía a los cómics que he leído durante mis 23 años de vida (no es para menos como luego veréis), y la soporífera experiencia que sufrí visionando El Hombre de Acero no ayudaba en absoluto. Pero las predicciones están hechas para ser desafiadas, y he aquí que tras visionarla en un paso matinal a las 12 del mediodía junto a otros seis héroes anónimos puedo decir sin despeinarme que Batman V. Superman es una buena película.

Pero vayamos por partes. La película se presenta cómo una secuela directa de El Hombre de Acero en la que Superman tras haber salvado Metropolis  del ataque de Zod es alabado y querido por gente de todo el mundo, o más bien, por casi todos, porque hay quien piensa que el superhéroe de la capa es más un peligro que una solución a los problemas. Entre estos últimos tenemos a cierto justiciero vestido de negro que, desde Gotham City siembra el terror entre los criminales, el cual cree ser el único indicado y capacitado para poner freno a las actividades del hijo de Krypton. Si al cóctel se le añade las maquinaciones de un tal Lex Luthor desde la sombra, la batalla entre los dos mitos está servida en bandeja.
En primer lugar he de decir que no sé como deberá afrontar el visionado de esta película un espectador medio, pero desde luego que un lector consumado de cómics debe ser capaz de separar mentalmente el concepto adaptación y el concepto de la película como un producto independiente, pues si no va a ser con toda probabilidad incapaz de disfrutarla. Con esto no quiero decir otra cosa más que cómo adaptación del cómic deja bastante que desear, sobre todo en lo referente a la traslación de los personajes al cine, pues ni Superman se comportaría de manera tan imprudente (aunque he de decir que me gusta muchísimo el hecho de que el punto de partida que defienden los opositores a Superman es el que sí, salva a la gente de los peligros para luego desentenderse de las posibles consecuencias de sus actos), ni Lex Luthor es tan megalomaníaco y excéntrico ni Batman se carga a los delincuentes en plan Punisher. Esto añadido a la presencia de ciertos cameos y personajes sacados de los tebeos representados de manera más bien chapucera y a un par de secuencia que de lo descabelladas que resultan para un lector parece que estén rodadas a propósito para cabrear a este sector de la audiencia definen la ineptitud aún patente en Warner tras tantos años para adaptar los cómics de DC al cine con un guión decente.
Ahora, como película, Batman V. Superman sí que funciona cómo debe ser. Un comienzo muy bueno (con un homenaje/plagio directo de Batman Begins incluído) en dónde los bandos se posicionan enlaza con un breve espacio de tiempo en el que parece que la cinta va a caer en el sopor que exudaba El Hombre de Acero, sopor del que por fortuna la película huye en cuánto estalla el conflicto propiamente dicho para ya no bajar hasta un final en el que si bien dejan patente el advenimiento de la ya confirmadísima adaptación de La Liga de la Justicia no pecan revelándonos nada sobre el posible argumento, los posibles personajes y demás detalles de este futuro estreno.
Gobiernan el casting  un Ben Affleck que al contrario de lo que todo el mundo afirmó en su momento (y bien que se rajó sobre el tema en la red) compone un Batman y un Bruce Wayne convincentes aún a pesar de estar excesivamente fuerte (casi casi al nivel de auténticos monstruos del músculo cómo Dwayne "The Rock" Johnson) y tener que lidiar con no uno, sino dos trajes de diseños bastante horrendos en mi opinión. Se le opone un Henry Cavill ya más agusto en su papel de un Superman que sigue sin tener carisma alguno al que, por cierto, se han molestado en aplicarle algo más de colorido al traje respecto al diseño hiper oscuro de El Hombre de Acero. El tercero en discordia sería el villano de la función, Lex Luthor, interpretado por un Jesse Eisenberg pasado de rosca, hiper sobreactuado y completamente insoportable de presenciar, especialmente en los momentos en los que se pega esos discursos completamente herméticos de los que uno no es capaz de sacar nada en claro (cuanto daño ha hecho el Joker de Nolan al cine de superhéroes).
Al trío calavera acompañan como secundarios Amy Adams aka. Lois Lane, que una vez más apenas es algo más que una doncella en apuros, un Jeremy Irons interpretando a un Alfred Pennyworth que apenas se parece al Alfred de los cómics y, por todos es sabido a estas alturas, la israelí Gal Gadot interpretando a una Wonder Woman muy convincente tanto estéticamente cómo a nivel interpretativo (especialmente en las escenas de acción) que se convierte automáticamente en uno de los mayores alicientes del film.
Zack Snyder se olvida del uso excesivo de la cámara lenta y del desvarío mareante que perpetró en El Hombre de Acero para pulir un poco su estilo de rodaje, llegando incluso a dejar quieta la cámara durante breves instantes por una vez en su vida, siendo especialmente efectivo cuando llega la hora del gran combate que da título a la película. Junto a Snyder tenemos también a dos viejos conocidos del Universo Cinematográfico DC (ya podemos hablar de este), por un lado David S. Goyer más flojito que nunca a los guiones como lo estuvo en su momento en la trilogía de Nolan y Hans Zimmer poniendo su firma a una banda sonora que parece compuesta a partir de un revoltijo de su trabajo en los últimos 10 años.
Antes de cerrar esto he de comentar un par de detallitos que me han encantado cómo aficionado comiquero que soy: en primer lugar, tenemos aquí posiblemente el batmovil y la batcueva mejor plasmados de todos los que se han presentado alguna vez en la gran pantalla, y en segundo, he de arrodillarme y dar gracias a Dios  de que apenas han cogido como inspiración la obra magna de Frank Miller El Regreso del Caballero Oscuro, evitando así posibles profanaciones y chupadas de polla a un autor que tampoco se lo merece tanto como mucha gente dice.

