sábado, 24 de septiembre de 2016

EL HOMBRE DE LOS PUÑOS DE HIERRO 2 de Roel Reiné


Título: El Hombre de los puños de hierro 2 ( The Man with the Iron Fists 2)
Director: Roel Reiné
Año: 2015
Guión: John Jarrell y RZA
Intérpretes: RZA (Thaddeus "El Hombre de los puños de hierro"), Dustin Nguyen (Li Kung), Charlie Ruedpokanon (Li Guang), Carl Ng (Maestro Ho), Pim Bubear (Inocencia), Cary-Hiroyuki Tagawa (Alcalde Zhang)

Producida por el binomio Quentin Tarantino-Eli Roth y dirigida y protagonizada por el rapero RZA del grupo Wu Tang Clan, la original El Hombre de los Puños de Hierro es una película que a mi particularmente me cae en gracia. Entiendo perfectamente el que la gente por lo general (y el fan del cine de artes marciales en particular) la considere una puta mierda, sobre todo por ese diseño post modernista y recargado que reviste una película que intenta rendir un homenaje a un estilo de cine con una serie de imágenes rodadas de una forma que poco o nada tiene que ver con este. Aun así los elementos fantásticos de la película, el que sea más bruta que un arado y la presencia de actores en decadencia como Lucy Liu y, sobre todo, Russell Crowe la convierten a mi parecer en una película entretenida y más que visible. A pesar de todo esto, y de contar con semejantes nombres de respeto en la producción, la película no funcionó entre el público y apenas logró cubrir gastos con la recaudación obtenida.
Sin embargo, el mencionado RZA debe de ser un ser de lo más caprichoso e inconsciente, pues tres años después logra convencer de nuevo a Eli Roth y a otros dos o tres productores para juntos financiar una secuela directa a DVD de su ópera prima, dónde el desiste en la tarea de dirección para únicamente encargarse del guión y la banda sonora y protagonizar la película. Así, en El Hombre de los puños de hierro 2 tenemos que el negraco de las manos metálicas acaba por circunstancias llegando a un pueblo minero cercano a un templo budista dónde tendrá que enfrentarse a un cacique opresor y a una serie de asesinatos supuestamente perpetrados por el fantasma de un monje budista renegado.
Es curioso el que en una película que se titule El Hombre de los puños de hierro 2 el susodicho héroe no haga acto de presencia como quien dice hasta los casi 40 minutos de película (y eso que la peli dura apenas 90). En lo que uno espera a que aparezca el prota  uno es testigo de escenas del malo rodeado de chinitas bellas alternadas con momentos en los que se muestran a los mineros pasándolas putas y secuencias de duelos de kung-fu en tabernas. Las coreografías de esta segunda entrega son malas a rabiar, lentas, mecánicas y falsisímas, amen de que la brutalidad que hacía que las peleas de la primera película fueran majas aquí brilla por su ausencia (lo que, por cierto, arruina completamente escenas que podrían haber molado como el enfrentamiento entre el hombre los puños de hierro y un hombre con piernas de hierro). El nivel de producción también se resiente brutalmente por el bajón del presupuesto. Así, donde en la primera había hierro y madera, aquí tenemos cartón y hojalata acompañados de unos efectos especiales digitales de la peor estofa y un maquillaje completamente zetoso (mención especial al momento en la primera pelea de la peli dónde RZA golpea a un maloso en el cráneo y este tiene unas heridas en la cara dignas de una película turca antes incluso de que le golpe se produzca y puedas disfrutar de la costrosidad del momento en un nada disimulado primerísimo plano). Todos estos detalles se encuentran orquestados por una banda sonora raperil que, si bien en la primera película fungía relativamente bien con las melodías orientales que también formaban parte de la banda sonora y las imágenes mostradas, aquí se convierte en un estorbo auditivo constante donde incluso, en un alarde de sinvergonzonería, se atreven a copiar a Ennio Morricone con la peor versión que he escuchado en mi puta vida del Ecstasy of Gold de El Bueno, El Feo y el Malo.
Protagoniza la cinta , como he dicho anteriormente, el rapero RZA, quién postula seriamente al título de peor actor negro de la historia. Le acompañan una serie de asiáticos desconocidos (el que más y el que menos ha tenido algún pequeño papel en televisión) de entre los cuales destaca únicamente el japonés Cary-Hiroyuki Tagawa quien a pesar de tener  una dilatada filmografía permanece en la memoria del fandom principalmente por su interpretación del villano Shang Tsung en la primera película de Mortal Kombat.
Dirige la pantomima el videoclubero Roel Reiné, director de El rey escorpión 3, de Death Race 3: Inferno y de Muerte en Tombstone otra película que también me hace gracia al igual que El Hombre de los Puños de Hierro por los actores en decadencia que aparecen en ella (concretamente Dina Meyer, Anthony Michael Hall y el mismísimo Mickey Rourke).
Así pues, El Hombre de los Puños de Hierro 2 carece de todos los elementos que hacían de la primera entrega una película medianamente disfrutable lo cual, por si no ha quedado suficientemente claro, la convierten en una mierda de un calibre superior. Y no hay más que decir sobre ella.


