sábado, 21 de marzo de 2020

Dobles Programas Bizarros (VIII): THE RUNAWAYS de Floria Sigismondi + CATS de Tom Hooper


Título: The Runaways
Director: Flora Sigismondi
Año: 2010
Guión: Flora Sigismondi
Intérpretes: Dakota Fanning (Cherie Currie), Kristen Stewart (Joan Jett), Michael Shannon (Kim Fowley), Stella Maeve (Sandy West), Scout Taylor-Compton (Lita Ford), Riley Keough (Marie Currie)

¿Recordáis cuando el estreno de un biopic sobre un grupo de rock era un acontecimiento al que prestar atención y no algo a punto de convertirse en una rutina anual?
Han tenido que pasar años para que peña de la talla de Elton John o Queen a la que todo dios conoce tengan su propio biopic, pero desde que a algún iluminado se le ocurrió trasladar la vida de una afamada estrella del rock a la gran pantalla (que ignoro quien sería y no tengo ganas de buscarlo) hasta el día de hoy hemos tenido de todo pululando en cines con mayor o menor revuelo, desde el biopic de The Doors de Oliver Stone hasta la interpretación de la vida de Johnny Cash que protagonizó Joaquin Phoenix en En la cuerda floja, pasando por, por ejemplo, Sid y Nancy, centrada en la turbia vida del cantante de los Sex Pistols. Muchas de estos productos ni los he visto ni tengo prisa por hacerlo, pero en mi afán por indagar en cosillas que el público pasó por alto, si que saqué unos minutos para tragarme la película que le dedicaron en su momento a las Runaways.
Yo no he tenido contacto con este grupo más allá de los temazos que cualquiera puede llegar a escuchar en algún momento de su vida pero si que tenía el concepto de que, dentro del rock y el punk, fueron todo un pilar fundamental para todo grupo femenino que surgiera en los 80 así como de la categoría de diosas del género de la que gozan tanto Joan Jett como Cherie Currie, las que fueran cantante y guitarrista del grupo respectivamente.
El biopic toma como referencia las memorias de esta última para construir que nos narra la breve vida del grupo desde sus inicios hasta su disolución, centrándose fundamentalmente en el trasfondo y las relaciones interpersonales de sus figuras centrales, Jett y Currie.
Sobre el grupo se ha dicho de todo con el paso de los años, desde que eran una especie de mini comuna lésbica que estaban liadas todas con todas hasta que esta afirmación fue poco menos que un montaje para atraer controversia y atención sobre la banda. La peli abraza sin complejos la corriente de que entre Jett y Currie hubo más que palabras. Si tenemos en cuenta que la peli cuenta con la bendición y apoyo de ambas músicas y que ninguna confirma ni desmiente nada de esto, digo yo que habrá que creerselo, ¿no? 
El proyecto fue, desde un principio, idea de la que acabaría siendo su directora Flora Sigismondi, la cual también se encargó del guión de la peli y de buscar financiación, logrando convencer tanto a Joan Jett como a su manager de por aquel entonces para que inyectaran algo de pasta al presupuesto. Sigismondi tenía una larga carrera como directora de videoclips musicales pero este fue su debut cinematográfico, lo que quizá explique las virtudes y defectos del mismo.
The Runaways logra su cometido a la hora de reconstruir la época en la que el grupo estuvo de gira petándolo a más no poder, logra componer unas escenas de directos verdaderamente estimulantes y, a grandes rasgos, transmitirte el buen rollo y la fuerza de la música que estas muchachas hacían. Por otro lado, fracasa estrepitosamente al adaptar la historia del grupo a un ritmo cinematográfico. Para cuando hemos alcanzado el nudo de la trama, esta empieza a avanzar a trompicones. Pasamos de ver al grupo prácticamente aprendiendo a desenvolverse encima de un escenario a comprobar como Currie y Jett compartían rayas de cocaína. No existe una curva bien definida en el guión y eso que básicamente conseguir el tópico y hacer un calco de cualquier otra peli sobre rockstars (parece mentira, pero es que todas siguen el mismo modelo de auge, caída en desgracia y remontada) lo tenía hecho. Vamos, que la peli destaca en todo lo musical y cojea en todo lo cinematográfico.
