Título: Macbeth
Director: Justin Kurzel
Año: 2015
Guión: Jacob Koskoff, Michael Lesslie y Todd Louiso (Texto original de William Shakespeare)
Intérpretes: Michael Fassbender (Macbeth), Marion Cotillard (Lady Macbeth), Paddy Considine (Banquo), David Thewlis (Duncan), Sean Harris (Macduff), Jack Reynor (Malcolm), David Hayman (Lennox)
Las obras de Shakespeare son al cine británico lo que el Siglo de Oro al cine español, algo cíclico a lo que cada cierto tiempo se vuelve. No importa que, cada tantos años volvemos a tener en ciernes una nueva adaptación del Quijote o de Romeo y Julieta a la gran pantalla con menor o mayor acierto. Así, tras tener por estos lares extravagancias como el Titus de Anthony Hopkins, el Coriolanus de Ralph Fiennes o, en entornos menos mainstream, Mucho ruido y pocas nueces de Joss Whedon, donde el mismo pedantismo y los aires de autor mal encaminados que están destruyendo la escenografía y puesta en escena de ciertas operas está también arrastrando por el fango la memoria del gran literato y de los actores que ponen todo su empeño en respetar su legado, esperaba con ganas este Macbeth, que prometía ser una adaptación con todas las de la ley para los tiempos modernos, y que no ha defraudado en su empeño.
Y es que historias como la de Macbeth y las violentas circunstancias que se desarrollan en su camino para convertirse en rey de Escocia nunca mueren, historias sobre el precio de la ambición y sobre la sed de sangre que todos llevamos que apenas han envejecido (en cuando a la temática, no así en el lenguaje como uno puede suponer) y que tantas otras obras han inspirado a lo largo de la historia. Y aquí, Justin Kurzel se deja de idas de olla y reimaginaciones chorras (vale que el bosque de Birnam no suba a la colina de Dunsinane cómo ocurre en el texto original, que a las tres brujas se una cómo recordatorio del fatal destino que le aguarda a Macbeth el fantasma de un niño muerto en las guerras libradas por el mismo y algunas cosillas más, pero son pequeños cambios, no absurdeces cómo colocar a Coriolano y a Aufidio en el contexto de la guerra actual en Oriente Medio) para colocar la historia en el escenario de dónde no se debe mover,la Escocia medieval. El director acomete una dirección con una fotografía cuidadísima, un filtro rojo que acompaña a los momentos claves (rojo, el color de la sangre, el color de la muerte), y una alternancia entre planos cortos y tomas largas panorámicas que hacen de la cinta un visionado de lo más agradable del cual el principal escollo a superar (aunque todo depende del tipo de espectador que uno sea) es el guión, porque si una cosa es Macbeth es una traslación del texto original de Shakespeare tal cual, con sus diálogos en inglés antiguo y todo lo que conlleva, algo que puede resultar todo un desafío, sobre todo si le sumamos el cerrado acento escocés (como debe ser) de la mayoría del plantel actoral, porque esa es otra, verla en versión doblada es casi equivalente a no sólo no verla como debe ser sino también a perderse toda la magia que transmite el leer y oír a Shakespeare y esa forma de narrar que ya se ha perdido a día de hoy.
Si uno consigue pasar por encima de esto se encontrará con un Michael Fassbender que compone un Macbeth creíble en una interpretación que crece conforme se acerca el fatal desenlace, con una Marion Cotillard mediocre a más no poder, que aparte de no parecer escocesa, de no contar con un acento inglés ni ser capaz de fingirlo y de tirarse toda la película hablando en susurros, destroza el genial monólogo previo a la muerte de Lady Macbeth, y con un plantel de secundarios con la presencia y con la dicción necesaria para interpretar a Shakespeare, de entre los cuales destacan David Thewlis, el Lupin de la saga de Harry Potter, y Sean Harris, cómo el rey Duncan y el furibundo MacDuff.
Si uno junta todo esto obtiene una adaptación de Macbeth llamativa, que entra primero por los ojos por lo preciosista de su envoltura y termina de convencer por la acertada interpretación de un gran Michael Fassbender. Con sus más y sus menos, sin duda un ejemplo a seguir de cómo adaptar las obras de Shakespeare para el público actual sin caer en el despropósito.
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