viernes, 23 de septiembre de 2016

VENGADORES SECRETOS: La Etapa de Ed Brubaker


Título: Vengadores Secretos #1-11
Editorial Española: Panini Comics
Publicado originalmente como: Secret Avengers vol.1, #1-12
Guión: Ed Brubaker
Dibujo: Mike Deodato Jr.,Will Conrad, David Aja y Michael Lark
Entintado: Mike Deodato Jr.,Will Conrad, David Aja y Michael Lark
Color: Rain Beredo y José Villarubia
Portadistas: Mike Deodato Jr. y Marko Djurdjevic

La diversificación de las colecciones Vengadoras es un fenómeno asociado casi exclusivamente a los últimos diez años de la historia de Marvel. Si bien es verdad que en los 80 los Vengadores contaban con dos series regulares simultáneas, la cabecera principal y Los Vengadores de la Costa Oeste, el concepto de conversión de un cómic en franquicia era algo prácticamente exclusivo de la Patrulla X (no en vano para cuando llegó el siglo XXI los mutantes contaban con todo un abanico de series regulares como Uncanny X-Men, X-Men, Factor-X o X-Force que derivaba de la desaparecida Los Nuevos Mutantes, por no hablar de proyectos creados en los 80 que ya habían caducado como Excalibur o los múltiples spin-offs dedicados a integrantes concretos de la Patrulla X, de entre los cuales destacaba por encima de los demás la cabecera dedicada a Lobezno en solitario). Sin embargo, la llegada de Bendis a los Vengadores, su reconversión una nueva cabecera, Los Nuevos Vengandores, unido a la aparición de los primeros eventos anuales  (el sistema de publicación que le ha otorgado en gran medida a Marvel el éxito editorial del que goza actualmente) y, como no, al anuncio de la adaptación cinematográfica del cómic condujo a que una serie de autores, encabezados una vez más por Bendis, decidieran convertir al equipo de superhéroes en una nueva franquicia. Así, casi inmediatamente después de que Los Nuevos Vengadores dieran el pistoletazo de salida comenzaron a surgir cabeceras como Jóvenes Vengadores, Poderosos Vengadores, Vengadores: La Iniciativa, Academia Vengadores o Vengadores Oscuros, y así hasta la actualidad, momento en que Los Vengadores cuentan con nada menos que seis cabeceras grupales regulares, spin- offs aparte.
Entre toda esta maraña de colecciones que surgieron en la década pasada encontramos el debut de Vengadores Secretos, una serie que surge a raíz del final de una de las etapas más brillantes de los últimos quince años de la editorial, Reinado Oscuro, aquella línea argumental en la que Norman Osborn se hacía con el puesto de figura principal al mando de la seguridad mundial, y por tanto, cabecilla de SHIELD, jefe de su particular alineación de Vengadores conformado por villanos encarnando el papel de superhéroes y, básicamente, el hombre más poderoso políticamente hablando del mundo. Este status quo llegaría, cómo todo en este mundo, a un final en el que Norman Osborn caería llevándose todo el sistema que había construido por delante. En esta situación Steve Rogers, quién por aquellos tiempos no vestía el uniforme del Capitán América, decidía montar su propio equipo de Vengadores, destinado a llevar a cabo, cual regimiento de black-ops e inspirado en gran parte en lo que había hecho Osborn durante su etapa al mando, misiones encubiertas a espaldas de los poderes gobernantes. Este equipo proactivo, destinado a atacar la amenaza antes de que pudiera ser un peligro para el mundo (en el fondo esto no deja de ser la versión vengadora de la X-Force mutante) estaba conformado inicialmente, al margen de por el propio Steve Rogers, por una serie de personajes polifacética que incluía al Caballero Luna, al tercer Hombre Hormiga, a Valquiria, Maquina de Guerra, la Viuda Negra, la Bestia y Nova, aunque como veremos enseguida esta alineación ejercía mas una función publicitaria a la hora de vender la serie (al menos en estos primeros números) que un papel importante dentro de la propia cabecera.