Y si esta se aguanta es porque sus dos protagonistas, para mi sorpresa, están las dos estupendas en sus respectivos roles. Kristen Stewart, esa actriz que en la mayoría de sus interpretaciones parece estar bajo los efectos del Diazepam, encuentra en Joan Jett un personaje que le sienta como anillo al dedo y en el que resulta verdaderamente creíble (algo increíble teniendo en cuenta que en esa misma época estaba demostrando en la saga Crepúsculo la cota máxima de inutilidad a la que era capaz de llegar). De la misma forma Dakota Fanning, jovencita con practicamente los mismos años de carrera que Stewart a sus espaldas y a la que no he seguido nunca la pista con atención, resulta igualmente convincente en la peli tanto como chica rural a cargo de un padre como subida al escenario vestida con un corsé en plan trabajadora de la noche cantando Cherry Bomb
La acompañan en el casting un par de chavalitas que no han tenido tanta suerte como ellas con sus carreras cinematográficas, el siempre funcional Michael Shannon justo antes de que Boardwalk Empire practicamente le encasillara en papeles de tío chungo y, en roles más secundarios, la veterana Tatum O'Neal y la actual musa del cine indie Riley Keough, que debutaba en el mundo del cine con esta película.
The Runaways fue un proyecto pequeñito y humilde con el que sus productores tampoco se jugaban demasiado, y menos mal, porque fue un absoluto fracaso en taquilla, recaudando 4,6 millones de dolares en todo el mundo partiendo de un presupuesto de 10. En nuestro país la película sentó a poco más de 12.000 espectadores en las butacas, o lo que es lo mismo, prácticamente a nadie. Para más inri, la única edición de la peli que se editó en formato físico aquí murió junto a la distribuidora Aurum y se encuentra actualmente descatalogadísima y sin perspectiva alguna de que vaya a reeditarse.
Y así, al final, la película se revela como un proyecto fallido que, aunque contó con el beneplácito de la crítica en su momento, pasó sin pena ni gloria y ha quedado completamente en el olvido. Gracias a Dios las carreras de Stewart y Fanning estaban ya bien encaminadas en aquellos años y el fracaso que fue The Runaways no pudo enterrarlas, cosa que no se puede decir de Flora Sigismondi, que tuvo que volver al mundo del videoclip y la TV, donde ha pasado la última década hasta que, el año pasado, consiguió recibir el encargo de una nueva adaptación de la novela Otra vuelta de tuerca de Henry James que, si Dios quiere, veremos estrenada por estos lares este año.
Personalmente opino que la falta de épica y ritmo (algo que si han conseguido lograr los biopics musicales que estamos viendo en cines en los últimos tiempos) es lo que condena a la peli a formar parte de la pila de las cintas poco memorables y mediocres, la cual crece a cada día en tamaño inevitablemente. Bien, pero sin más.




Título: Cats
Director: Tom Hooper
Año: 2019
Guión: Lee Hall y Tom Hooper
Intérpretes: Francesca Hayward (Victoria, la gata blanca), Judi Dench (Old Deuteronomy), Idris Elba (Macavity), Jason Derulo (The Rum Tum Tugger), Jennifer Hudson (Grizabella), James Corden (Bustopher Jones), Rebel Wilson (Jennyanydots), Ian McKellen (Gus, el gato del teatro), Taylor Swift (Bombalurina), Laurie Davidson (Mr. Mistoffeles), Robbie Fairchild (Munkustrap)

Si partimos del hecho de que Cats es uno de esos musicales de Broadway que siempre me han dado puñetero asco, el camino que la adaptación en plan superproducción que se estrenó el año pasado debía seguir para que me entrara bien era complicado. Inevitablemente he caído en la tentación de tragármela porque era incapaz de creer que lo que se decía de la peli fuera cierto del todo. Se comentaba de todo y nada bueno, que si era una atrocidad, la peor película del pasado año, incluso una de las peores de la historia. Son comentarios que le llegan a uno y le hacen babear de la expectación.