Lo dicho, aunque si os paráis a mirar casi parece que haya dicho más cosas malas que buenas (es inevitable que le saque pegas a este tipo de películas), Batman V. Superman es en verdad un espectáculo entretenido que te cagas que parece que vuelve a colocar a DC y a Warner en el punto de mira a pesar de las bajas expectativas que se tenían en principio al respecto. Esperemos que Escuadrón Suicida y Wonder Woman, los próximos proyectos a estrenar, no echen por tierra ese logro (aunque visto lo visto aquí, seguramente tengamos que estar más que atentos ante una posible sorpresa con esta última).


lunes, 28 de marzo de 2016

WISHMASTER 2: EL MAL NUNCA MUERE de Jack Sholder

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Título: Wishmaster 2: El Mal nunca muere (Whismaster 2: Evil Never Dies)
Director: Jack Sholder
Año: 1999
Guionista: Jack Sholder
Intérpretes: Andrew Divoff (Djinn/Nathaniel Demarest), Holly Fields (Morgana), Chris Weber (Eric), Oleg Vidov (Osip)

Primera secuela de las cuatro entregas que tuvo la saga Wishmaster. A pesar de que la primera costó unos 5 millones de dólares y recaudó 15 no debió de convencer a los productores (ahora ya sin el nombre de Wes Craven entre ellos) lo suficiente cómo para llevarla a la gran pantalla, así que esta y sus sucesoras se convirtieron en productos directos al mercado del vídeo, ¿la consecuencia más directa de esto? , que ya desde el primer momento se nota el abaratamiento sufrido.
Dónde en la primera entrega teníamos detrás de la dirección a Robert Kurtzman (uno de las mentes maestras fundadoras de la reconocidísima compañía de efectos especiales KNB) aquí tenemos a Jack Sholder (director de Pesadilla en Elm Street 2, Arachnid para la Fantastic Factory y mucha morralla televisiva), dónde en la primera teníamos a cargo de los efectos especiales a los compañeros de fatigas de Kurtzman,Greg Nicotero (discípulo de Tom Savini) y Howard Berger, aquí tenemos al inconmensurable Anthony C. Ferrante, director de las tres entregas de Sharknado y encargado de maquillaje y efectos especiales no sólo en la práctica totalidad de las producciones del señor Brian Yuzna (vease El Dentista, su secuela, Rottweiler una vez más para la Fantastic Factory o El Embrión), sino también en la ya mencionada Arachnid  y en mierdotes del calibre de la ya comentada en este santo blog, Scarecrow, de la infame productora The Asylum. Dónde en la original desfilaban en forma de cameos grandes figuras del cine de terror como Kane Hodder, Robert Englund y Tony Todd entre otros, aquí nos tenemos que conformar con la participación de secundarios de la altura de Tommy "Tiny" Lister o Robert LaSardo. Si a esto le sumamos la ausencia de nombres cómo el mencionado Wes Craven o el compositor Harry Manfredini (autor de la música de todas las entregas de Viernes 13 hasta  Jason X ), podemos imaginarnos la calidad del producto al que nos vamos a enfrentar. Pero he aquí que, a pesar de todo esto, la película, en toda su torpeza resulta mínimamente entretenida, y hasta risible en ciertos momentos, lo cual no hace sino restar pesadez a un producto que se nota desde un principio pobretón hasta decir basta.