Reunión de equipo

Al mando de los guiones se pondría Ed Brubaker, guionista por entonces encumbrado en Marvel gracias a su memorable etapa en Capitán América la cual seguía escribiendo por aquel entonces, compaginándola con otros proyectos entre los cuales se encontraba la cabecera que estamos tratando. Brubaker puede ser un gran guionista cuando se trata de escribir las aventuras del Centinela de la Libertad, pero ni de lejos es un escritor perfecto y aquí resulta bastante fallido. Su etapa en Vengadores Secretos es una en la que la coralidad brilla por su ausencia. Personajes como el Caballero Luna (precisamente un personaje con un potencial extraordinario a la hora de usarlo dentro de un equipo) o Maquina de Guerra no pintan prácticamente nada en la trama, no tienen una dinámica establecida dentro del grupo, simplemente están ahí para ser usados cuando el guión requiera de la presencia de más efectivos en las batallas. Y lo mismo se puede decir de otros personajes completamente desaprovechados como la Viuda Negra (la espía marvelita por excelencia) o Valquiria (que tiene la virtud nunca explotada de ser el equivalente a un elefante en una cristalería para un equipo de estas características), por no hablar de Nova, al cual se quitan de un plumazo de encima en el cuarto número, no llegando a formar parte en ningún momento de la alineación (así pues aquel que comprara los primeros números por este personaje se llevaría un buen cabreo por este movimiento de Brubaker). La serie da la sensación en todo momento de no ser un cómic de los Vengadores sino un spin-off del Capitán América en el que este hace piña con otros personajes, pues el desarrollo de la acción, la trama (especialemente en el segundo arco argumental de la etapa ) y la potencial evolución de personajes está siempre relacionada directa o tangencialmente con Steve Rogers, de manera que sólo la Bestia (ejerciendo el papel de "cerebrito" del grupo) o el Hombre Hormiga (el alivio cómico que nunca puede faltar) se salvan de la influencia del Capi y adquieren algo de protagonismo.
Al margen de esto, el cómic también parece más un capricho de Brubaker, que quería probar a hacer otro tipo de historias que no tuvieran un tono político o de espionaje exclusivamente. Así pues, en los primeros cinco números se las ingenia para construir una aburrida trama de ciencia ficción llevándose al equipo a Marte (algo inexplicable, pues como demostró en su paso por  Uncanny X-Men es que el guionista es capaz de construir una trama de este género convincente y entretenida), mientras que en las siete últimas entregas de la etapa se monta una incursión en el mundo de las artes marciales con un arco argumental bastante más solvente y efectivo en el cual merece la pena profundizar un poquito.
Shang-Chi, el Capi y el Príncipe de los Huérfanos: Brubaker repasa sus éxitos pasados