Vista de un tirón y de madrugada, que siempre cuesta más, he de decir que ver Cats no hará daño a nadie pero que entiendo perfectamente el rechazo exacerbado que genera en el público.
Antes de nada, demos un pequeño repaso a la pedante premisa del musical que Andrew Lloyd Webber compuso por los años 70 tomando como base una colección de poemas que el célebre T.S. Eliot le dedicó a los simpáticos felinos. La trama de la obra gira en torno a una festividad anual, el baile Jelical (notese mi torpe intento de traducción), en la que los gatos Jélicos se reúnen para esperar a su patriarca, Old Deuteronomy, que escogerá a uno de ellos para que trascienda al más allá y se reencarne en una nueva vida gatuna. De la mano de Victoria, la gata blanca, una recien llegada al grupo conoceremos a todos los candidatos a la esperada elección y también a la terrible amenaza que es el maligno gato Macavity, que espera hacerse con el premio valiéndose de  malas artes.
Dejando de lado las opiniones que las composiciones de Lloyd Webber me generan y centrándome en la traslación de estas a la gran pantalla, lo primero que a uno le llama la atención es por que, pudiendo elegir entre maquillar a los actores y meterles en disfraces gatunos o generar a todas las criaturas por ordenador, eligieron la opción intermedia que, vista a posteriori, puede ser fácilmente la peor de todas las posibles. 
Los gatos de la película ponen a prueba el concepto del uncanny valley como pocas cosas lo han hecho antes en el cine. El cuerpo de los animales es generado por ordenador mediante captura de movimiento sobre el que el rostro de los actores y actrices es superpuesto después también mediante CGI. El resultado es atroz, no sólo porque el efecto canta una barbaridad cuando los gatos empiezan a hacer movimientos ajenos a los humanos, como trepar por las paredes, sino porque en más de una ocasión el efecto parece no estar del todo conseguido, dando la sensación de que la boca y ojos de los actores está flotando por encima de su cara, algo idóneo para transmitir mal rollo en lugar de ternura. Hay actores en los que los efectos no resultan tan horrendos, como Ian McKellen o Judi Dench, que de tan viejos que están y tantas arrugas que tienen parecen ya muñecos de por si; y otros en lo que lo nefasto de estos está especialmente acentuados, como es el caso de Jennifer Hudson, que juro por Dios que no parece tener en ningún momento sus facciones donde deberían estar, o Idris Elba, al que por alguna razón han decidido generarle menos pelo infográfico que al resto de felinos, con la desagradable consecuencia que es que parezca que el actor está completamente desnudo en escena y a punto de mostrarnos un pene penduleando en el peor momento posible. Para más inri, cuando uno investiga un poco enseguida descubre que, tras los primeros pases de prueba, la peli entera tuvo que pasar por post-producción de nuevo para arreglar los efectos especiales que, según se dice, eran aún más horribles que los que se vieron en el resultado final. Esta tarea se tuvo que hacer a toda pastilla para lograr cumplir con las fechas del calendario previstas, hasta el punto de que, literalmente, se estuvo rehaciendo efectos en CGI hasta el día antes de mandar las copias a los cines. Como perla final al tema, se comenta por las redes sociales, con aparentes pruebas gráficas, que en la versión que se vio en cines había más de un "Glitch" en las infografías, apareciendo gatos con manos humanas con anillos y todo en la gran pantalla. De traca.