En esta ocasión, el genio de la primera parte es liberado accidentalmente de su prisión en el "Ópalo del fuego sagrado" durante un robo en una galería de arte, y,al igual que en la primera entrega, se dedicará a buscar a aquella que lo ha liberado para que cumpla la profecía por la cual, tras concederle tres deseos a la susodicha, se abrirá un portal entre nuestro mundo y el de los Djinns, a través del cual subyugarán a la raza humana. Todo esto mientras, al igual que en su predecesora, va concediéndole deseos mortales a la gente y apoderándose de sus almas, muertes, dicho sea de paso, rebuscadas, pero menos originales que en la primera entrega, aunque eso sí, mucho más cómicas (brutal el momento del preso que atraviesa los barrotes y el del abogado follándose a sí mismo). Y al margen de estas muertas, ¿Qué tenemos?, pues una pelea carcelaria que parece extraída de una producción de kung-fu de baja estofa, un cura que a la mínima que puede se salta el celibato con la chica de turno, una protagonista que decide purificar su alma y encaminarse hacia el camino divino siguiendo el lógico proceso de quitarse todos los piercings, pendientes y maquillaje que viste y, además, cortarse un dedo meñique; el sempiterno rictus de Andrew Divoff, único participante de la película original que repitió en la secuela (y que no volvería a hacerlo en las siguientes entregas de la saga), una trama que fotocopia la de la primera entrega pero rellenándola con sustos baratos y repetitivos (el de la mano del Djinn que aparece de la nada en sueños se repite cómo tres o cuatro veces) y fracasando en los momentos dónde la primera triunfaba (especial hincapié hay que hacer en la escena de la primera aparición del Djinn que aquí casi que da risa y la masacre final en el casino, dónde queda patente el hecho de que no había un puto duro más para conseguir emular su escena homóloga en la primera parte).
En resumen, una puta mierda pero yo me he reído viéndola y he llegado al final sin problemas. O dicho de otra forma, mala pero divertida.




domingo, 13 de marzo de 2016

DAREDEVIL: DIABLO GUARDIÁN de Kevin Smith y Joe Quesada


Título: Daredevil: Diablo Guardián ( Marvel Knights: Daredevil vol.1 #1-8)
Editorial Española: Fórum/Panini Comics
Publicado originalmente cómo: Daredevil: Guardian Devil (Daredevil vol. 2 #1-8) [Marvel Comics]
Guion: Kevin Smith
Dibujo: Joe Quesada
Entintado: Jimmy Palmiotti
Color: Richard Isanove, Estudios Avalon
Portadista: Joe Quesada