Los ojos del dragón, que así se titula esta segunda aventura, aligera el exceso de atención sobre el personaje de Steve Rogers para traer de vuelta por todo lo alto al personaje de Shang-Chi, el Maestro del Kung Fu, el cual se unirá al equipo para intentar impedir la resurrección de su malvado padre. Al margen de recuperar a este último, Brubaker aprovecha para reutilizar también a un personaje que había creado previamente en su reverenciada etapa a cargo de El Inmortal Puño de Hierro, el Príncipe de los Huérfanos, así como también al supersoldado John Steele, personaje procedente de aquellos cómics de la Marvel (por aquel entonces conocida como Timely Comics) primigenia de los años 40, etapa de la historia del cómic americano en la que Brubaker se empapó como pocos de cara a preparar tanto su etapa en Capitán América como esa otra obra de culto que es El Proyecto Marvels, donde se volvía a poner el punto de mira en todos aquellos superhéroes de la Segunda Guerra Mundial. Aparte de ser un relato más dinámico y ágil en el que se reparte mejor el peso entre los distintos participantes del equipo (aunque sigue presente el lastre comentado hace un momento), este segundo arco argumental representa también un curioso ejemplo de la problemática de los derechos de autor en estos medios. Resulta que en los años en los que Marvel, presa como tantas otras empresas de aquella época de la fiebre por las artes marciales que tanto propiciaron Bruce Lee y compañía, publicaba la cabecera Masters of Kung Fu (la cual también tiene su propia historia que contar), Steve Engleheart estableció que la identidad del padre de Shang Chi era ni más ni menos que la del mismísimo Fu Manchú. ¿Que ocurre con esto? Pues que por aquellos años Marvel había comprado los derechos de este personaje a su creador para adaptarlo al cómic en dicha cabecera, pero con el paso del tiempo esos derechos se perdieron por el desuso. De esta manera, cuando llegó la hora de volver a utilizar al personaje, Marvel se encontró con que no podía llamarlo por el nombre por el que fue incorporado a su Universo. Y es así que Brubaker se anda con evasivas evitando el nombrar al padre de Shang-Chi por su nombre real en una estrategia de la que sale más o menos airoso.
La etapa de "Bru" se cierra con una historia autoconclusiva protagonizada por John Steele que resulta ser lo más salvable de la misma, dejando un buen sabor de boca de cara a futuras entregas de la cabecera y mostrando un atisbo del potencial que podría mostrar el supersoldado rescatado del olvido.
Le acompaña a los lápices el oscuro Mike Deodato, el cual acababa de rematar una racha gloriosa dibujando a los Thunderbolts de Warren Ellis y a los Vengadores Oscuros de Bendis. Si bien este no es un material tan cojonudo como las cabeceras citadas, su arte no queda deslucido en absoluto (siempre y cuando seas una de esas personas que aprecian su técnica de dibujo realista y oscura a más no poder) y logra unos resultados particularmente atractivos al dibujar al Caballero Luna y a la Bestia. En los últimos números, durante los flashbacks a la Segunda Guerra Mundial, es sustituido por Will Conrad, un artista que ha trabajado en múltiples cabeceras a lo largo de su carrera Buffy Cazavampiros hasta Aves de Presa para DC Comics, pasando por encargos aislados aquí y allá para Marvel. Su trazo sigue en la línea oscura trazada por Deodato pero se acerca más al estilo de otro gran dibujante, Steve Epting (lo que no hace sino recalcar el hecho de que esta cabecera parezca un tebeo más del Capi de Brubaker, donde puso los lápices a casi una cincuentena de números), por lo que se antoja como un vulgar parche con el que rellenar el último número antes de la salida definitiva del guionista y dibujante que habían inaugurado la serie. Igualmente, en el número especial dedicado a uno de los villanos presentados (el número 5 de la cabecera concretamente) aparecen como artistas invitados el ahora laureado David Aja (que previamente habia colaborado con Brubaker en el Inmortal Puño de Hierro) y Michael Lark ( que puso los lápices en un buen puñado de números de la etapa de Daredevil del señor Ed), así que todo queda en familia.

John Steele: el tributo de Brubaker a los tiempos de Timely Comics

En cualquier caso, este paso por Vengadores Secretos no pasa de ser un mero entretenimiento, más interesante para un completista de la cabecera que para cualquier otro tipo de público, que muestra múltiples carencias, siendo la principal la incapacidad de Brubaker de construir una trama que resulte lo suficientemente coral y equilibrada para el plantel de personajes, desaprovechados en su mayoría. Así pues, volviendo a recalcar lo ya dicho, más que un cómic de los Vengadores, estos números iniciales parecen más bien un spin-off de la cabecera principal del capi guionizada aún en aquel momento por el señor Brubaker. Y es que cuando uno quiere diversificar cuando está únicamente centrado para una sola cosa pasa lo que pasa. En cualquier caso, la propuesta había vendido lo suficiente como para que otro guionista tomara el relevo, y este no sería sino un guionista recién llegado de la editorial Image que estaba realizando sus primeros trabajillos para la gran Casa de las Ideas. Un guionista que por aquel entonces era un mindundi pero que actualmente se puede decir que se encuentra entre las figuras mejor valoradas dentro de la editorial, el cual no era otro que el actual guionista de las múltiples cabeceras del Capitán América, el señor Nick Spencer.

martes, 20 de septiembre de 2016

LA CARRERA DE LA MUERTE DEL AÑO 2000 de Paul Bartel



Título: La Carrera de la muerte del año 2000 (Death Race 2000)
Director: Paul Bartel
Año: 1975
Guión: Charles B. Griffith
Intérpretes: David Carradine (Frankenstein), Sylvester Stallone (Joe "Metralleta" Viterbo), Simone Griffeth (Annie Smith), Mary Woronov (Calamity Jane), Roberta Collins (Matilda), Martin Kove (Nero el Héroe), Louisa Moritz (Mira), Harriet Medin (Thomasina Paine)