Lo peor es que tanto efecto chapucero oculta las interpretaciones del reparto bajo capas y capas de estorbos. Vale que está metida en esto gente como Rebel Wilson, que lleva haciendo el mismo personaje en la gran pantalla desde que la conozco, o una neófita, la bailarina Francesca Hayward, que hace sus coreografías de puta madre aunque lo suyo no sea actuar, pero es que peña como el mencionado Idris Elba o Ray Winstone que ya solo con aparecer en pantalla molan por si solos ven aquí sus capacidades tiradas por el cubo de la basura a causa del espantoso envoltorio que las rodean. Al final resulta que son Jason Derulo o Taylor Swift, dos estrellas de la música con mil y un bolos a sus espaldas, los únicos que no desentonan entre tanto exceso y parecen desenvolverse estupendamente entre música y bailarines.
La cosa es que la mítica productora Amblin iba totalmente en serio con hacer Cats a lo grande. No sólo eso, sino que llevaba años detrás de ello y barajando todo tipo de propuestas para ello. El contar con el nombre de Tom Hooper, director del que posiblemente sea uno de los más exitosos musicales cinematográficos modernos , Los Miserables (que, por cierto, abandona todas las atrevidas decisiones de las que hizo despliegue en dicha cinta para cascarse un trabajo super rutinario), y también con el del propio Lloyd Webber, que se saca una nueva canción de la manga para la ocasión (una pedazo de bosta maloliente dicho sea de paso), por no mencionar el reparto de campanillas al que hemos pegado un repaso en las anteriores líneas, habla por sí sólo de las ambiciones que tenía puestas la productora en el tema. Querían hacer otro gran musical moderno. Querían comerse el mundo y se comieron un mojón.
Entre producción y marketing se calcula que la peli habrá venido a costar unos 200-250 millones de dólares. En taquillas de todo el mundo ha llegado a duras penas a recaudar 76 y, concretamente, en nuestro país, ha sentado a poco más de 100.000 espectadores en las butacas, lo que para una superproducción como esta, estrenada además en fechas navideñas, es una mierda pinchada en un palo. La crítica ha destrozado la película tachándola de basura y de ser un film que expulsa al espectador con sus nefastas decisiones estéticas. El clavo final lo han puesto los últimos Razzies (que son una patraña pero no se puede negar que influyen en el público estándar) que la han premiado en seis de las siete categorías en las que estaba nominada.
Cats va a pasar a la historia como uno de los grandes batacazos de los tiempos recientes y lo penoso es que ni siquiera tiene tantos méritos en contra como para que pueda llegar a ser considerada en un futuro como un clásico de la caspa. Quedará enterrada en el olvido esperando a que alguien la reivindique dentro de unos años. Al menos podemos alegrarnos de que la mayoría del reparto tiene las carreras más que asentadas, porque esta es la típica película que condena el futuro laboral de sus participantes al ostracismo (algo que digo yo que le pasará a la debutante Francesca Hayward, que espero que no pensara en seguir medrando en esto del cine).
Como contraposición final mencionar que, a fecha de hoy, Cats es el cuarto musical con más representaciones de la historia de Broadway, lo que demuestra una vez más que hay cosas que es mejor dejar quietas en su sitio y no tocarlas si no se tienen las cosas claritas.
Todo lo que se ha dicho de la peli esta más que fundamentado visto lo visto. Yo he dicho que a mi, personalmente, no me ha hecho ningún daño. Ahora, no puedo asegurar que no se lo haga a usted.



domingo, 15 de marzo de 2020

El HOMBRE LOBO de Joe Johnston


Título: El Hombre Lobo (The Wolfman)
Director: Joe Johnston
Año: 2010
Guión: Andrew Kevin Walker y David Self
Intérpretes: Benicio del Toro (Lawrence Talbot), Anthony Hopkins (Sir John Talbot), Emily Blunt (Gwen Conliffe), Hugo Weaving (Inspector Francis Aberline), Geraldine Chaplin (Maleva)

En ocasiones anteriores he revisado un par de los intentos de la Universal por traer de vuelta a la palestra a sus monstruos clásicos en tiempos recientes. Y aunque todo el mundo tiene presente la trilogía de pelis de La Momia que protagonizó Brendan Fraser y los recientes intentos por montar un universo compartido con La Momia y Drácula: la leyenda jamás contada, ya los hay que se olvidan de los productos que vieron la luz entre medias de ambos. Mucha pereza me entró cuando intenté reseñar el Van Helsing que protagonizó Hugh Jackman cuando más en la cresta de la ola estaba, pero sin embargo si que puedo prescindir de unos minutos para dedicarle unas palabras al reboot de El Hombre Lobo que la Universal produjo en 2010.