Iniciamos el día de hoy un periplo, que es la forma elegante bajo la que me gusta describir la reseña continuada a lo largo de muchas entregas de una larga etapa dentro de un cómic en particular. Y que mejor elección para estrenarme en este campo que tratar con uno de los personajes más cuidados de la historia de Marvel, ahora en boca de muchos gracias a la maravillosa producción televisiva de Netflix. Me refiero por supuesto al diablo de la Cocina del Infierno, el abogado ciego Matt Murdock, más conocido como Daredevil.
La larga (larguísima etapa) cuyo periplo me dispongo a afrontar es quizá la etapa mejor consderada por crítica y público después del mítico trabajo que hizo Frank Miller en los años 80 (aunque según parece la etapa actual de Mark Waid, que no he tenido el placer de catar aún, amenaza con invalidar esta afirmación), y se extendió por casi diez años bajo el sello Marvel Knights, ya sabéis,aquella iniciativa encabezada por Joe Quesada que pretendía relanzar por todo lo alto a los superhéroes más urbanos y callejeros de Marvel (Spiderman, Punisher, Pantera Negra, etc)  contando para ello con autores y dibujantes de primera categoría. Todo un éxito desde el momento en el que se concibió en el cuál se procuró un lugar la colección del diablo guardián, una colección marcada por una gran variedad de autores y dibujantes, desde Joe Quesada a Paul Jenkins pasando por Alex Maleev, de entre los cuales se alzan por merito propio los dos guionistas que más se extendieron dentro de la etapa, Ed Brubaker (conocido por orquestar una de las etapas más memorables de la historia de la cabecera del Capitán América) y Brian Michael Bendis (posiblemente uno de los guionistas más odiados y amados a partes iguales por el fandom). Así pues, por su variedad, por su extensión y por el poco contacto que he tenido hasta ahora con esta estapa en particular, me dispongo a iniciar este periplo que me va a llevar mucho, mucho tiempo, por donde deben comenzarse estas cosas, por el principio. Porque antes de que llegaran Bendis o Brubaker le correspondió a un director de cine llamado Kevin Smith el acometer el relanzamiento de Daredevil dentro de Marvel Knights.
Kevin Smith, reconocido por el público por sus primeros trabajos más indies (Clerks, Mallrats, Persiguiendo a Amy…) y despreciado por sus últimos proyectos (¿Hacemos una Porno?, Tusk, Vaya par de polis…) es un director que puede caer mejor o peor dependiendo del tipo de espectador que uno sea (personalmente yo lo considero muy mediocre) pero que sin duda destaca entre los demás por dos rasgos muy particulares. En lo profesional, por su facilidad innata para crear ágiles líneas de diálogo (lo que en teoría debería convertirle en un guionista excepcional para el mundo del cómic), y en lo personal, por su apego al catolicismo más chapado a la antigua (vamos, que es de los de misa todos los domingos). Estos dos aspectos serán los pilares básicos sobre los cuales construye su corta aportación al universo “Daredeviliano”.
Los ocho números que conforman el arco argumental que Kevin Smith tituló como Diablo Guardián nos presentan a un Matt Murdock en plena crisis de fe después de ser abandonado por Karen Page que, por una serie de avatares, acaba al cargo de un bebé que según afirman algunos es la próxima reencarnación de Cristo, lo que lo pondrá en medio de un conflicto en el que sociedades secretas, asesinos y supuestos ángeles se disputan la vida del infante.
La trama, asentada en una premisa sencilla y que, como puede verse, se asienta fuertemente en el tema religiosa, es una excusa para poner al límite de la locura al héroe, sobre todo cuando a partir de cierto momento se comienza a insinuar que el bebé no es el próximo Salvador sino todo lo contrario, el Anticristo, y que todo aquel que entra en contacto con él acaba maldito y sufriendo todo tipo de desgracias. Dicho de otra manera, la situación vivida por Daredevil le lleva a plantearse sus convicciones y sus juicios morales, siendo el dilema claro: ¿Matarías a un bebé si creyeras que con ello ibas a salvar a la humanidad?


El caricaturesco (y recargado por momentos) arte de Quesada al servicio de un mediocre Kevin Smith