En un futuro no muy lejano (aunque técnicamente pasado al encontrarnos a septiembre de 2016) América está gobernada por una potencia fascista que aplica la político del "Pan y Circo" de una manera más bien curiosa: cada año, cinco pilotos de coches se enfrentan en una carrera a muerte dónde pueden ganar puntos que le permitan vencer en la competición mediante el atropello impune de hombres, mujeres, niños y ancianos. El ídolo de las masas en este sangriento deporte es un piloto enmascarado conocido cómo Frankenstein, quién mantiene una rivalidad encarnizada con otro corredor, Joe "Metralleta" Viterbo. La celebración de una nueva "Carrera de la Muerte" coincidiendo con las actuaciones de un grupo de saboteadores que intentan abolir el evento será el epicentro de un conflicto que podría cambiar de la nación.
Producción setentera de Roger Corman, y cómo tal, una película modesta en su concepto y sobre todo ,como era la costumbre de Corman, en su presupuesto,que sufre todas las virtudes y defectos de la serie B de esta época. Entre los pros podemos encontrar una serie de conceptos y formas de plasmar esta clase de historias, empezando por el propio concepto de que los concursantes tengan que atropellar gente para ganar puntos que hoy seguramente sería visto con más que malos ojos (sólo falta ver como un concepto similar, el de poder atropellar impunemente a personajes virtuales como diversión, fue una de las muchas cosas que contribuyeron a acrecentar la polémica de los videojuegos de la saga GTA años después), cómo con malos ojos sería visto el que el personaje de Stallone abofeteara  cada dos por tres a su partenair femenina sin que a esto se le diera mayor importancia. Si a esto le añadimos algo de gore en ciertos atropellos a viandantes (cabezas reventadas bajo ruedas de coches, empalamientos, sangre expulsada como si fueran salpicaduras de barro, etc) y una considerable cantidades de desnudos femeninos (en algunos casos muy agradecidos según el gusto del espectador) pues tenemos los suficientes ingredientes para considerarla una serie B divertida y muy sana en sus intenciones, un tipo de diversión cinéfila inconcebible hoy en día. 
Si nos ponemos algo serios, la cinta guarda ciertos paralelismos con otra película de "deportes futuristas" de aquella época como es Rollerball, ya que en ambas se muestra el deporte excepcionalmente violento como una forma de distraer a las masas borreguiles del futuro. La Carrera de la muerte del año 2000 juega con esto y lo aprovecha para satirizar el género de futuros distópicos y mostrar que aunque puede que nos volvamos más violentos y salvajes en el futuro seremos igual de idiotas y cerrados de mente, cosa que demuestra especialmente con el desenlace de la trama.
Encabezando el casting  tenemos a un David Carradine recien salido de la serie Kung-Fu que aceptó la oferta de Corman para protagonizar la película por el hecho de ser algo totalmente opuesto a su papel en la serie de televisión (y porque Corman el 10% de la recaudación que hiciera la película como sueldo adicional) y nos deleita con una infra-actuación totalmente desganada y carente de carisma alguno, demostrando una vez más que es un actor de mierda. En el lado opuesto tenemos a un Sylvester Stallone en uno de sus primeros papeles acreditados para la gran pantalla (ni Rocky había hecho aún) sobreactuando de puta madre con el gesto torcido toda la película, gritando en todo momento y haciendo todas las excentricidades que el guión le exige sin vergüenza alguna y comiéndose con patatas al pobre señor Carradine en cuanto a presencia sin por ello de ser igual de mierdoso que él a nivel interpretativo. Acompañan a los dos astros una serie de mindundis y de féminas (muchas de las cuales como he dicho anteriormente muestran sus senos y traseros en diversos momentos del metraje) y, como curiosidad, en un brevísimo cameo como mecánico, el director de cine John Landis.
Del guión se encarga Charles B. Griffith, guionista de un buen puñado de películas dirigidas y/o producidas por Corman, tanto de las más potables (La tienda de los horrores) cómo de lo peorcito de la carrera de este rey de la caspa cinematográfica (El monstruo del mar encantado). Dirige la película de manera completamente mecánica el señor Paul Bartel, que para el año 1975 venía de dirigir Neurosis Asesina bajo las órdenes del hermano de Roger, Gene Corman. Tras La Carrera de la muerte del año 2000 repitiría con Carradine al año siguiente a su estreno en Cannonball, tras lo cual dirigió unas cuantas cintas y capítulos de series de TV más antes de morir en el año 2000 de un cáncer de hígado.
Para acabar, uno no puede cerrar un comentario de una película de la factoría Corman sin incluir una ronda de curiosidades y anécdotas sobre su concepción. En este caso los auténticos protagonistas del rodaje fueron los coches utilizados en el mismo. Por lo visto el bueno de Roger siguiendo su máxima de austeridad a rajatabla compró y mando remontar y tunear para la ocasión una serie de coches de segunda mano logrando tener entre manos una serie de trastos móviles que apenas podían moverse siquiera, teniendo el equipo de rodaje que empujarlos muchas veces cuesta abajo para que cogieran algo de velocidad y pudieran filmar las escenas. Evidentemente el resultado eran secuencias donde los coches circulaban a una velocidad lamentable, evento que solucionarían rodando las escenas a cámara rápida para que pareciera que los bólidos iban a toda mecha. A todo esto le añadimos el hecho de que conducir vehículos que parecían sacados de Los Autos Locos se consideraba a todas luces ilegal en los cascos urbanos americanos por lo que muchos stunts preferían no meterse en líos y no conducir en esos escenarios, de manera que en más de una ocasión fueron los propios Stallone y Carradine (y se rumorea que también el propio Corman) los que tuvieron que hacer de stunt y salvar la papeleta. El punto y final a esta aberrante historia mecánica lo pone, una vez más, el mismísimo Corman quien afirma haber vendido los vehículos años después del estreno de la película a diversos museos ganando en la transacción mucho más de la miseria que le costó fabricar dichos engendros. Lo dicho, un maestro de las finanzas capaz de competir con canallas de la talla de Jordan Belfort o el propio Bárcenas.