Tomando como referencia la película original de los años 40 que protagonizó Lon Chaney, esta nueva versión nos narra como Lawrence Talbot vuelve a su hogar natal en los páramos ingleses para reencontrarse con su distanciado padre e investigar la muerte de su hermano, al que se encuentran hecho pedacitos en medio de la campiña. Durante el transcurso de esta se verá atraído irremediablemente hacia la viuda de su difunto hermano y tendrá que enfrentarse a las consecuencias que todos conocemos tras ser mordido por un hombre lobo una noche de luna llena.
Este es uno de esos proyectos que estuvo dando vueltas y vueltas hasta ver la luz. Si bien en los cuatro o cinco años que  el guión estuvo danzando por ahí, el baile de directores puestos al frente fue considerable (se llegó a tantear como directores a Brett Ratner, Frank Darabont, James Mangold o Martin Campbell entre otros antes de que Joe Johnston se hiciera con los honores), se concibió en todo momento como un producto que iba a contar con Benicio del Toro al frente como protagonista, quien no sólo se considera fan de la cinta original, sino que además afirma ser un ávido coleccionista de material original y/o creado a partir de dicha película. 
Del Toro podrá ser todo lo fan que quiera del Hombre Lobo de la Universal, pero eso no quita que el difícil físico que posee (esa carucha de borrachín trasnochado...) haga complicado el que te lo creas encarnando a un lord inglés, algo que el guión solventa de manera acertada presentándolo como la oveja negra de la familia, quién no sólo frecuenta los círculos dela farándula sino que tiene antecedentes de problemas mentales e ingresos en psiquiátricos. Teniendo en cuenta esto, se nota que el señor le pone muchas ganas, especialmente en las transformaciones, momentos de máximo sufrimiento físico, pero eso no quita que peque de sobreactuar por encima de lo exigido por el guión, algo a lo que, por fortuna o por desgracia, ya estamos acostumbrados cualquiera que henos tenido más de un contacto con sus performances, especialmente en el terreno más mainstream. 
Le acompañan en el reparto un Anthony Hopkins con un registro completamente agotado y en su momento de mayor zozobra profesional, justo antes de que la Marvel lo reflotara un poco con Thor; una solvente Emily Blunt cuya carrera aún estaba despegando hace las veces de interés amoroso del protagonista, mientras que un Hugo Weaving en la línea que suele mostrar cada vez que se mete en algo mínimamente relacionado con el género fantástico encarna a un poli de Scotland Yard que investiga las misteriosas desapariciones que se dan por la zona donde transcurren los hechos, el cual, que para más inri, estuvo involucrado en el caso de Jack el Destripador años antes de los acontecimientos de la peli (¡¡¡Universo Compartido!!!). A lo largo del metraje encontramos también sendos cameos de Geraldine Chaplin encarnando a una vieja gitana y de Max Von Sydow, este último borrado de la versión cinematográfica, que encarna a un transeúnte que le regala un bastón con cabeza de lobo al personaje de Del Toro en una referencia directa al clásico original.
Dirige la cinta, como he mencionado antes, Joe Johnston, director de estudio con todas las de la ley que, en esta ocasión, tira de los mismos recursos que ya nos dio en Rocketeer o en Capitán América: El Primer Vengador, cultivando el uso de una estética tan artificial y recargada como consciente de si misma que, en esta ocasión, le viene que ni pintada a una peli que intenta por todos los medios lograr una especie de traslación de esa ambientación de terror gótico clásico  a los tiempos modernos del cine digital, aderezándola además con buenas dosis  de una exageradísima violencia "grand guignolesca". 