Todo esto parece al principio la intentona de Kevin Smith de reinterpretar el Born Again (una de las más celebradas historias de la etapa de Frank Miller) casi quince años después de la publicación de este, lo que, dicho sea de paso, resulta fallido en tanto que toda la parafernalia religiosa que rodea a la trama convierte lo que podría ser el descenso a los infiernos de Matt Murdock en un viaje espiritual y, por momentos una crítica al fanatismo de ciertos sectores de la iglesia. Sin embargo todo esto es una mera fachada, ya que con los últimos números Kevin Smith nos revela que no es a Miller a quien quiere imitar, sino a J.M. DeMatteis, pues Diablo Guardian resulta ser en esencia ni más ni menos que el homónimo “Daredeviliano” de La Última Cacería de Kraven , aquella mítica historia de Spiderman que el mencionado DeMatteis parió allá por los años 80 (curiosamente casi en las mismas fechas en las que se publicó el Born Again…¿Casualidad?). Y aunque me gustaría justificar el por qué de esta afirmación mi ética en lo referente a introducir spoilers me lo impide, así que bastará con saber que esta similitud resulta más que patente (de hecho, Kevin Smith ni se molesta en ocultarlo y directamente cita a dicha obra en el desenlace de su etapa). De esta forma, cómo historia de Daredevil, y a pesar de que el elemento religioso siempre ha estado presente en la historia de la colección, Diablo Guardián me parece fallida precisamente por el comentado exceso de este, que más que allanar el camino para una lectura fácil lo estropea de manera que, por qué no decirlo, llega a parecer un panfleto cristiano en ciertos momentos (cuándo un superhéroe, por muy católico que sea, pasa más de dos veces por un confesionario en ocho números, malo, malo).
Aun así, si algo se puede decir que cumple con creces esta breve etapa es el poner la primera piedra para introducir a nuevos lectores a la lectura de Daredevil, ya que, con la excepción de Elektra, se pasean prácticamente todos los personajes fundamentales de su microcosmos, desde el sempiterno Foggy Nelson a villanos clásicos como Bullseye y Kingpin pasando por otros personajes habituales de la cabecera cómo la Viuda Negra.
Al margen de la trama y los derroteros por donde el autor la conduce, la auténtica prueba de fuego de Kevin Smith como guionista estaba en los diálogos, su mejor faceta como guionista de cine. Y si, los diálogos están currados, especialmente las conversaciones entre Matt Murdock y Foggy Nelson, pero no logran en ningún momento atrapar al lector, es más, en ciertos momentos se nota que las líneas de diálogo son una estrategia para estirar la lectura el máximo posible, supliendo así la incapacidad de Kevin Smith de crear escenas de acción convincentes.
Acompañando el trabajo de este tenemos los trazos del por aquel entonces editor de la línea Marvel Knights, que luego ascendería a editor jefe de toda la Marvel, Joe Quesada, un señor que nunca ha sido de mi agrado ni en sus trabajos cómo guionista ni cómo dibujante, y que una vez más demuestra aquí lo segundo, con un trabajo que, si bien muestra algunos conceptos interesantes (oscurecer la imagen de Daredevil al máximo para darle un aire “batmanizado”, resaltar las botas y las “DD” rojas del traje en las escenas nocturnas, etc) pero que se puede resumir en una dura sentencia: un trazo mediocre que oscila dependiendo del momento entre lo caricaturesco y el límite de la deformidad.

Juntando todo lo comentado se puede afirmar que la presentación de la línea Marvel Knights: Daredevil de manos de Kevin Smith es un cómic que si bien se deja leer dista mucho de lo que se podría esperar de un señor con semejante reputación cómo guionista. Entretenido, puede ser, pero para nada sería uno de esos cómics que ensalzaría cómo una obra maestra, ni siquiera dentro de la historia de las colecciones del Diablo. Tras los ocho números que componen esta breve colaboración con Matt Murdock, Smith desde luego dejaría el terreno cimentado y fértil para que otro continuará lo que él empezó, de mejorar lo que este había hecho con el personaje. Y el encargado de intentar probar suerte ahora sería un autor totalmente desconocido para los lectores habituales de Marvel: David Mack.

miércoles, 9 de marzo de 2016

DAGON: LA SECTA DEL MAR de Stuart Gordon


Título: Dagon: la secta del mar
Director: Stuart Gordon
Año: 2001
Guionista: Dennis Paoli (historia original de H.P.Lovecraft)
Intérpretes: Ezra Godden (Paul Marsh), Raquel Meroño (Bárbara), Francisco Rabal (Ezequiel), Macarena Gómez (Uxía Cambarro), Ferran Lahoz (Cura)