En su época la película fue vapuleada hasta la saciedad por la crítica, lo cual no impidió que, partiendo de un presupuesto mísero de entre 300.000 y 500.000 dólares, resultara todo un éxito comercial, pues se estima que recaudó entre 5 y 8 millones de dólares en todo el mundo. Con el tiempo la cinta se convirtió en una peli de culto dando lugar a un remake en 2008 protagonizado por Jason Statham y dirigido por el videoclipero Paul W.S. Anderson  a la cual seguirían dos secuelas directas a DVD. Y la historia no termina aquí, pues el propio Roger Corman anunció a principios de este año 2016 su intención de producir un nuevo remake que supuestamente se titulará Death Race 2050, por lo que podemos decir que aún tenemos carreras mortales y violentas para rato. Muy simpática me ha parecido.


domingo, 18 de septiembre de 2016

CIUDADANO X de Chris Gerolmo


Título: Ciudadano X (Citizen X)
Director: Chris Gerolmo
Año: 1995
Guión: Chris Gerolmo
Intérpretes: Stephen Rea (Viktor Bukarov), Donald Sutherland (Mikahil Fetisov), Jeffrey DeMunn (Andrei Chikatilo), Joss Ackland (Bondarchuk), Max Von Sydow (Alexandr Bukhanovsky), Imelda Staunton (Sra. Bukarov)