Entre bambalinas destaca, como no podía ser de otra forma, el magistral trabajo de maquillaje de Rick Baker que se casca una reinterpretación de la estética clásica del Hombre Lobo acojonante de buena, a pesar de que queda ensuciada un poco por la introducción de un CGI ya inevitable en los tiempos en los que se hizo la peli. El reconocimiento absoluto al meritorio curro del susodicho fue un merecido Óscar a Mejor Maquillaje en la edición de ese año que se convirtió, además, en la segunda ocasión en que los licántropos le hacían merecedor de semejante galardón, años después de su labor en Un Hombre Lobo americano en Londres de John Landis.
La banda sonora de la peli, por otro lado, fue la gran damnificada de las idas y venidas del proyecto. Originalmente se encargó al afamado Danny Elfman la composición de una partitura original para la cinta, trabajo que, una vez presentado a la productora, no gustó en absoluto y fue descartado en un primer momento. Elfman, quién contractualmente no estaba obligado a currarse una reescritura y, de hecho, estaba atado de pies y manos por Disney a la Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton, se desligó del proyecto. La Universal tanteó entonces a Paul Haslinger, compositor de la banda sonora de Underworld, para que hiciera algo más cercano a la música electrónica y al "rollo" que los ejecutivos de la productora decían querer. 
Cual fue la sorpresa de estos cuando, al poner el trabajo de Haslinger al lado de las primeras secuencias finiquitadas por Johnston, vieron que ambas no pegaban ni con cola. La solución, echar a toda pastilla a Haslinger y contratar a cuatro o cinco arreglistas para que montaran una banda sonora decente a partir de los fragmentos que Elfman había dejado atrás y que, oficialmente, pertenecían a la productora. El resultado fue que el susodicho compositor aparece acreditado como autor de la banda sonora original y tuvo también la oportunidad de lanzar una versión sin alterar de esta en CD el mismo año del estreno de la peli. Por esos mismos tiempos comenzó a circular por Internet una supuesta versión de la BSO electrónica que había compuesto Haslinger y que, con el tiempo, demostró ser un fake como una catedral de grande, lo que puso por fin el punto y final al culebrón musical que acompañó a El Hombre Lobo durante su producción.
Como buena película maldita, tardó casi dos años en estrenarse desde que se completó la producción, algo que parecía ya anticipar lo que luego aconteció. Y es que el intento de reintroducir de nuevo al licántropo clásico en el colectivo popular fue todo un fracaso para la Universal que, partiendo de un presupuesto de 150 millones de dólares apenas llegó a recaudar 139 en taquillas de todo el mundo. En nuestro país sentó a algo más de 687.000 espectadores, cifra que considero que no está mal para los tiempos en los que se estrenó la peli y para el tipo de producto que es y que probablemente se deba agradecer al atractivo casting que anunciaba el poster. En cualquier caso, esto echó por tierra los planes de la Universal de continuar la historia de El Hombre Lobo con sendas secuelas. Ya en estos últimos años, con todo el asunto del Dark Universe, se rumoreó un  posible nuevo relanzamiento del personaje que, en esta ocasión, interpretaría Dwayne "The Rock" Johnson, pero, como todos sabemos, todo quedó en agua de borrajas.
En su momento yo me comí esta peli en cines y salí echando pestes de ella, diciendo que era un producto más bien vago que se apoyaba en la violencia por la violencia para suplir sus carencias. Hoy día podría decir que la peli ha quedado completamente redimida ante mis ojos. Tampoco voy a ponerme a cantar maravillas sobre ella, pero si que reconozco ahora la honestidad de la misma, el entusiasmo de algunos de los profesionales que había detrás de ella y, sobre todo, lo deliciosamente entretenida que es, especialmente si se compara con otros productos nacidos a raíz de los monstruos de la Univesal que vieron la luz aquellos años. Seguramente sea lo mejor que salió en la década pasada de todos aquellos intentos, por muy olvidada que hoy esté.