He aquí uno de los productos salidos de la desaparecida Fantastic Factory, aquel proyecto que, amparado por la productora española Filmax y bajo la tutela de la colaboración entre Julio Fernández (presidente de la susodicha Filmax) y Brian Yuzna (director de series B como El Dentista pero más reconocido por sus labores de productor en clásicos del género como Re Animator), tenía como objetivo el establecer una conexión cinematográfica entre Estados Unidos y España de cara a producir una serie de películas  de terror y/o género fantástico rodadas en España con capital patrio pero echando mano de directores americanos especializados en estas lides. La idea era buena en el papel, pero una vez puesta en práctica los resultados no fueron tan positivos. Todo empezó cuando Brian Yuzna se gastó el presupuesto destinado a tres películas en el desarrollo de una sola, Faust: la venganza está en la sangre. Continuó cuando Jack Sholder (director de Pesadilla en Elm Street 2 entre otras) dejó su proyecto, Arachnid, a medio montar en España para volver meses después de los USA y encontrarse la cinta ya montada y estrenada. Y así, una tras otra, las producciones de la Fantastic Factory no cosechaban el éxito que se esperaba de ninguna forma, lo que provocó que en el 2005, tras el estrepitoso fracaso de Bajo aguas tranquilas del señor Yuzna una vez más, la Filmax cerrará el grifo y diera carpetazo de una vez por todas al experimento, dejando detrás bastantes chascos pero también alguna que otra cosa resultona, como lo es esta Dagon.
La trama de la película gira en torno a una serie de turistas que, veraneando en la costa de Galicia acaban naufragando en un sórdido pueblo pesquero que esconde un secreto y donde sus habitantes no son lo que parecen. Esto viene a ser una adaptación de un relato del maestro del horror H.P. Lovecraft (no tanto el susodicho Dagon, como sugiere el título, sino más bien una traslación casi calcada de La Sombre Insmouth) que se presenta como una de las representaciones más fidedignas del complejo universo del escritor en el panorama cinematográfico. Una adaptación en la que, si bien presenta alguna que otra referencia fuera de lugar inevitables (no faltan la sudadera de la Universidad de Miskatonic o la forzada referencia a Cthulhu) se ajusta bastante bien a lo que nos contaba Lovecraft en ese relato donde el horror cósmico del autor (esos dioses extraterrestres, esos montruos antinaturales y la semilla que habían dejado en la Tierra) se unía a un terror más visceral, aquel que el hombre siente por naturaleza hacia el mar,un entorno totalmente hostil a la naturaleza humana, pero también, a la atracción hacia el mismo, esa atracción nacida de la curiosidad, de la necesidad en parte de conocer ese ambiente tan desconocido y lleno de misterios.
No extraña tampoco el que como adaptación funcione cuando detrás de la cámara tenemos a Stuart Gordon y a los guiones a Dennis Paoli, ambos compañeros de armas en multitud de proyectos, entre los cuales se cuentan la ya mencionada Re-Animator, por tanto, dos personas que se conocen entre sí, conocen sus métodos de trabajo y, sobre todo, conocen el material a adaptar. Y aunque el señor Gordon es solvente con la cámara, la práctica totalidad del efectismo de la película recae en la atmósfera del escenario escogido para el rodaje, el pueblo de Combarro en Pontevedra (hiper sombrío y con un aire sórdido de pueblo pesquero abandonado a su suerte que echa para atrás), los efectivos efectos especiales físicos (no así el CGI, que evidentemente ya se nota añejo) y sobre todo el maquillaje que es una puta pasada.
Paseándose delante de la cámara tenemos a un tal Ezra Godden (que según IMDB saltó de hacer Band of Brothers para la HBO a protagonizar Dagon, para luego hacer un episodio de la serie Masters of Horror y después directamente a poner voces en videojuegos), actor muy bien escogido por el mal rollo que da por lo delgado y sobre todo por lo extremadamente pálido que es, en el papel protagonista, a Raquel Meroño (a la que casi se le ve el coño) cómo la chica del prota, a Macarena Gómez (ahora en alza por su participación en la serie de Telecinco La Que se Avecina y que, dicho sea de paso, casi que poco maquillaje necesita con la cara de rodaballo que tiene) como mujer monstruo y, sobresaliendo por encima de todos, al gran Paco Rabal en su último papel cinematográfico antes de morir, hablando en un inglés de mierda (tampoco tenía puta idea del idioma el buen hombre, no le va a pedir uno más), protagonizando uno de los momentos clave de la peli y demostrando que al margen de los grandes trabajos por les que se le reivindica también era aficionado a currar en alguna de estas cosillas de género por el mero hecho de darse el gustazo de hacerlo (además, según se dice, un gran entendido en Lovecraft que hasta llegó a aconsejar en ciertos momentos al propio Stuart Gordon durante el rodaje).
En fin. En conjunto una buena adaptación del universo Lovecraftiano y una película bien maja y resultona, más aún si la comparamos con alguna de las otras ponzoñas que hizo la Fantastic Factory. La recomiendo.