Los psychokillers me han parecido personajes tremendamente interesantes. Personas que ejercen sobre el que lee sobre sus vidas y obras una sensación a caballo entre el odio, el asco y la curiosidad morbosa. Particularmente lo que a mi me fascina sobre los psychokillers es el hecho de que estos por lo general no nacen, se hacen cuando en algún momento de su trayectoria vital algún hecho, alguna vivencia o simplemente la mera casualidad retuercen sus mentes hasta el extremo de convertirlos en monstruos capaces de las mayores barbaridades. Los psychokillers de verdad son atrayentes sin duda alguna, y uno puede caer con facilidad y convertirse en un aficionado a este tipo de historias tan truculentas. Yo mismo en el pasado tuve una época donde consumía obsesivamente material relacionado con estos seres humanos, llegando incluso a meterme entre pecho y espalda textos de psicología y criminalística como el cojonudo libro Dentro del Monstruo del ex-criminólogo y experto analista del FBI Robert K. Ressler, dónde este narraba con todo lujo de detalles las entrevistas que tuvo con asesinos de la talla de John Wayne Gacy y Jeffrey Dahmer, así como las conclusiones que extraía a raíz de estas.
Adonde quiero llegar con todo esto es que para el aficionado al mundo de los psychos existen ciertos nombres que resultan tan conocidos como los de Cristobal Colón o el de Charles Darwin. Me estoy refiriendo a personajes como Ted Bundy, Ed Gein, Pedro Alonso López o el que hoy nos atañe, Andrei Romanievich Chikatilo. Este fue un asesino en serie que actuó en la Unión Soviética post-Stalinista actuando particularmente sobre infantes y que entró en la historia al convertirse en el asesino más prolífico de la historia rusa y, con 52 víctimas en su haber, uno de los peores que dio el siglo XX. Con semejante currículum me extraña que tardaran tanto en plasmar su historia en una película, pero he aquí que Ciudadano X vio la luz en el año 1995. Posiblemente impulsada por el repunte que sufrió el interés por los psychokillers "realistas" a raíz del éxito de El Silencio de los Corderos, la película es una coproducción de la HBO y una tal Asylum Films (que nada tiene que ver con la cochambrosa compañía de cine zetoso que todos conocemos) creada para su exhibición en televisiones y cubre en sus casi dos horas la mayoría de la carrera criminal de Chikatilo mostrándola desde el punto de vista de los militares y policías que investigaron el caso y que acabarían capturando al asesino casi doce años después de que este comenzara a matar.
A pesar de tener como epicentro a un personaje de la talla de Chikatilo a la película le falta crudeza, le falta agallas par mostrar algo más de truculencia (salvo un par de escenas donde se ve alguna que otra puñalada de manera verdaderamente visceral la peli es bastante suavecita), pues si algo tiene la trayectoria vital de este psicópata es un trasfondo terrorífico donde las hambrunas, los horrores de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, los abusos sexuales y hasta el canibalismo se dan la mano. Dicho esto, tampoco le habría venido nada mal a la cinta algún flashback que nos mostrara la biografía de Andrei más allá de sus crímenes. Igualmente, la película se vende como un thriller pero tras terminar su visionado uno se da cuenta de que esta presenta una estructura y un ritmo más parecido al de un biopic que al de un thriller, donde se aprovecha la coyuntura para mostrar un retrato de la URSS de los años 80, con su represión, su opresiva burocracia y su ineficaz justicia.
Protagoniza la cinta el bonachón de Stephen Rea que clava el papel de un policía inexperto al que se la asigna un caso demasiado grande para sus zapatos pero que acaba demostrando ser más que capaz para llevarlo a cuestas aunque con alguna que otra consecuencia para su ambiente personal y familiar. Le acompaña Donald Sutherland interpretando a su superior en el escalafón militar y único apoyo dentro del sistema político soviético. La química entre ambos personajes está muy bien conseguida, trazando una evolución desde la fría camaradería militar hasta una férrea y calida amistad forjada en el horror de los crímenes de Chikatilo. 
El susodicho psicópata es interpretado por un Jeffrey DeMunn bastante controlado para lo que podía haber perpetrado (y bastante bien caracterizado si tenemos en cuenta que en la vida real Chikatilo era físicamente una especie de Alfredo Duro puesto de cocaína). Completan el plantel las breves participaciones de Imelda Staunton, Joss Ackland y el siempre simpático Max Von Sydow que aquí es doblado por el hombre que ponía la voz en español a los documentales de David Attenborough, lo cual resulta hasta gracioso cuando uno oye esa voz recitando las atrocidades cometidas por el asesino.
Tras las cámaras encontramos a un tal Chris Gerolmo, cuyo trabajo más meritorio fue el guión de Arde Mississippi. Se nota cierto empeño de este señor de intentar realizar un buen trabajo, pero a pesar de ello la dirección no resulta menos telefilmesca de lo que uno esperaría encontrar.
La cinta fue muy bien recibida en su momento y llegó a hacerse con un Globo de Oro (mejor actor secundario en una producción televisiva para Donald Sutherland) y tres premios gordos en el Festival de Sitges de aquel año (Mejor actor para Stephen Rea, Mejor actor secundario para Sutherland y Mejor película). Personalmente no es un producto tan grande como para merecer tantas alabanzas pero si que es un digno entretenimiento y una buena oportunidad para despertar la curiosidad en el espectador profano en el tema de los psychokillers. Merece un visionado.


sábado, 17 de septiembre de 2016

ALMAS DE METAL de Michael Crichton


Título: Almas de metal (Westworld)
Director: Michael Crichton
Año: 1973
Guión: Michael Crichton
Intérpretes: Yul Brynner (El Pistolero), Richard Benjamin (Peter Martin), James Brolin (John Blane), Alan Oppenheimer (Supervisor)

El difunto Michael Crichton debía tener alguna especie de trauma con los parques de atracciones que explique el que en el transcurso de una misma vida perpetrara dos cosas como Parque Jurásico y esta Almas de metal.
Un parque de atracciones futurista que reconstruye escenarios del pasado (concretamente la Edad Media, el Salvaje Oeste y los tiempos del Imperio Romano) mediante androides autónomos e hiperrealistas se torna una pesadilla cuando los robots comienzan a sufrir fallos y a cargarse a los turistas del mismo.  Premisa sencilla y un concepto muy interesante el de un parque de atracciones dónde uno literalmente puede olvidarse de su día día, de su vida y de sus mierdas personales fingiendo literalmente el ser otra persona en otro tiempo distinto. Un lugar dónde si lo deseas puedes dejar la ética y la moral de lado. Robar, matar, emborracharte a muerte, follar a diestro y siniestro con todo lo que se mueve, puedes hacer lo que quieras en ese sitio, no trae consecuencias, todos sus habitantes son robóticos y todas las instalaciones del parque estarán arregladas al día siguiente. Sin duda alguna, el entretenimiento del futuro. Un concepto muy molón pero que apenas es explorado en la cinta( y eso que eran los años 70, cuando si uno tenía los cojones suficientes podía lograr plasmar este tipo de ideas si quisiera). 
Pero bueno, si obviamos esto, la peli dura 85 minutos de los cuales la mitad son la presentación del parque, de los personajes y de la situación, y la otra mitad, la catástrofe que azota al mismo. Es entretenida y se aguanta bastante bien pero no va más allá. En el tema efectos especiales se ha quedado un poco vieja (la secuencia del aterrizaje de la nave en el parque al principio de la película canta horrores), no así en el maquillaje de los robots, que ha aguantado el paso de los años con más dignidad.
El plantel de actores está compuesto por una serie de mediocres entre los cuales se encuentra James Brolin (el padre de Josh Brolin) y, alzándose por encima del resto, Yul Brinner, que repite su performance en Los Siete Magníficos (hasta tal punto que va vestido de la misma madera que en dicha cinta). Curiosamente es este personaje y la expresión pétrea del señor Brinner lo que verdaderamente ha trascendido de la película, siendo citado por John Carpenter como una de los muchos elementos que le ayudaron a confeccionar a Michael Myers así como una gran inspiración para el bueno de Arnold Schwarzenegger a la hora de afrontar su papel en la mítica Terminator, por no hablar de las similitudes entre las secuencias de la visión infrarroja de los androides y las realizadas años más tarde en la ochentera Depredador
Detrás de la cámara se encuentra, cómo ya he dicho, el difunto novelista Michael Crichton que debutaba de esta manera como director. El señor Crichton fue un novelista de éxito sin duda alguna pero que, en mi modesta opinión, paría más novelas maluchas que trabajos dignos mención (por citar alguna de sus cagadas, ahí tenemos la infumable Sphera o Next, que es posiblemente la novela más aburrida escrita en lo que llevamos de siglo XXI). A lo largo de los años 70 y los 80 llegó a dirigir un total de seis películas y, si atendemos al mediocre trabajo que realiza aquí y al igualmente nefasto trabajo que realizo en Coma, el cual fue su siguiente trabajo tras Almas de Metal, es probable que estemos ante la cinta más meritoria de su filmografía.
La peli sufrió toda clase de presiones por parte de la Metro Goldwyn Mayer para que costara lo menos posible. Aún así, logró recaudar unos 10 millones de dólares en los Estados Unidos partiendo de un presupuesto de poco más de un millón, logrando un éxito suficiente cómo para que esputara una secuela, Mundo Futuro (Futureworld) que se estrenó en 1976 y una serie de TV que se canceló casi inmediatamente después de que viera la luz en 1980. A día de hoy, la HBO prepara el inminente estreno de una nueva adaptación televisiva. Conociendo el gusto de la cadena por meter cantidades ingentes de violencia y sexo en sus productos, no creo equivocarme al decir que es muy probable que nos encontremos ante un Westworld renovado para los tiempos modernos que poco tenga que ver con el film original pero que sin duda explotará como dios manda el concepto propuesto por el señor Crichton.